San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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Calor y cuidado de hogar
   
El Jardín Maternal “Mamá Margarita” funciona en la Parroquia San Juan Bosco de San Isidro, allí, en forma voluntaria y gratuita, un grupo importante de niños son cuidados y alimentados por personal especialmente capacitado.

El nombre, “Mamá Margarita”, se impuso en honor de la madre de San Juan Bosco, quien trabajó a su par en la educación y formación de niños y jóvenes, siempre usando como herramienta el amor.

“La función de un jardín maternal va mucho más allá de lo que se solía llamar guardería. La idea de guardería habla de un depósito de chicos, un lugar donde dejarlos, casi a la deriva. Los jardines maternales son espacios en los que se atiende y educa a los chicos, más allá de cuidarlos en los horarios en los que los padres trabajan”, relató Estela López, una de las voluntarias de la institución.

La mujer explicó que actualmente, y a diferencia de otras épocas, las personas que manejan las salas a partir de 2 años son todas maestras jardineras. “Es que el trabajo va más allá de cuidarlos. Hay todo un trabajo pedagógico, de estimulación y enseñanza a través del juego, y sólo personas con formación pueden llevarlo adelante”.

Sin embargo, aclaró que esto no es suficiente. “En este trabajo no hay secretos: hace falta un corazón de mamá, un corazón lleno de amor. Si no es así, podes tener todos los títulos del mundo pero no vas a servir para el trabajo. Si no amas lo que hacés y con quienes lo haces, es imposible hacer las cosas bien”, aseguró Estela.

Esa comunidad que se construye con lazos tan fuertes y tan indestructibles como son los que unen corazones, perduran a través del tiempo y de cientos de circunstancias.

“Hay que tener en cuenta que acá los chicos vienen cuando tienen 45 días y la mayoría de las veces se quedan hasta los 4 años. Este se convierte realmente en un segundo hogar, y un hogar es imposible de sostener sin amor. A tal punto es así que cuando yo o alguna docente sale de vacaciones, o se ausenta por algunos días, el regreso es un griterío lleno de brazos abiertos. De la misma manera, es habitual que después de que los chicos abandonan la institución, vuelvan cada tanto a visitar a las maestras y al personal”, comentó sonriendo la voluntaria.

Mamá Margarita

Margarita Occhiena, madre de San Juan Bosco fundador de los Salesianos, fue declarada Venerable por el papa Benedicto XVI mediante un decreto, publicado por la Congregación para las Causas de los Santos en el año 2006.

Margarita nació el 10 de abril de 1788 en Capriglioi, Italia. Vivió en su casa hasta casarse con Francisco Bosco. Más tarde, se trasladó a Becchi. Después de la muerte prematura de su marido, Margarita, con 29 años, tuvo que sacar adelante a su familia ella sola, en un tiempo de hambruna cruel. Cuidó de la madre de Francisco y de su hijo Antonio, a la vez que educaba a sus propios hijos, José y Juan.

Mujer fuerte, de ideas claras, decidida en sus opciones, observaba un estilo de vida sencillo y hasta severo. Se mostraba, sin embargo, amable y razonable en cuanto se refería a la educación cristiana de sus hijos. Educó a tres chicos de temperamento muy diferente sin mortificar jamás al ninguno de ellos ni intentar igualarlos a los tres.

Con un cariño especial acompañó a su hijo Juan en su camino hacia el sacerdocio y fue entonces, a sus 58 años, cuando abandonó su casa y le siguió en su misión entre los muchachos pobres y abandonados de Turín (1848).
Aquí, durante diez años, madre e hijo unieron sus vidas con los inicios del trabajo salesiano.

Ella fue la primera y principal cooperadora de Don Bosco y, con su amabilidad hecha vida, aportó su presencia maternal al Sistema Preventivo. Fue así como, aún sin saberlo, llegó a ser la "co-fundadora" de la Familia Salesiana, capaz de formar a tantos santos como Domingo Savio y Miguel Rua.

Era analfabeta pero estaba llena de aquella sabiduría que viene de lo alto, ayudando, de este modo, a tantos niños de la calle, hijos de nadie. Consumió su vida en el servicio de Dios, en la pobreza, la oración y el sacrificio. Murió a los 68 años de edad, en Turín, el 26 de noviembre de 1856.

 
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