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  .: FAMILIA

 
Un rebelde en casa
   
[2006] - Cuando los hijos prueban los límites de padres y autoridades, cuando se alejan de las normas, y cuando los hábitos familiares y escolares se ponen en conflicto... entonces comienza el tiempo de la transgresión. Este período puede ser una fase más en la búsqueda de ellos mismos. ¿Cómo acompañarlos a transitar esta etapa previa a la inserción definitiva en la sociedad?

Puede ser un arito, el pelo largo, un tatuaje, un piercing, la negación a cumplir con las tareas escolares... y otras tantas cosas más. Todos síntomas de que algo está ocurriendo. Es durante el período de la adolescencia que este tipo de actitudes transgresoras pueden aparecer. Se insinúan en la pubertad, para hacerse manifiestas en la adolescencia media -entre los catorce y los dieciséis años-, para empezar a resolverse -aunque no en todos los casos-cercanos los diecinueve o veinte años, cuando generalmente se dará lugar al nacimiento del adulto joven."Este es el momento de parar, asumir la vida y elegir. La responsabilidad invade la conciencia y la proyecta, y ya no hay lugar para transgredir, porque el costo sería alto y poco motivante", comienza el médico Marcelo Serantes, especialista en la atención de jóvenes.

La adolescencia es el tiempo de grandes cambios y crecimiento. Además de ser un período en el que los jóvenes buscan "encontrarse" a sí mismos, también es un tiempo en el que desarrollan su creatividad, ideales y nuevas ideas, salen en busca del primer amor, de su vocación, de trabajo desinteresado por la sociedad y forjan amistades que en muchos casos los acompañarán por siempre. Pero también es el momento en el que el joven se replantea lo que le enseñaron, lo que le fue dado como "ley" para ponerlo en cuestionamiento y decidir si lo hará suyo o no.

Según la Real Academia Española, "transgrede" quien quebranta o viola un precepto, ley o estatuto, y parece ser la edad de la adolescencia un terreno fértil para este tipo de comportamientos; aunque conviene aclarar que no todos los adolescentes necesitan extremar estas conductas.

Pero, ¿de qué hablamos exactamente cuando nos referimos a la transgresión adolescente? "Establecemos como padres una marca que define lo posible, lo que pensa¬mos como conveniente y nues¬tro hijo desoye, eligiendo cambiar las reglas. La ley es rechazada y descalificada a través de este comportamiento que niega lo pautado", define Matías Muñoz, psicólogo clínico y profesor universitario, y continúa utilizando la siguiente comparación: "Esto es como en los deportes, en los que se juega con límites que definen el área de juego, y con reglas sin las cuales el juego se volvería caótico. Los límites en la educación tienen la misma función: permitir el juego del crecimiento hacia una madurez adulta", agrega el profesional, señalando que el deseo de revisión y redefinición de lo pautado por parte del adolescente no exime a los padres de seguir poniendo reglas de juego.

"En un desarrollo saludable, las transgresiones son conductas normales de crecimiento. Dejan de serias cuando el transgredir se convierte en un modo de vida, cuando ya no es una expresión más de la personalidad, sino que la personalidad se apoya y se estructura en función de la transgresión", asegura la licenciada Mónica Travieso, psicóloga con Especialización Clínica en Adolescente y Adultos. Es decir, cuando deja de ser un cuestionamiento a algunos aspectos para transformarse en un único modo de expresión.

"En la búsqueda de su verdadera identidad muchos adolescentes transgreden normas parentales y sociales, para separarse de los mandatos e ir acercándose a lo que ellos quieren ser", continúa la experta.

En este sentido, Serantes agrega que dado que hay una serie de conductas esperables a esta edad, y teniendo en cuenta que habrá hijos más cuestionadores que otros, es aconsejable no crear un clima de tensión por cada planteo que surja.


Búsqueda en todos los sentidos

Los jóvenes pueden llegar a transgredir algunos límites como una forma de sentirse seguros y autónomos. Muchos lo manifiestan con bajo rendimiento escolar, otros con grandes peleas con sus hermanos y otros desafiando cada directiva de sus padres. Varias veces las desobediencias son pedidos implícitos de mirada y atención: es por esto que toda transgresión demanda de un adulto que se ocupe.

Pero hay adolescentes que para lograr ser registrados por los padres como un hijo diferente del resto de sus hermanos, en lugar de algunas transgresiones esporádicas van realizando acciones que toman un nivel de intensidad cada vez mayor. Sólo se identifican a sí mismos en oposición a lo que hacen los demás, en oposición a lo que "debería ser". Por ejemplo: si un hermano es excelente en la escuela, el transgresor intentará convertirse en el líder negativo del curso; si los padres insisten con el cumplimiento de los horarios de llegada, el transgresor los quebrantará una y otra vez. Entonces, si un adolescente repite, en un corto período de tiempo, algunas conductas que son consideradas de riesgo para sí o para terceros, puede significar que ya excede lo propio de la edad. "Cuando aparece el riesgo, la postura del adulto debe ser de mucha mirada, atención, y diálogo sobre lo sucedido. Es importante que el adulto explicite la necesidad de hablar de lo que lo preocupa, de pensar juntos causas y consecuencias posibles de las conductos", aconseja Muñoz.

Cuando transgrede, el adolescente está en una profunda búsqueda personal. Necesita transitar nuevos caminos que lo afirmen, lo expandan y lo animen para su salida al mundo. De ahí la elección de acercarse a sus pares y tomar distancia de sus padres. "Es, sin duda, el tiempo de mayor vulnerabilidad del adolescente. Dependerá de su estructura personal y de su autoestima, cómo transitará este tiempo. El acompañamiento ya no podrá ser muy cercano y sabremos de él a través de sus amistades o grupo de pares", detalla Serantes.

Esta tampoco es una etapa fácil para los padres. "En el consultorio, hablando de la relación con sus hijos, muchos papas hacen referencia a un sentimiento de culpa, que parece paralizarlos a la hora de limitar conductas. Puede ser la culpa, por estar demasiado tiempo fuera de la casa, la que los lleva a pensar que 'Cuando estoy, mejor lo disfruto, no voy a empezar a retarlo’, como si el límite alejara y enfriara los vínculos", ejemplifica Muñoz. Su sugerencia: "revisar y hacer consciente que esta culpa ayuda a animarse a limitar aquello que consideramos necesario".


El transgresor en su contexto

Sin duda, hoy estamos en un momento cultural en el que se idealiza la transgresión y se la proclama como valor. Por eso se hace más compleja la situación del crecimiento de los adolescentes actuales, ya que viven en un contexto, en el que la ley y las normas están muy cuestionadas y devaluadas. "Si un adolescente percibe que los adultos significativos para él transgreden normas fundamentales de convivencia en su ciudad o en su país, ¿qué sentido tendrá cuidarse y acatar normas?", cuestiona Muñoz. Es claro que un país con doble discurso puede favorecer la intensidad de las trasgresiones de todos sus integrantes, adolescentes y adultos. "'Si mi padre critica la ley y toma decisiones para burlarla, ¿por qué mi ética tendría que ser diferente?', podría ser un razonamiento de un hijo al ver una transgresión de alguno de sus padres", opina el especialista.

Según su experiencia de reiteradas consultas, Serantes señala que cuando los padres se mantienen en una postura rígida, sólo generan del otro lado una conducta de regresión y transgresión más fuerte.

¿En qué medida puede un adolescente enfrentar un camino de mejora si lo único que recibe son cuestionamientos?
Más allá de que estos sean justos, todo cambio debe asentarse sobre el reconocimiento de fortalezas, a la par de las debilidades que pretende superar.


Del "aquí no ha pasado nada” al "castigo eterno"

En muchas familias, para que no haya tensión, se prefiere permitir todo, no poner límites para que no haya rebeldía. Se busca una ilusión de quietud imposible. "La tensión es inherente a la adolescencia y resulta más conveniente aceptarlo así, como un proceso evolutivo tumultuoso, que intentar atravesarlo en silencio y sin conflicto", aconseja Muñoz. El "acá no pasa nada", "o en esta casa no hay conflictos" puede generar que el hijo exprese sus mayores tensiones fuera de la familia, a veces en la calle, y así la distancia entre el hijo y sus padres aumenta, des¬conociendo los progenitores lo que está sucediendo en realidad. Así es como aparecen las escuelas o los grupos de pares como los que observan y pueden denunciar el riesgo no percibido por la familia.

También existe el otro extremo, en el que, mediante el castigo, se busca quitarle al hijo "lo que más le duela". Pero... ¿de qué sirve limitar las salidas sociales a un hijo que tiene dificultades en vincularse con sus pares? ¿O prohibir el deporte a un hijo que necesita descargar con su cuerpo su alto nivel de ansiedad? Según la opinión del licenciado Muñoz, un límite que atente contra una importante y profunda necesidad o motivación puede generar aún mayor conflicto. "La creencia de 'voy a castigarlo donde más te duela así reacciona, creo que tiene que ser pensada y revisada. Todo límite implica perder algo y ésa ya es una buena lección: enseñar que ante un acto no adecuado hay algo valioso que se pierde pero, para eso, no necesariamente hace falta privarlo de su mayor motivación", sigue el experto. Este tipo de prohibiciones son vividas como un ataque a la propia identidad. Todos se resisten con fuerza cuando se ataca lo más valioso para cada uno, es una defensa de la propia identidad, y eso un adolescente lo hará con fuerza.

En el equilibrio parece estar la clave y, según los especialistas consultados, el límite adecuado es el que está acompañado de un diálogo que complemente la medida tomada por los padres. Hay palabras que aclaran, justifican y que, aunque generen protesta y disgusto, pueden calmar la ansiedad o la culpa encubierta provocadas por la transgresión.


Conviviendo con un transgresor

Mostrarse flexibles con las cuestiones intrascendentes, pero firmes con las que se consideran esenciales. Evitar en lo posible confrontaciones por temas menores, reservándose para las importantes. Evitar el desgaste que esto puede traer en las relaciones.

Paciencia y mucho sentido del humor son medicinas muy bienvenidas.

Evitar el estado de enojo y queja permanente. Esto último alimenta y perpetúa el conflicto.

"Ocuparse", perder el miedo, basarse en el vínculo real que se tiene con los hijos, hablar y escuchar.* No dogmatizar, pero tampoco ubicarse en el rol de amigos.

Padres que puedan "pensar al hijo" y "pensarse a ellos mismos" favorecen el entendimiento. La cercanía permite un estilo de relación que estimula el crecimiento progresivo hacia una autonomía responsable.

Como siempre, en las conductas que exceden las posibles soluciones en el ámbito familiar, se puede contar con la visita a un profesional adecua¬do que colaborará en este proceso de crecimien¬to, ayudando al adolescente en la autodefinición como individuo, en términos de los roles, actitu¬des, creencias y afirmaciones propia de esta etapa de la vida.


Tiempos actuales

Hoy en día las trasgresiones están muy asociadas a excesos en el consumo de sustancias, a búsquedas de sensaciones intensas -como, por ejemplo, el vértigo de la velocidad-, a situaciones de violencia callejera y al desconocimiento de los horarios de regreso convenidos con los padres. Pero no sólo es eso transgredir: también lo es pasar delante de otros en la fila -la clásica en cualquier espectáculo público-, ser impuntual consuetudinariamente, utilizar el automóvil de los padres sin autorización, conductas que hacen a las elecciones diarias de los adolescentes.

En esta realidad parecen imperar sentimientos de vacío y un sinsentido muy profundo, que puede producir conductas compensatorias que busquen un estado de satisfacción inmediata. A diferencia de otras generaciones, en la actual se percibe una baja tolerancia a las frustraciones, que lleva a que muchos jóvenes prefieran no encarar pro¬yectos personales con tal de evitar posibles fracasos. En algunos jóvenes es llamativa la pasividad, la apatía, surgiendo acciones descontroladas que intentan compensar una viven¬cia interna de angustia.

Muchos "transgresores" reconocen aburrirse, sentir una apatía que no pueden transformar en deseo o en proyecto y que, seguramente, pueden buscar ser descarga¬das con conductas impulsivas. No es necesario pasar la mayor parte del día en la cama para mostrar insatisfacción; en algunos adolescentes esto se presenta con acciones transgresoras severas, alta irritabilidad y dificultad para establecer un diálogo.

En este sentido, el doctor Serantes opina que es importante hacerse presentes, ya que ese hijo -en ese momento- está necesitando de un adulto responsable que lo cuide y lo regis¬tre como persona individual, diferente del resto de los hijos.

¿Cómo hacer para que un hijo se sienta aceptado y querido por sus padres en un momento de fuerte crisis, en el que las trasgresiones son constantes y la tensión en la familia crece? "Éste creo que es el desafío. Es importante que los adultos explicitemos el hecho de que el límite implica afecto y que no es la identidad del hijo la que se está cuestionando, sino sus conductas; que puede estar haciendo algunas cosas de riesgo, pero eso no significa que sea para nosotros un 'mal hijo'."

"El afecto y el amor no tendrían que sentirse cuestionados. Hay enunciados que apuntan direc¬tamente a cuestionar la identidad del otro, y que generan una fuerte y razonable defensa del otro de su propia personalidad individual",
concluye el especialista.


Preguntas para pensar

¿Cuál es el significado de esta conducta transgresora?
¿Expresará de este modo una insatisfacción en sus rela¬ciones con nosotros?
¿Se sentirá aceptado y valorado como hijo en su singularidad?
¿Tiene nuestro hijo una clara conciencia del riesgo que implica la transgresión o necesita dialogar sobre esto para que los ayudemos a pensar?
¿Puedo pensar que uno de los hijos puede transgredir normas o límites que ninguno de los otros hijos hizo y así llevarme a prestar atención a conflictos que con los otros no fue necesario tener en cuenta?
¿Puedo hablar con él/ella de los sentimientos y de las vivencias de ambos?


[Fuente: Lic. Matías Muñoz]

 
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