Apenas un rato antes del posteo de Javier G. Milei (54) en el que promovió el ejercicio de la bondad sólo con los buenos -alejándose rotundamente de las enseñanzas de Jesús-, habían sonado las palabras del arzobispo de Buenos Aires, Mñor. Jorge Ignacio García Cuerva, reflexionando sobre el pasaje evangélico de San Marcos y el ruego por la salud de su hija que hacía Jairo, el jefe de la sinagoga.
"Nosotros también venimos a pedirle a Dios que nuestra Argentina se cure y viva. Experimentamos que se está muriendo la fraternidad, se está muriendo la tolerancia, se está muriendo el respeto; y si se mueren esos valores, se muere un poco el futuro, se mueren las esperanzas de forjar una Argentina unida, una Patria de hermanos."
Todo indica que Javier Milei, que ya había dado la nota rechazando el saludo del jefe de gobierno de Buenos Aires e ignorado groseramente a la vicepresidente Victoria Villarruel, tenía pensados esos desplantes que todos vieron, comentaron y rechazaron. Nada menos cristiano ni carente de básica decencia que hacer lo que hizo y luego atreverse a asegurar el colmo de la estupidez: “Si se es bueno con los malos se termina siendo muy malo con los buenos”.
"¡Cuántas promesas incumplidas! ¡Cuántas veces se habrá sentido engañada y estafada!; habrá experimentado bronca, apatía, desazón", señaló el arzobispo refiriéndose a la mujer que sufría hemorragias en el pasaje evangélico.
“Nosotros también, años de promesas incumplidas y estafas electorales que nos hicieron perder las ganas de participar, nos hicieron perder el entusiasmo de involucrarnos, hasta de cumplir con el deber ciudadano de ir a votar, porque pensamos: ‘otra vez lo mismo’, ‘nada va a cambiar’; sentimientos e ideas que afloran cuando se experimenta que nos mintieron muchas veces."
"Nuestro país también sangra: tantos hermanos que sufren la marginalidad y la exclusión; tantos adolescentes y jóvenes víctimas del narcotráfico que en algunos barrios es un estado paralelo; tantas personas que están en situación de calle; las familias que sufrieron las inundaciones; las personas con discapacidad; tantas madres que ya no saben qué hacer y cómo evitar que sus hijos caigan en las garras de la droga y el juego; los jubilados que merecen una vida digna, con acceso a los remedios y a la alimentación; herida esta que sigue abierta y sangra hace años, pero que como sociedad tenemos que curarla pronto", sentenció.
Luego de ejemplificar los muchos padecimientos de los argentinos, que pueden celebrar los éxitos de la macroeconomía pero no paran de sorprenderse con la constante multiplicación de sus gastos diarios, García Cuerva expresó "Pero a pesar de que Jesús da la buena noticia de que la niña no está muerta, sino que duerme, a pesar que hoy también a nosotros nos dice que Argentina no está muerta, sino que a veces estamos adormecidos por la indiferencia y el individualismo, hay quienes se burlan de Jesús.”
“Hemos pasado todos los límites, la descalificación, la agresión constante, el destrato, la difamación, parecen moneda corriente.”
"La paz comienza por cada uno de nosotros, por el modo en el que miramos a los demás, escuchamos a los demás, hablamos de los demás", dijo citando al Papa León XIV.
“Tenemos necesidad de diálogo, de forjar la cultura del encuentro, de frenar urgentemente el odio. Démonos otra oportunidad, no podemos construir una Nación desde la guerra entre nosotros. Todo acto de violencia es condenable, y quiebra el tejido social.”
Finalizando su homilía, Mñor. García Cuerva instó a prestar atención a la escena del frontispicio de la catedral, esculpido en 1862. “Allí está representado el episodio bíblico del Antiguo Testamento del encuentro del patriarca Jacob con su hijo José. Buenos Aires venía a reconciliarse con la Confederación Argentina en fraterno pacto de unión rubricado en San José de Flores, en 1859. Luego de enfrentarse por años y desangrarse en luchas fratricidas, los argentinos dijeron basta y se abrazaron.”
“Muchos hermanos tienen hambre de pan, revuelven basura buscando qué comer, pero todos tenemos hambre de sentido de vida, hambre de Dios. Nos hemos acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación; el pan viejo de la indiferencia y la insensibilidad; estamos empachados de panes sin sabor, fruto de la intolerancia; el pan agrietado por el odio y la descalificación.”
“La situación actual no permite meros observadores de las luchas ajenas. Al contrario, es un firme llamado a la responsabilidad personal y social.”
El circunstancial gobernante de la Nación ha sido un consuetudinario declarante de conceptos temerarios, violentos, vacíos de lógica, groseros y malsonantes cuando era una visita extravagante en la televisión o en la radio.
Javier Milei, el solterón, sin hijos y ¿otrora? participante de orgías y “proezas” sexuales, nos regaló declaraciones a favor de la venta de órganos, de niños, del transhumanismo, de la eutanasia, contra la justicia social y el periodismo, el Congreso y cualquiera que no comparta sus puntos de vista.
Paralelamente, ha hecho promesas que jamás cumplió –como ir contra la ley de aborto a demanda, eliminar las retenciones, no subir o crear nuevos impuestos- y denostado a funcionarios que luego ensalzó (Patricia Bullrich o Luis Caputo), además de atacar la causa malvinera elogiando a Margaret Thatcher (la británica que ordenó el hundimiento del Crucero Gral. Belgrano) o argumentando un indigno y erróneo coqueteo con los kelpers para que, “alguna vez”, deseen ser argentinos.
El gobierno de Javier Milei expresa con dichos y medidas una caprichosa, enraizada y empecinada actitud autoritaria.
Es intolerante a cualquier crítica y, como ocurre con muchísimos políticos de distinto signo, desconoce toda realidad que no sea la que conforman sus intereses y conceptos. De la realidad verdadera, de la verdad que atraviesan los millones de hombres y mujeres que viven en nuestro territorio, no tiene idea.