San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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Ninguna tragedia debe ser menospreciada
   
Aunque la cifra va cambiando minuto a minuto, se calcula que ya suman más de 7.000 los muertos, además de muchos miles de heridos, por los movimientos sísmicos en Turquía y Siria.

En instantes, sin tiempo para escapar y salvarse, todo se destruye.

Inmediatamente, y más con los recursos de celulares, redes y medios digitales, todo se sabe, los gobernantes se solidarizan, organizan ayuda, mandan colaboración para que muchos puedan estar mejor y puedan empezar de nuevo, a pesar del dolor.

La Argentina, al igual que otros países, ofreció su ayuda para los damnificados de este terremoto que superó todo cálculo.

Pero es necesario considerar que más de la mitad de los niños de la Argentina son pobres, tienen hambre y hasta deben salir a revolver la basura para encontrar algo que comer. Los comedores comunitarios y otras organizaciones, en manos de gente siempre dispuesta a ayudar noblemente, son imprescindibles, aunque siempre van perdiendo el partido: La realidad produce pobres y marginales más rápido que los que es posible ayudar. Una tragedia, una inmoralidad, que no suele recorrer los noticieros del mundo ni de nuestro país, que prefieren abundar en trivialidades y pautas varias, sobre todo en verano.

La Argentina, aunque no toda la responsabilidad es de este gobierno (que vaya que tiene una porción importante), exhibe niveles ofensivos de pobreza y hambre entre sus niños, tiene personas jubiladas que no pueden hacer frente a lo básico, tiene dolor, tiene adicciones, tiene delincuencia y bandas de narcotraficantes con cada vez más poder sin que nadie los enfrente.

En esta situación, el gobierno argentino dispone actuar y envía ayuda a Turquía y Siria. En principio ayuda humanitaria, potabilizadores y desinfectantes y luego dispondrá de otros elementos cuando se aclare mejor la situación y las necesidades. Nada cuestionable, si no fuera que la Argentina es víctima de movimientos devastadores, aunque no son sísmicos.

¿Cómo se entiende que los gobiernos nacionales en la Argentina decidan gastar fortunas en tantas acciones secundarias, supérfluas, innecesarias y hasta impropias, aumentando los problemas y generando siempre muchos más a futuro?

Los más de 7.000 muertos, los muchos miles de damnificados en Turquía y Siria, deben ser ayudados inmediatamente. Pero no menos urgencia requieren los millones de argentinos que son víctimas sistemáticas de muchas décadas de corrupción e incapacidad. La destrucción del sistema educativo y la pulverización de la cultura del trabajo son partícipes necesarios, cuando no el camino elegido, para destruir las columnas de la estructura social y que todo se desmorone.

Lógicamente, a esos millones de damnificados por la acción o inacción política, es preciso sumarle los no menos de 240.000 niños masacrados por el indigno aborto legal que los Fernández propusieron y el Congreso aprobó. Esos niños indefensos tampoco pudieron hacer nada frente a un ataque feroz (químico o quirúrgico) y lo perdieron todo, porque así lo dispuso la mayoría de la clase política.

Ninguno de esos niños tuvo la "suerte" de la bebé que sobrevivió a sismo en Turquía que mató a su padre, su madre, sus hermanos y su tía. Los medios parecen conmoverse con su historia -como aquí nos pasa a todos con el pobre Lucio Dupuy-, pero las mismas empresas periodísticas ni se inmutan con los que mueren con el aborto.


LOS TERREMOTOS DE TURQUÍA Y SIRIA

Dos fuertes sismos de magnitud 7,8 y 7,5 en la escala de Richter provocaron unos 7.300 muertos entre Turquía y Siria en lo que se considera una de las zonas sísmicas más activas del mundo. El presidente turco Recep Tayyip Erdoğan afirmó que se trata de la mayor tragedia sufrida en el país desde el terremoto de Erzincan, en 1939.

Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, las provincias del sureste de Turquía y el norte de Siria han sido sacudidas por un sismo que duró unos 30 segundos alrededor de las 4:17, al que siguió otro situado a unos 80 kilómetros al norte, de una magnitud de magnitud 7,6.

El terremoto de mayor magnitud se ha sentido con fuerza en 14 países, entre los cuales se encuentran Líbano, Israel, Chipre y Jordania, pero de momento parece que solo causó muertos en Turquía y Siria.

El primer sismo tuvo su epicentro en la zona donde la placa tectónica de Anatolia hace contacto con la placa arábiga, a una profundidad de 7 kilómetros, una región considerada como una de las zonas sísmicas más activas del mundo.


EDIFICIOS MÁS RESISTENTES A LOS TERREMOTOS

Turquía ha ido implementando medidas para mejorar su preparación y respuesta ante terremotos en los últimos años, incluyendo la construcción de edificios resistentes. Sin embargo, no todo el parque inmobiliario ha sido actualizado y la falta de inspecciones permite que algunos constructores ignoren las normativas. Incluso un castillo de unos 2.000 años sucumbió a la potencia del sismo y acabó destruido.

Algo que debería corregirse lo antes posible, porque investigadores del Centro de Investigación de Geociencias de Alemania, publicaron un estudio en la revista Nature donde sugieren que la tensión tectónica de la placa de Anatolia es aún mayor que en 1999, así que está previsto que esta clase de terremotos sean más frecuentes y, probablemente, más intensos.


¿POR QUÉ OCURREN LOS TERREMOTOS?

La corteza terrestre está formada por partes separadas, llamadas placas tectónicas, que se anidan una junto a la otra.
Estas placas a menudo intentan moverse y es la fricción y el roce con la placa de justo al lado lo que impide que se mueva más. Pero, a veces, la presión aumenta tanto que una de las placas se sacude de modo repentino y hace que la superficie tiemble.

En este caso, la placa de Arabia se movió y desplazó hacia el norte, chocando contra la placa de Anatolia.

Precisamente la fricción de estas placas ha sido la responsable de terremotos muy dañinos en el pasado. Por ejemplo, el 13 de agosto de 1822 provocó un terremoto de magnitud 7,4, algo menor que los registrados ahora.

Aun así, el terremoto del siglo XIX provocó daños inmensos en las ciudades de la zona, con 7.000 muertes registradas solo en la ciudad de Alepo. Las réplicas dañinas siguieron durante casi un año.

Los terremotos se miden en una escala llamada escala sismológica de magnitud de momento.

Un temblor de 2,5 o menos por lo general no se siente, pero se puede detectar con diversos instrumentos. Los temblores de hasta 5 se sienten y causan daños menores.

El sismo de Turquía de 7,8 está catalogado como mayor y suele causar graves daños, como ha ocurrido en este caso.

Cualquier movimiento por encima de 8 causa daños catastróficos y puede destruir totalmente las comunidades que se encuentren en su centro.

Por ejemplo, el terremoto frente a la costa de Japón en 2011 se registró como magnitud 9 y causó daños generalizados en la tierra, y provocó una serie de maremotos, uno de los cuales causó un gran accidente en la planta nuclear.

El terremoto más grande de la historia fue de 9,5 y ocurrió en Chile, el domingo 22 de mayo de 1960.

El gran terremoto de Valdivia duró unos 10 minutos, liberó energía equivalente a 20.000 bombas de Hiroshima y desató un tsunami con olas de hasta 25 metros que causaron devastación y sepultaron poblaciones costeras.


[Fuentes: BBC / National Geographic / Telam]

 
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