San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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En realidad en el fondo...   

[2005] - Si tuviera que definir a Jorge Eduardo Noguer diría que fue un emprendedor empedernido. Pero su afán e inventiva, su empuje y su visión no siempre fueron bien entendidos.

Noguer identifica para mí una época que, a la distancia, asocio con el vértigo.

Mi primer encuentro con él fue en 1989, el año en que hizo realidad a San Isidro Labrador, la emisora que marcó una diferencia en el dial de la zona norte.

Yo, que acaba de iniciarme como locutor profesional y con algunas horas de vuelo en emisoras capitalinas competitivas, me entero por un comentario al paso de que en San Isidro había una radio. "¿Una radio?", dije pensando que no podía ser. Pero no me quedé pensando, busqué precisiones y caí en el momento justo en el que buscaban el reemplazo para un conductor que se había ido.

Y comencé unos días después a conducir las tardes del sábado y domingo. Ese fue mi comienzo. Vendrían poco después los días de escribir efemérides, microprogramas, textos identificatorios de la radio, mil grabaciones diversas.

Y un poco más adelante llegaría mi propuesta de hacer el programa que ya hacía en otra emisora. Otra etapa, la de estar muchas horas en la radio, de ocuparme de más cosas, de palpar la locura de Jorge, la de ser el coordinador general de la radio, la de apoyar sus iniciativas y proponerle las mías, la de aliarme en sus deseos de hacer buena radio (aunque no siempre las circunstancias lo permitían...).

Siempre dije que Jorge Noguer era un torbellino de ideas, un generador incansable, que producía un millón de ideas a diario. Que de ese millón muchas no tenían asidero -por razones que no es momento ahora de contar-, pero que siempre quedaba algo bueno, algo decantaba y hacía que Labrador fuera lo que era.

Por supuesto él pensaba, empujaba, decidía, proponía y la gente de la radio, los que amaban el medio y el trabajo, emprendían y respondían. Algunos nunca entendieron nada y malinterpretaron las oportunidades que daba Noguer. Otros aprovecharon todo y aprendieron para quedarse, o para volar con otros horizontes y el atadito de experiencias.

Claro que ese huracán tenía días imposibles, odiosos, pesados, brutales pero, como ocurre con otras cosas, el tiempo pone algunas cosas en su sitio. Los gritos ya no suenan con bronca, sino como parte espontánea de aquellos días de tanto trabajo y pulmón.

Y el balance, que hice bastante antes de su muerte, de mis años de trabajo junto a ese hombre es positivo.

Noguer pensaba 24 horas por día en la radio, trabajaba, pensaba, escribía, recordaba otros días de radio, observaba estilos y recursos en otros países, estaba ávido de crecer. Y para eso gastaba dinero propio, se endeudaba e incorporaba tecnología.

Noguer sabía de radio y supo que para hacerla bien era necesario trabajar mucho, no perder de vista la necesidad de ir un paso adelante del paso dado ayer. Y aunque esperaba llegar a un momento en que la radio exigiera menos y anduviera sola, sabía que en ese medio -y otros que tienen que vivir el pulso de la gente- nunca hay un techo ni una planicie, que quien hace la plancha no es hombre de radio.

Habría muchas anécdotas para contar, personas que nombrar que fueron parte valiosa de aquellos años, pero quedarán para otra ocasión.

He pensado muchas veces qué bueno sería volver a vivir ese momento de sana locura, de Jorge diciendo su muletilla "En realidad en el fondo..." (cuando buscaba explicar algo o para enganchar con la idea siguiente) o "¡Pero, perdóón!" (en tono enojado y pellizcándose la mejilla). Aquella época de hacer cualquier tarea que fuera necesaria para que la radio salga impecable, o esté donde debía estar. Esos años en los que muchos nos sentíamos orgullosamente parte de Labrador, de ilusión por la magia de la radio, de pensar en cuidar cada detalle, de producir la zona norte (que para eso estábamos).

Pero lo cierto es que la radio no es más lo que era. Lamentablemente no está mas Noguer, las emisoras utilizan la tecnología para prescindir de operadores, productores, locutores y en muchos horarios no haya nadie en vivo, muchos no producen la zona (solo leen diarios y repiten como loros las noticias de otros lados), y lo peor de todo: abundan las aves de paso en las radios (falta camiseta).

Todo esto no es un lamento por tiempos pasados. Sólo es una observación de la realidad que tiene aspectos positivos y negativos.

Mi realidad es, entre otras cosas, la suma de esos 10 años de trabajo, de emprendimientos y experiencias con Jorge Eduardo Noguer (el "loco" Noguer, como muchos lo llamaban). Me he visto muchas veces haciendo cosas como me acostumbré a hacerlas junto a él. Y lamento su ausencia. Como imagino que lo puede lamentar todo aquel que fue testigo, oyente o parte de aquella radio, fruto de su trabajo.


Alberto Mora



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