Así lo señala el Papa Benedicto XVI en el mensaje que envió a Buenos Aires, en ocasión del 30º aniversario de la mediación de Su Santidad Juan Pablo II en el diferendo austral entre los dos países.
El Auditorio "Juan Pablo II" de la Universidad Católica Argentina fue escenario de la jornada "A 30 años de la mediación de Su Santidad Juan Pablo II en el diferendo austral entre Argentina y Chile. Los frutos de la Paz (1978-2008)", para conmemorar la histórica intervención del Cardenal Antonio Samoré, que evitó una guerra entre las dos naciones católicas.
La jornada comenzó con el mensaje del Papa Benedicto XVI dirigido a los organizadores y participantes del evento, leído por el Nuncio Apostólico Mons. Adriano Bernardini.
El Pontífice destacó en su mensaje que "a treinta años de aquellos hechos, la mediación del Beagle sigue siendo un ejemplo que se puede poner para llamar la atención de la comunidad internacional, que demuestra, junto a la paciencia y a la responsabilidad de las partes implicadas, cómo en todas las controversias el diálogo no perjudica los derechos, sino que amplía el campo de las posibilidades razonables para resolver las divergencias".
El Santo Padre destacó la importancia de "seguir recurriendo a la diplomacia y a sus métodos de negociación, para garantizar la paz, la seguridad y el bienestar", y teniendo presente las lecciones de la historia, antigua y reciente, llamó a las nuevas generaciones "a mirar el futuro con ojos de esperanza y a comprometerse en la realización de la civilización del amor, de la cual Juan Pablo II fue profeta, aunque no siempre fuera escuchado".
El mensaje del Papa Benedicto XVI señaló además que las celebraciones programadas para el 30º aniversario "quieren recordar la mediación pontificia que contribuyó a resolver una controversia, que corría el riesgo de convertirse en un conflicto, y reflexionar sobre los frutos de paz que de ella han derivado hasta nuestros días".
La decisión del Papa Juan Pablo II de ofrecerse como mediador evitó un inminente conflicto armado en torno a la disputa por la soberanía que Chile y la Argentina mantenían por la posesión de las islas situadas al sur del canal del Beagle y por el dominio de los espacios marítimos adyacentes.
En las vísperas de Navidad de 1978 la relación entre los gobiernos de Santiago y Buenos Aires se había tensado al máximo.
El laudo papal, presentado el 12 de Diciembre de 1980 no fue definitivamente aceptado por Argentina hasta que una consulta popular dio apoyo a la propuesta de Juan Pablo II por el 82%. En Noviembre de 1984, los cancilleres Dante Caputo y Jaime del Valle firmaron en el Vaticano el tratado definitivo de paz y amistad.
En 1991, los presidentes Carlos Menem y Patricio Alwin dieron por superado el conflicto de límites entre Chile y la Argentina.