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¿Qué es la adoración eucarística?
   
En cada misa que se celebra en el mundo las formas de pan y vino, en un momento establecido de la liturgia, se transforman en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, un milagro que ocurre desde hace alrededor de 1992 años, en la Última Cena.

Inmediatamente el sacerdote eleva la hostia y la copa con vino para que los fieles adoren a Jesús, presente, vivo y total. Este solemne gesto fue incluido en la liturgia en 1215.

Tanto respeto merece esto que todo buen sacerdote cuida de que ningún fragmento de la hostia o gota de vino caigan al piso o tengan un tratamiento inadecuado. Es posible ver, por ejemplo, que luego de la consagración del pan, el sacerdote que tocó la hostia ya consagrada no separa sus dedos, para retener las pequeñas partículas que pudieran haberse quedado adheridas.

Es que la hostia consagrada no es una representación, ni un símbolo, sino que cada parte es Jesús mismo, entero, sin multiplicarse ni dividirse, y merece el máximo respeto y veneración. Como lo señala el Catecismo de la Iglesia Católica: En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están "contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero".

En las iglesias suele haber una pequeña lámpara roja en el altar o en una capilla lateral: así se indica que allí, en el sagrario, está Jesús, vivo, presente en la Eucaristía. Ese es el motivo por el cual todo cristiano debe hacerse una señal de la cruz al pasar frente a un templo católico.

San Cipriano, primer obispo de África en el siglo III, en una de sus catequesis dijo: "Puedes tener fe muy cierta en que lo que se ve pan no es pan, aunque ese sabor tenga, sino el cuerpo de Cristo, y que lo que se ve vino no es vino, aunque a eso sepa, sino la sangre de Cristo".

La adoración eucarística es una práctica religiosa que surgió en monasterios y conventos, aunque no se tengan precisiones al respecto. Los religiosos habrían sido los primeros en rezar ante el Santísimo Sacramento expuesto, y con el tiempo esta actividad se extendió más allá del siglo XIII a los laicos (cuando nace la fiesta de Corpus Christi), primero en la propia misa y luego fuera de ella (en el templo o en procesión) para honrar a Jesús y su absoluto poder, para agradecer por los bienes recibidos, para confiarle las propias penas y pedir su ayuda para enfrentar las vicisitudes de la vida.

La hostia consagrada se coloca para la adoración en una pieza especialmente diseñada, llamada Custodia. Se trata de un objeto que se asemeja a un sol con un recipiente en el centro con una tapa de cristal para que pueda verse la Eucaristía.

Cuando la exposición del Santísimo Sacramento y la adoración se realizan en una capilla durante las 24 horas, se habla de Adoración Perpetua y es sostenida por fieles que concurren por espacio de una hora, durante todo el día, para no dejar solo en ningún momento al Salvador del Mundo.

Queridos hermanos y hermanas, la Eucaristía es el origen de toda forma de santidad, y todos nosotros estamos llamados a la plenitud de vida en el Espíritu Santo. ¡Cuántos santos han hecho auténtica su propia vida gracias a su piedad eucarística! De san Ignacio de Antioquía a san Agustín, de san Antonio abad a san Benito, de san Francisco de Asís a santo Tomás de Aquino, de santa Clara de Asís a santa Catalina de Siena, de san Pascual Bailón a san Pedro Julián Eymard, de san Alfonso María de Ligorio al beato Carlos de Foucauld, de san Juan María Vianney a santa Teresa de Lisieux, de san Pío de Pietrelcina a la beata Teresa de Calcuta, del beato Piergiorgio Frassati al beato Iván Merz, sólo por citar algunos de los numerosos nombres, la santidad ha tenido siempre su centro en el sacramento de la Eucaristía. Por eso, es necesario que en la Iglesia se crea realmente, se celebre con devoción y se viva intensamente este santo Misterio. El don de sí mismo que Jesús hace en el Sacramento memorial de su pasión, nos asegura que el culmen de nuestra vida está en la participación en la vida trinitaria, que en él se nos ofrece de manera definitiva y eficaz. La celebración y adoración de la Eucaristía nos permiten acercarnos al amor de Dios y adherirnos personalmente a él hasta unirnos con el Señor amado", señaló el Papa Benedicto XVI en la Exhortación Apostólica post-sinodal “Sacramentum Caritatis”.

La primera vez de la que se tenga conocimiento que se realizó la Adoración Perpetua fue en Francia, en 1226. El 11 de Septiembre de ese año, el rey Luis VIII pidió exponer el Santísimo Sacramento como una forma de celebrar la victoria sobre los cátaros o albigenses, una secta que negaba la existencia del único Dios, de la Trinidad y de la realeza de Cristo, además de creer en la reencarnación como forma de purificación. La guerra entre los cruzados y los herejes albigenses había durado 35 años.

"En acción de gracias, se expuso el Santísimo Sacramento cubierto con un velo, en la Capilla de la Santa Cruz” de Orleans, resalta la enciclopedia católica.

Frente a la gran cantidad de personas que se acercaron a adorar a Jesús Eucaristía, el obispo Pierre de Corbieestimó conveniente continuar la adoración por la noche, así como de día”.

La Santa Sede ratificó posteriormente esta adoración perpetua, la cual se mantuvo de manera ininterrumpida hasta 1792, cuando se detuvo por la anticristiana Revolución Francesa, y se retomó en 1829.

En 1906, San Pío X, "el Papa de la Eucaristía", concedió indulgencias a quienes piadosamente miraran la hostia elevada, diciendo lo que ha llegado hasta nuestros días "Señor mío y Dios mío".

Pío XII (1876-1958) explica: "Los adoradores cristianos, con absoluta fe y confianza, piden al Salvador, presente en la Eucaristía, por sí mismos, por el mundo, por la Iglesia. En la presencia real del Señor de la gloria, le confían sus peticiones, sabiendo con certeza que ‘tenemos un abogado ante el Padre, Jesucristo, el Justo. Él es la víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero (1Jn 2,1-2)."

Leer más:
Adoración Eucarística de Juan Pablo II

 
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