Nació el año 286 en Siracusa, Sicilia, de padres cristianos ilustres y ricos. Muerto su padre, su madre quiso casarla con un noble caballero, pero Lucía había hecho voto de virginidad y por lo tanto rechazó el proyecto. Al mismo tiempo convenció a su madre para distribuir todo el dinero y las alhajas que tenían entre los pobres.
Por todo ello Lucía fue sospechosa y acusada de ser cristiana, por lo cual fue conducida ante el juez. Este, al ver agotados sus intentos para persuadirla de que debía abandonar su religión, ordenó someterla a numerosos tormentos entre otros el de la hoguera.
De todos ellos Lucía, prodigiosamente, salió indemne. Finalmente fue decapitada el 13 de diciembre del año 304. Respondiendo al significado de su nombre ("la que conduce a la luz") se la invoca como abogada y protectora de la vista.
A Santa Lucía se le ha representado frecuentemente con dos ojos, porque según una antigua tradición, a la santa le habrían arrancado los ojos por proclamar firmemente su fe.
Nació y murió en Siracusa, ciudad de Italia, y gracias a sus múltiples virtudes entre las que se destaca la sencillez, la humildad y la honradez, el Papa San Gregorio en el siglo VI puso su nombre a dos conventos femeninos que él fundó.
Según la tradición, cuando la santa era muy niña hizo a Dios el voto de permanecer siempre pura y virgen, pero cuando llegó a la juventud quiso su madre (que era viuda), casarla con un joven pagano. Lucía finalmente obtuvo el permiso de no casarse, pero el joven pretendiente, rechazado, dispuso como venganza acusarla ante el gobernador de que la santa era cristiana, religión que estaba totalmente prohibido en esos tiempos de persecución. Santa Lucía fue llamada a juicio; fue atormentada para obligarla a adorar a dioses paganos, pero ella se mantuvo firme en su fe, para luego ser decapitada.