San Isidro Labrador es el santo patrono de la diócesis que lleva su nombre en Buenos Aires y cuya catedral su ubica en un partido que también lo honra llamándose igual desde el 14 de Julio de 1816, luego de haber sido conocido como Pago del Monte Grande o Pago de la Costa.
La devoción de Domingo de Acassuso -un vasco que hacía 25 años que estaba en el Río de la Plata- lo llevó a impulsar la creación de una capilla para que los pobladores del lugar tuvieran donde ir a misa.
Pero San Isidro Labrador también es el patrono de Madrid, donde nació en 1070 y murió en 1130. Su cuerpo, conservado incorrupto a través de los siglos, estuvo sepultado durante 40 años en el cementerio de San Andrés (Madrid) y más tarde fue trasladado a la iglesia del mismo nombre. Es venerado en muchos lugares como patrono de los labradores, como lo proclamó el Papa Juan XXIII.
En la existencia de San Isidro hay todo un programa de vida humilde, de honrada laboriosidad y de gran confianza en la Providencia. Su vida modestísima y metódica podría escribirse en muy pocas líneas, a no ser tantos los milagros que se le atribuyen.