La misa fue presidida por monseñor Alcides Jorge Pedro Casaretto, obispo de San Isidro, quien entre otros conceptos señaló durante la homilía: "Generalmente cometemos el error, cuando hablamos de la iglesia, pensar nada más que en nosotros, o en las estructuras de la iglesia. Pero la iglesia es esa iglesia universal, la que ya está en el cielo y la que todavía está en la tierra. La que ya está en el cielo es una iglesia totalmente santa y nosotros somos la iglesia que queremos ser santos."

"De alguna manera también somos santos porque la gracia de Dios es la que nos santifica y nosotros vivimos de esa gracia. Pero hacemos compatible ese estado de gracia con nuestra condición de pecadores, con nuestras limitaciones, con nuestros errores, con nuestras debilidades y pobrezas."

En otro momento de su reflexión el obispo diocesano señaló "La Eucaristía nos muestra un Jesús que quiso El mismo, así como leíamos en el relato, que manda a sus apóstoles a preparar la cena. Jesús manda a los apóstoles a preparar las cosas necesarias, pero les da un signo de preparación, lo pone El, adelantándose de lo que va a realizar al día siguiente en la cruz."

"Y comienza inclinándose sobre esos hombres para lavarles los pies, besa sus pies y lava los pies de sus discípulos. La Eucaristía comienza con este acto introductorio de Jesús que es inclinarse frente a ellos, arrodillarse para servirlos, con un gesto propio de los esclavos, mostrando que El vino para servir y no para ser servido y que desde la Eucaristía, El nos está ofreciendo el primer servicio, así como se inclinó delante de sus discípulos, El, hoy, se sigue inclinando delante nuestro, Jesús sigue besando nuestros pies, sigue lavando nuestros pies."

"Y después de hacer ese gesto va a realizar el más profundo de los gestos que es derramar su sangre y entregar su cuerpo. Y esto significa entregar su vida, entregar su vida solo por amor, ninguna otra motivación tuvo Jesús, el Hijo de Dios, y un amor tan profundo que lo llevó a una entrega total y definitiva."

"...si realmente nuestra vida, nuestros pensamientos, nuestros gestos, nuestros sentimientos, se ponen dócilmente al servicio de ese Señor que se está inclinando sobre nuestra vida para derramar su gracia, entonces nuestra vida tiene un potencial tan fuerte que podemos llegar a ser santos y esa santidad es la que convierte al mundo, esa santidad es la que el mundo necesita."