[2006] - Elisabeth y Jean Claude hace 3 años que partieron. Son un matrimonio que decidió vivir la vida recorriendo el mundo en un velero.
Nos encontramos con ellos en la Oficina de Turismo de la Municipalidad de San Isidro, lugar al que llegan no pocos turistas o visitantes buscando orientación.
Allí estaban hablando un poco en francés y otro poco en inglés gestionando algo de ayuda para L'Océanite, la embarcación que les ha permitido visitar ya varios países e incluso, cruzar el Atlántico.
Ambos son agradables, en especial Elisabeth cuya sonrisa es presencia permanente en su rostro. Es ella quien entiende y habla español con bastante fluidez.
En el breve momento que compartimos pudimos saber que gozando de buenos ingresos en Suiza fueron ahorrando uno de los sueldos y con la venta de la casa en la que vivían decidieron comprar esta embarcación y salir a disfrutar en "un domingo permanente", según sus propias palabras.
Luego de incursionar en la navegación en el Lago Leman fueron a descubrir el mar en la región de Bretaña, en las islas anglo-normandas, en las islas Scilly y en Irlanda.
El año 2003 los encuentra en Cherbourg preparando la gran partida. El comienzo fue hacia el sur, hacia el golfo de Vizcaya donde tuvieron la ocasión de disfrutar del hermoso baile de los delfines. De ahí a las islas Azores, al archipiélago de Madeira, las Canarias, Cabo Verde y Senegal (África), hasta que llegaron en Abril de 2005 a Rio de Janeiro (Brasil) habiendo cruzado el inmenso Océano Atlántico.
Ante la pregunta sobre qué opinaron los hijos sobre esta aventura, Jean Claude responde en un francés que cualquiera podría traducir ¡Vivan la vida!.
Es interesante imaginar esta forma de vivir. Para algunos será un sueño: vivir para viajar, disfrutar de paisajes increíbles, atardeceres memorables y mil escenas para enriquecer el alma con las maravillas de la creación. Para otros tal vez vivir "un domingo constante" pueda ser demasiado de esta manera.
De todos modos la elección tiene mucho de salud. Este hombre y esta mujer eligieron vivir en un contacto permanente con estos placeres, haciendo amigos (como los han hecho) en cada lugar que anclan, disfrutando cada momento y adecuándose a los ritmos de la naturaleza.
En esto último -aunque lo de vacacionar todo el año sólo pueda ser un sueño para muchos- es posible aprender que la vida puede ser vivida intensamente, estrechando lazos y respetando lo que nos rodea.
-> Alberto Mora