San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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La Tierra no es madre de nada
   
En 1970 la Organización de las Naciones Unidas (O.N.U.) fijó para el 22 de Abril la celebración del "Día de la Madre Tierra", una idea promovida por Gaylord Nelson, un senador estadounidense obsesionado con los temas ambientales, que incluían la falsedad de la sobrepoblación, el actualmente cuestionado concepto del calentamiento global y otros temas relacionados.

A este día se suman otros asignados más o menos a lo mismo: el Día Mundial de la Naturaleza (3 de marzo), el Día del Medio Ambiente (5 de junio), el Día Internacional de la Diversidad Biológica (22 de mayo), el Día Internacional de las Montañas (11 de diciembre), el Día Internacional de los Bosques (21 de marzo), el Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados (6 de noviembre), el Día Mundial de los Océanos (8 de junio).

¿Cuál es el sentido de que haya tantos "días de" para cosas similares? No se sabe. Lo mismo ocurre con otros temas.

Esta dedicación de los 193 miembros de la O.N.U. de presentar proyectos parecidos que promueven un "día de" para "tomar conciencia" de tal o cual cosa, parece una forma de justificar que algo hacen... Nada muy diferente de lo que han hecho en el Congreso argentino buscando establecer capital nacional del asado con cuero, del salame casero, de la bolita de cristal, del dulce de leche, del vidrio, del disfraz, de la pelota de fútbol o del golf.

¿Alguien imagina que alrededor de esos "proyectos" hay papel, redacción, personal, sesión, votación, más papel, más personal, sueldos, dietas, recursos varios para que, en el mejor de lo casos, no pase nada importante ni valioso luego? Pero puede ser que algo suceda, y que no sea bueno.

La consideración de "madre" adjudicada al planeta establece una capacidad creadora que remite a lo que los aborígenes en su ignorancia definen como "pachamama" ("Pacha" es universo, mundo, tiempo, lugar, y "mama" es madre).

Esta forma de culto a la Tierra paganiza, bastardea lo que toca, en tanto endiosa algo que, simplemente, debe ser cuidado por sentido común y por ser creación de Dios. Pero no más que eso.

Es verdad que por los monumentales negocios de empresas y gobiernos, en muchos lugares se destrozan bosques nativos, se altera la geografía con embalses, se avanza con cemento sobre bañados, se altera el equilibrio natural expulsando flora y fauna autóctona, entre otros tantos desatinos que deberían detenerse, pero de ahí a promover la veneración de una diosa pagana llamada Tierra hay un tranco grande.

En muchas antiguas civilizaciones hubo alguna invención similar a pachamama. Los sumerios, caldeos, asirios, griegos, romanos, frigios, hindúes, celtas, nórdicos y vascos, entre otros, al carecer de conocimientos del devenir de los fenómenos naturales, fabricaron una creencia en torno a cierta "madre tierra".

En América, hacer un pozo y volcar comida, arrojar bebidas alcohólicas, arrodillarse y recibir el humo de ramas encendidas, es humillarse ante esta creencia primitiva, pagana, llena de superstición, magia, fatalismo, fetichismo, que es medianamente comprensible para los precolombinos, pero que hace muchas décadas que carece de sentido: la mayoría del mundo sabe que el sol o la luna no son dioses.

Sostener los mensajes de los seguidores de la pachamama o de las Naciones Unidas para este día, es quitarle el protagonismo al Dios creador y a la Santísima Virgen. Si se invoca la "protección" de uno, se está negando al otro.

Aquellos conceptos de la "Nueva Era" promoviendo a la Tierra como "un ser vivo" no dejan de ser más de lo mismo y que muchos han comprado hace décadas.

Permitir la mezcla de la fe verdadera con esas creencias paganas –en honor de las cuales se han hecho sacrificios de hombres, mujeres y niños- sólo confunde, empobrece, debilita.

Los indígenas en su asombro por la naturaleza y los astros les adjudicaron características de dioses. La pachamama era para los primitivos una diosa que producía, que engendraba y a la que debía honrarse para que no se enoje. Era la encargada de darle fertilidad a los campos, era la "deidad" que era la "madre" de los cerros y los hombres; la que maduraba los frutos y multiplica el ganado, pudiendo conjurar heladas y plagas y dar suerte en la caza. Pero era una deidad pagana "celosa, rencorosa y vengativa", capaz de favorecer a quien le caía en gracia o de enviarle tragedias si se portaba mal.

La Tierra -el medio ambiente, la naturaleza-, está al servicio integral del hombre (no al revés), lo cual no implica que pueda ser descuidada, destruida, alterada. La naturaleza tiene un equilibrio maravilloso porque así fue creada, y un camino válido puede ser trabajar políticamente para que haya más hombres honestos en puestos estratégicos, capaces de oponerse en los ámbitos adecuados a los gigantescos negocios de países y corporaciones.

Pero eso requiere dejar de lado fanatismos y sincretismos y, en especial, dejar de rendir honores a fantasías paganas.


-> Alberto Mora

 
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