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Circo y simulación en el palacio Sans Souci   

Wanda Nara y Mauro Icardi, protagonistas de un show de vanidades que no reconoce límites en los medios de comunicación -siempre atentos a mezclar Biblia y calefón en un pretendido afán de "amplitud informativa"- celebrarán este sábado 7 de Junio en el palacio Sans Souci (San Fernando), el casamiento civil que concretaron hace pocos días en el Registro Civil de San Isidro.

Coherente con un día a día nutrido de escándalos mediáticos -y según cita el diario Muy-, la blonda divorciada en Febrero del futbolista Maxi López pidió que en el coqueto palacio se instale "un altar" donde recibiría junto a Icardi una bendición del mismo sacerdote que bautizó al tercer hijo de su único matrimonio aún válido ante la Iglesia.

Así, ante unos 200 invitados el joven futbolista de 21 años recién cumplidos y la mediática que surgió a la "popularidad" por poco dignos caminos, tratarán de confirmar un amorío que tuvo a las redes sociales como socias ineludibles.

No obstante, valga decirlo, el que Wanda Nara haya surgido por su promovida falsa "virginidad", por exponer vulgarmente su cuerpo y por supuestos encuentros sexuales con personajes también escandalosos, habría quedado como tristes anécdotas si su matrimonio en 2008 con López no se hubiera estrellado por infidelidades y desenfreno. Un mal comienzo en la vida no es necesariamente una garantía de una sucesión de fracasos.

Este sábado, wedding planner mediante (Sofía de Carabassa, la misma que organizó la boda de Wanda con Maxi López), los flashes, las cámaras y todos los "especialistas" del espectáculo de cabotaje pondrán la mira en el palacio renacentista de casi un siglo.

La "bendición"

Según trascendió Nara e Icardi aparecerán a eso de las 21:00 en el salón a donde los invitados ya habrán llegado una hora antes. En ese ámbito "un cura" procederá a la "bendición" antes de que haya un intercambio de alianzas.

Luego la parejita tendría contacto con la prensa y dejarían que los fotografíen.


Un poco de claridad entre tanta confusión

El matrimonio -en cuanto pacto libre de amor entre un hombre y una mujer-, es uno, indisoluble e irrevocable. Se trata de una verdad mantenida en el tiempo y de la que da claro testimonio la Sagrada Escritura, la Biblia. El hacerse "una sola carne", tal como dice el libro del Génesis, es una expresión de aquella época para hablar de lo que hoy llamamos la indisolubilidad del amor conyugal.

El mismo Jesucristo rechaza la separación o divorcio de hecho cuando se le pregunta sobre la posible licitud de la ruptura conyugal. Dice que "no es lícito", que "al principio no fue así", vale decir, que desde los orígenes humanos Dios ni quiso ni quiere tal ruptura en la relación esponsal entre el hombre y la mujer (cf. Mt. 19, 1-9; Lc. 16,18).

Para Cristo y la Iglesia católica la única unión de amor posible entre cristianos es la que exige la presencia de un tercero o testigo llamado "sacerdote" y es celebrada con permiso del párroco del lugar. Es decir, la unión que se hace pública delante de un altar. No hay otra. ¿Cuál es el motivo de semejante afirmación? ¿Por qué hoy se encuentran en pecado los cristianos "juntados" pero no desposados sacramentalmente o en la Iglesia?

Del mismo modo que Dios, al crear un ser humano, no sólo tiene intenciones de que viva y respire sino de que viva y respire como cristiano (para lo cual hay que bautizarlo), así también cuando pone en el corazón humano la inclinación al sexo contrario lo hace en vistas de una inclinación más honda, de una vinculación más profunda, de un amor más irrevocable, que es el amor o la entrega matrimonial-sacramental. Lo natural se ordena a lo sobrenatural. El amor humano se ordena al amor a y de Dios.

Así como la vida en este mundo se dirige y ordena, para el creyente, a la Vida en el Otro mundo, así también el primer nacimiento (biológico) se ordena al segundo nacimiento (bautismo) y el primer amor (con o sin convivencia) se ordena al segundo amor o segunda convivencia: la sacramental y bendecida por Dios.

No hay cristianos si no hay bautismos, y no hay amor conyugal cristiano, unión cristiana o parejas cristianas si no hay un sacramento que los haga tales.

¿Eso quiere decir que la unión de amor hombre-mujer no es avalada por Dios hasta que no se casen por la Iglesia? En efecto.

Si los cristianos "conviven entre sí", "están juntados" y no están casados sacramentalmente se están autoexcluyendo de la voluntad de Dios y autodiscriminando de un amor, un pacto o una alianza que no puede ser -a partir de Jesucristo- más que sacramental y eclesial.

La Nueva Alianza dada por Cristo ya no es sólo el "juntarse" o el "unirse en una carne" del primer libro de la Biblia, ni el dar cumplimiento a la ley natural por la que el hombre intenta la comunión con la mujer.

Es cierto que Cristo asume aquella verdad pero no es menos cierto que, a su vez, la perfecciona y eleva a un status nuevo, menos exterior y más espiritual, que es el status o la realidad "sacramental".

Por esta razón, desde hace 2.000 años ya no se trata de "hacerse una sola carne" con otra persona humana sino también con Dios (a través de la gracia) y con la Iglesia (a través del sacerdote y de su bendición) en virtud del sacramento del matrimonio. En esto consiste la nueva realidad conyugal inaugurada por Jesucristo.

Por tal razón quien está "en una relación de pareja" que da muestra de faltar a esa condición exigida por Cristo cae en el pecado de fornicación o concubinato; como por ejemplo, un cristiano que se ha casado por la Iglesia (y ha contraído por eso una indisolubilidad sacramental) y desea, previa separación, volver a casarse con otra persona a los ojos de Dios.

¿Eso significa que los "juntados" no pueden amar a Dios ni dejarse bendecir por Él por el simple hecho de no cumplir con una norma o precepto de la Iglesia?

Quien va contra la ley de Dios no puede decir que ama a Dios sin incurrir en una contradicción. No se puede amar lo que se rechaza y rechazar lo que se ama. Dios y su ley son la misma cosa porque su ley expresa su querer y amor, y en Dios la voluntad y el amor no es distinta de la persona.

Ahora bien, un modo de ir en contra del querer de Dios es "juntarse" o "convivir" con alguien con quien aún el amor no es pleno. ¿Y por qué no es pleno? Porque falta la bendición de Dios. ¿Y por qué falta la bendición? Porque nunca existirá esa plenitud al carecer de los pocos (pero importantes) criterios objetivos que den prueba de la indisolubilidad revelada en la Escritura santa. Ellos pueden ser, entre otros: la inmadurez, el engaño, la falta de libertad o el haber faltado a Dios en la ruptura de una indisolubilidad anterior confirmada por Cristo y su Iglesia a través del sacramento.

Es por eso que la ausencia de esa indisolubilidad y de las condiciones que la acompañan no puede ser agradable a Dios a través de una bendición. Dios no puede estar a favor de la solubilidad del matrimonio (en el caso de que un separado quiera unirse nuevamente por Iglesia con alguien o hacerse bendecir) por el simple hecho de que no puede estar en contra de la indisolubilidad que Él mismo instituyó. Dios no es enemigo de Sí mismo.

¿Pero acaso Dios no es Amor y misericordia?, podría preguntarse alguien. Sí, es amor. Pero su amor no se contradice; y porque no se contradice no puede contrariar a su ley, la cual también es fruto de su amor no ciclotímico.

Si Dios inicialmente bendijo y exigió la indisolubilidad sacramental del amor no puede, acto seguido, contrariarla avalando una unión que ha dado muestra de faltar a ella y que, para peor, no puede garantizar que luego deje de seguir obrando de igual manera. Dios no borra con el codo lo que escribe con la mano.

Es por esta razón que cualquier acto que, de manera explícita o implícita, intente un reconocimiento o bendición por parte de Dios o de la Iglesia a una pareja de cristianos que no podrá vivir la indisolubilidad exigida por Dios es, de suyo, falso e inexistente. Se trataría aquí de una ilusión que, de hacerse pública, tendría un reconocimiento que no iría más allá de la calidad de las fotografías o de la indumentaria de los falsamente bendecidos.

Un reconocimiento y aceptación implícita de la irregularidad en la cual viven los juntados puede ser la bendición de las alianzas o anillos. Habida cuenta que no se bendice una casa en cuanto casa sino en función de quienes la habitan o un auto en cuanto auto sino en cuanto a la relación con quienes lo usan, del mismo modo no se bendicen las alianzas en cuanto alianzas sino en función de aquello que ellas manifiestan y simbolizan: la unión y el amor entre personas.

Es decir: lo que se bendice no son los anillos como cosa material (el metal, el oro) sino la vinculación de amor que estos testimonian; la cual, si viene a faltar, hace inválida cualquier tipo de bendición. Y porque ningún sacerdote bendeciría una tapera o un auto destinado al desguase en un desarmadero, a nadie se le ocurriría bendecir unos anillos que son incapaces de decir algo respecto de una unión indisoluble que, en principio y por su misma razón de ser, deberían testimoniar.

¿Pero acaso Jesús no comía y compartía su vida con los pecadores, con aquellos que no siempre cumplían la ley de Dios?

Comía con el pecador pero no avalaba su condición. Zaqueo, quien tenía fama de ser "amigo de lo ajeno", una vez convertido, prometió restituir y reparar. Y María Magdalena hoy está en el pedestal de los altares no precisamente por haberse mantenido fiel a su antigua condición. Hoy le rezamos a una casta, no a una meretriz.

La Iglesia, sin embargo, siempre bendijo las alianzas de los novios que se comprometen. ¿La bendición de anillos en personas "juntadas" pero no casadas no se encuadraría en esta práctica promovida por la Iglesia?

Cuando la Iglesia bendice los anillos de quienes se comprometen lo hace en función y en vistas de la unión sacramental que, en un futuro no lejano y si no aparecen obstáculos graves, se habrá de celebrar. Bendecir el anillo de los novios no es igual que bendecir el anillo de los "juntados" y que nunca se casarán por la Iglesia, del mismo modo que bendecir el amor aún imperfecto de aquéllos es muy distinto que bendecir el "amor" objetivamente pecaminoso de éstos.

La imperfección o inmadurez es distinta de la culpa voluntaria, descontando el dato no menor que aquella misma imperfección dejará de existir el día que se casen concienzudamente y para siempre ante Dios. Cosa que nunca podrá ocurrir en personas cristianas y ahora unidas pero que válidamente han contraído un matrimonio anterior.

El sacerdote que, a sabiendas, se presta a bendecir anillos en personas que viven las "uniones de hecho" o están "juntadas" escandaliza a los católicos con una conducta que para nada condice con la enseñanza que promueve una Iglesia a la que él pertenece, representa y debe defender y gracias a la cual vive, come y paga su jubilación.

No es de buen hidalgo "morderle la mano a aquél que te da de comer". De esta manera el ritual pseudobendicional a cargo de un cura se transforma en una pantomima, circo y simulación que, si se piensa a fondo, es poco respetable ya no sólo de la ley de Dios y de los fieles cristianos que están afuera del decorado salón de fiestas sino también de quienes están adentro, los cuales, de buena fe y con una importante dosis de ignorancia que no siempre puede ser culpable, creen y se convencen –de manera equivocada- que Dios y la Iglesia les han dado el espaldarazo y la bendición.


-> Alberto Mora
Director de Contenidos

[Fuentes: Padre Gabino Tabossi / La Nación / Rating Cero / Propias]



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