San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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Atención conductores: radares para recordar la máxima de velocidad en Intendente Tomkinson
   
Un mundo mejor es posible, con la suma de acciones individuales.

Muchos piensan que la responsabilidad de mejorar las cosas está en manos del Estado. Y un poco de razón tienen.

El Estado -que lo conforman tres poderes y tiene instancias municipales (donde sólo hay dos), provinciales y nacionales- define reglas del juego y eso, sin dudas, condiciona a la ciudadanía.

Leyes, decretos, resoluciones, jurisprudencia y ordenanzas, que deben estar adecuadas a la Constitución Nacional, pueden mejorar o empeorar la situación de todos o de algunos.

Pero siempre está disponible la oportunidad ciudadana de intervenir antes, mientras y después de que una norma entre en vigencia. Por supuesto, la locura desenfrenada de delincuentes a las puertas del Congreso (y el cuestionable comportamiento de algunos otros dentro del recinto) no cuenta como una acción ciudadana respetable.

Nos referimos a la acción cotidiana, responsable y respetuosa del prójimo y de las normas.

Nadie decente debe pensar en lo que hacen otros para obrar correctamente:

  • estacionar en lugares permitidos (aunque nos obligue a caminar bastante al lugar de destino),
  • rebasar a un vehículo por lado aceptado,
  • anticipar las maniobras cuando se conduce un auto, un colectivo, un camión, una moto o una bicicleta,
  • conducir a la velocidad correcta (no más de la máxima y no menos de la mitad de esa velocidad),
  • descartar todo dispositivo que nos quite atención al conducir.

Estas acciones positivas llevadas a cabo por todos (o la mayoría) evitaría que los gobiernos (municipales, en general) decidan ponernos reductores de velocidad (lomos de burro o las antipáticas tachas amarillas tan "de moda"), radares o fotomultas.
¿Cuál sería el sentido de implementar estas medidas si no hicieran falta?

La Municipalidad de San Isidro comenzó a instalar hace un tiempo cámaras que registran infracciones en distintas arterias y ahora anunció la utilización de radares para aplicar fotomultas por exceso de velocidad en la renovada Intendente Tomkinson y en otras calles del distrito.

Un vehículo con radar provisto por la Provincia y operado por personal municipal recorrerá calles muy transitadas y que no cuenten con el sistema fijo de fotomultas, para fiscalizar la velocidad de los conductores.

La amenaza que significa un cartel que indica que hay cámaras para fotomultas o radares provoca que muchos se cuiden de pisar el acelerador y superen la máxima de velocidad. ¿Pero acaso somos tan inmaduros que si no tenemos a "papito" Estado mirándonos con mala cara no hay modo de comportarnos bien?

¿Es que debemos pensar en métodos drásticos como el cobro de altísimas multas u obstáculos para frenar sí o sí para que personas adultas, profesionales, con decisión, con hijos, aprendan a comportarse respetando al prójimo y las normas de tránsito?

Está claro que no es desconocimiento lo que lleva a una persona a estacionar en un lugar evidentemente inadecuado, que entorpece, que incomoda o perjudica a otro. Es un acto de provocación, de violencia, de desprecio hacia el prójimo.

¿Y cómo se corrige eso? ¿Enseñando reglas de tránsito? No. ¿Multando severamente? Puede ser.

Multas constantes, sorpresivas, dolorosas pueden llevar a pensar que NO HAY LUGAR para hacer las cosas mal impunemente.

Un sistema municipal que inspeccione y multe no solo las zonas comerciales más concurridas sino el resto del distrito, donde también se cometen acciones imprudentes, donde hay autos ocupando toda la vereda impidiendo el paso de los peatones, donde hay semáforos constantemente violados, donde hay carteles que prohíben estacionar que son nada más que un adorno.

Algunos pensarán que implementar una sostenida campaña de multas tendría un fin recaudatorio y avasallante. Pero la mayoría estaría de acuerdo en que el Estado debe detectar las faltas y hacer pagar las consecuencias por comportamientos irresponsables.

Se comenta siempre lo respetuosos de las leyes que son los ciudadanos en otros países a diferencia de lo que pasa en la Argentina. Y hasta se aplaude que el Estado sea duro con las penalidades y provoque conciencia en los ciudadanos.

Bueno. Para que eso empiece a suceder acá y seamos testigos de que los infractores son excepción y no la regla, algo hay que hacer.

Bienvenidos las ideas que nos recuerden que no somos el ombligo del mundo y que "el otro" tiene valor y que las reglas nos cuidan a todos.

 
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