Durante este jueves 4 de Agosto, una multitud de vecinos, miembros de instituciones intermedias, funcionarios y empleados municipales, además de familiares, despidieron los restos de Mario Salvador Alonso, el querido y respetado hombre que dedicó más de 30 años a la función pública en San Isidro con profundo espíritu de servicio.
Por la mañana, se realizó el velatorio en una sala de la avenida Maipú, en Olivos, y al mediodía se llevó a cabo una misa de cuerpo presente oficiada por el párroco Pedro Oeyen.
Aunque la enfermedad que lo aquejaba (cáncer de pulmón) no era desconocida, su deceso fue un verdadero impacto para muchos. Destacando sus cualidades personales, su calidez, su buen trato, su preocupación por cada gestión de su área de trabajo, los presentes coincidían tanto en el dolor por la pérdida, como en la profunda valoración de Mario.
"Era un amigo", apenas llegó a decir entre lágrimas el intendente de San Isidro, Dr. Gustavo Posse, luego de acercarse al féretro en la casa velatoria, exteriorizando la pena por la pérdida de un hombre íntegro y un funcionario que tanto tuvo que ver con su gestión de gobierno, principalmente en la relación con las instituciones intermedias y con el exitoso programa para la tercera edad.
Antes de las 11:30, el templo mayor de San Isidro se fue colmando de vecinos que desearon dar el último adiós a Mario Alonso pidiendo a Dios por su descanso eterno.
El Padre Oeyen reflexionó en la homilía sobre el dolor que implica la pérdida de un ser querido, de un amigo, aunque señalando que los cristianos "celebramos la vida, todos los buenos recuerdos, las cosas que compartimos. Nos dice el Evangelio de hoy que todo lo bueno que hicimos en nuestra vida, Dios lo va a tomar en cuenta como si se lo hubiésemos hecho a Cristo."
"Yo lo conocía a Mario en la función pública y siempre me llamó la atención su espíritu de servicio, ese estar atento al problema que uno le traía, seguir un expediente, llamar por teléfono cuando se solucionaba algo. Frente al dolor de la muerte, pongamos la esperanza en Dios de que en algún momento nos volveremos a encontrar", concluyó Oeyen.
Momentos antes de concluir la misa, Constanza, la hija de Mario, hizo pública su satisfacción por encontrar la iglesia llena "cómo a él le hubiera gustado". "Quiero pedirle a sus amigos, a su familia, sobre todo a sus nueve nietos, que siempre que lo recordemos lo hagamos con una sonrisa, con mucha alegría, tocando el piano, cantando, contando chistes."
Recordó lo que dijera su padre en Mayo último en una cena en el C.A.S.I. cuando no pidió que recen por él -como hace el Papa Francisco-, porque él iba a rezar por todos sus afectos cercanos porque los quería y necesitaba. "Nos sigue necesitando en donde está, porque desde ahí nos va a cuidar", finalizó emocionada lo que motivó un espontáneo aplauso de los presentes.
Componen la familia del querido funcionario, su esposa Gloria, sus hijos Mariano, Nahuel y Constanza, y sus nietos Agustín, Milagros, Segundo, Joaquín, Sofía, Mateo, Santiago, Camila y Morena.
A las 14.30 se realizó el entierro en el Cementerio Privado de Pablo Nogués.
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