Sumando un exabrupto más a su ya conocida línea de conducta, el presidente argentino descalificó a la justicia social definiéndola como "uno de los virus que le han metido en la cabeza a la gente y que llena de envidia, odio y resentimiento a cada una de las personas."
El obispo de San Francisco (Córdoba) Mons. Sergio Osvaldo Buenanueva (61), respondió a las declaraciones de Javier Milei (54) quien arremetió, una vez más, contra la justicia social ubicándola como "un pecado capital".
El prelado recordó que, en el humanismo cristiano, la justicia social "no es solo distribucionismo a cargo del Estado", sino que implica la participación activa en la búsqueda del Bien Común.
El discurso de Milei se dio en el "Portal del Cielo", un templo con capacidad para más de 15.000 personas inaugurado el jueves 3 de Julio y al que se les cobra entrada a los que asisten. Allí el pastor anfitrión Jorge Ledesma -ahora en la mira de la ARCA por un poco creíble milagro económico- se animó a asegurar una tremenda falsedad diciendo que era "un día histórico" porque "es la primera vez que un Presidente de la Nación de la Argentina visita una iglesia".
En su limitada y caprichosa mirada, Milei -el mandatario que se siente y quiere ser formalmente judío- le adjudica a la justicia social un componente esencial: la envidia. "La justicia social no es ni más ni menos que envidia con retórica. Es la envidia disfrazada de algo bien pensante, pero no deja de ser un pecado capital, como diría en algún momento Thomas Sowell (95): ‘¿Desde cuándo la envidia dejó de ser un pecado capital y pasó a convertirse en una virtud?’ No nos van a doblegar. Nosotros conocemos las Sagradas Escrituras", expresó el economista.
"No debe haber nada más antijudeocristiano que la idea de la justicia social, porque la justicia social, básicamente, es robarle a una persona el fruto de su trabajo y dárselo a otra", elucubró Milei.
"Es la caridad impuesta por la fuerza, y la caridad no puede ser a punta de pistola", continuó. "El resentimiento es aquel envidioso que no tiene los medios para robarle al otro lo que tiene, y por eso es que se crea ese falso Dios que es el Estado, al cual los envidiosos y resentidos utilizan para adorar, para robarle a la gente los bien, el fruto de su trabajo", subrayó Milei.
Luego, citando pasajes bíblicos, el presidente argentino calificó al Estado (lo que él se proponía destruir) como "el representante del maligno", y "un becerro de oro" y afirmó que "los antivalores de la izquierda" quieren "reemplazar a nuestro Dios de los cielos por su maldito Dios Estado".
Ante estas declaraciones, Mons. Buenanueva se centró en el concepto "más rico, complejo y válido" de justicia social dentro del humanismo cristiano, donde "no es solo distribucionismo a cargo del Estado, sino que, asentándose en la dignidad de cada persona busca una arquitectura de la justicia en la sociedad, atenta a la participación de todos los ciudadanos en la búsqueda del bien común".
En ese sentido, llamó a "rehuir de la simplificación" y, por el contrario, armonizar las dimensiones de la justicia: "justicia general, conmutativa, distributiva y también justicia social".
Al referirse a la citas bíblicas enunciadas por Milei, el obispo advirtió sobre el "riesgo de fundamentalismo", o de "eludir la mediación de la razón" tanto "en la interpretación del mensaje bíblico" como, sobre todo, "en la construcción del mejor orden justo posible".
"En la tradición católica es muy fuerte este acento: no hay una línea directa entre la Escritura y la construcción política de la sociedad", explicó, y aconsejó "acudir al magisterio de Benedicto XVI", por ejemplo, en su discurso ante el Bundestag de Berlín, donde afronta esta cuestión.
El prelado observó que hoy "no solo en Argentina, también en otras latitudes vemos a algún sector de la política arroparse en amplios sectores religiosos más bien fundamentalistas", y subrayó que "eso no le hace bien ni a la religión ni a la política".
En esa línea, consideró necesario un "debate antropológico", aclarando que "el modelo de la libertad que alienta la tradición judeocristiana es el hombre, imagen y semejanza de Dios".
"En el cristianismo, ese modelo es Cristo, su libertad de Verbo encarnado y la redención de nuestra libertad que, como enseña san Pablo, solo se puede vivir en el amor a los demás y en el servicio, especialmente a los más pobres", resumió.
"La libertad cristiana es, a la vez, don del Creador; herida por el pecado y siempre amenazada, ha sido redimida y tiene a su favor el auxilio de la gracia del Espíritu Santo" y "se realiza en el amor y en la virtud".
El prelado concluyó en que "el modelo supremo de la libertad de la persona humana no puede ser el de las transacciones económicas, tan legítimo como insuficiente para hacer justicia al ser humano libre". Por eso, y a pocos días de celebrar el 209º aniversario de la Independencia nacional, aconsejó "celebrar nuestra historia de libertad compartida", buscando un territorio común "especialmente en nuestro anhelo de libertad".