Hacía 60 años que los papas permanecían en Avignon, Francia, cuando fue elegido para la sede apostólica un monje benedictino que gobernó la Iglesia con el nombre de Urbano V.
La permanencia del papado fuera de Roma resultó funesta para la Iglesia. Por ello Urbano quiso terminar con ese destierro y puso al frente de los Estados Pontificios al cardenal español Albornoz que redujo con las armas a los tiranuelos de los reinos de Italia. Vuelto a la Ciudad Eterna, Urbano restauró la urbe en ruinas, reformó el clero y envió misioneros a remotos lugares del mundo.
Por otra parte logró que los cismáticos orientales volvieran al seno de la Iglesia Católica y comenzó una cruzada contra los turcos que habían invadido las naciones cristianas. Muerto Albornoz, nuevos tiranos se apoderaron del país y Urbano, por no derramar sangre, volvió a Avignon. Murió en 1370.
Nació en Languedoc, Francia, en 1310. Hizo sus estudios universitarios y entró de monje benedictino. Fue superior de los principales conventos de su comunidad y como tenía especiales cualidades para la diplomacia. Los Sumos Pontífices que vivieron en Avignon lo emplearon como Nuncio o embajador.
Estaba de Nuncio en Nápoles cuando llegó la noticia de que había muerto el Papa Inocencio VI y que él había sido nombrado nuevo Sumo Pontífice. Y no era ni obispo menos cardenal. En sólo un día fue consagrado obispo, y coronado como Papa.
Como Sumo Pontífice se propuso acabar con los abusos que existían. Quitó los lujos de su palacio y de sus colaboradores. Se preocupó por obtener que el grupo de sus empleados en la Corte Pontificia fuera un verdadero modelo de vida cristiana.
Entregó los principales cargos eclesiásticos a personas de reconocida virtud y luchó fuertemente para acabar con las malas costumbres. Al mismo tiempo trabajó seriamente para elevar el nivel cultural del pueblo y fundó una academia para enseñar medicina.
Con la ayuda de los franciscanos y de los dominicos emprendió la evangelización de Bulgaria, Ucrania, Bosnia, Albania, Lituania, y hasta logró enviar misioneros a la lejana Mongolia. Lo más notorio de este santo Pontífice es que volvió a Roma, después de que ningún Papa lo había hecho desde hacía más de 50 años. Al llegar a Roma no pudo contener las lágrimas. Las grandes basílicas, incluso la de San Pedro, estaban casi en ruinas. La ciudad se hallaba en el más lamentable estado de abandono y deterioro.
Urbano V con sus grandes cualidades de organizador, emprendió la empresa de reconstruir los monumentos y edificios religiosos de Roma. Estableció su residencia en el Vaticano (donde hasta hoy viven los Pontífices). También se dedicó a restablecer el orden en el clero y el pueblo.
Pero las revoluciones se dieron nuevamente, y Urbano, que se encontraba bastante enfermo, dispuso irse otra vez a Francia en 1370. Santa Brígida le anunció que si abandonaba Roma moriría. El 5 de diciembre salió de Roma y el 19 de diciembre murió.
San Nemecio
Egipcio de nacimiento, fue arrestado en Alejandría durante la persecución del emperador Decio, acusado de ser cristiano. Después de ser azotado se lo condenó a ser quemado, y así murió el año 250.