San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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  .: ENTIDADES

 
La Chata Solidaria construyó un Jardín de Infantes en el Impenetrable
   
Nuevamente Jerónimo Chemes, fundador de La Chata Solidaria, nos sacude, nos provoca, nos emociona con su detallada crónica de un viaje al olvidado Impenetrable.

Otra vez nos quedamos sin suficientes palabras ante el esfuerzo, la dedicación, el empeño en hacer mejor la vida de los chicos, los grandes, las familias en medio del monte.

Nos provoca admiración y deseamos que puedan seguir cumpliendo con este objetivo que nace del alma de La Chata Solidaria, del profundo deseo de dignidad que merecen todos.

Ahí va la crónica del 14º viaje al Impenetrable:

Como dije varias veces, el Impenetrable es un lugar dónde las historias más increíbles son realidad. Una realidad que excede cualquier explicación racional. Cada viaje es peor, es una nueva historia terrible. La mayoría de las historias viven en mi eterno silencio, pero esta la voy a compartir con ustedes.

Este viaje fue, como bien saben, para construir un jardín de infantes, en el colegio que ustedes ya conocen. Antes de pasar a los detalles puntuales del viaje, quiero contarles, breve, una historia.

En julio pasado, cuando llegué a llevar algunas cosas, noté que había un bebé nuevo. Un niño de apenas tres años que nunca había visto. Y era alumno del jardín (recordar que el jardín funcionaba en un rinconcito del comedor, un pasillito diminuto, ahí era el jardín). Le pregunté a Rosa, la maestra.

“Un día, la mamá trajo a Maurito al jardín y lo dejó. Pero no lo dejó como alumno. Lo dejó para siempre y se fue”, me explicó.

Gracias a Dios, lo dejó en el colegio y no en el monte, dónde hubiese sido devorado por un animal. Toda la zona sabe que el colegio de Ojo de Agua se estudia, se duerme calentito y se come cuatro veces por día, por eso se convirtió en una referencia y por eso pasan estas cosas. Es mucho, pero mucho más que un colegio.

La mamá no lo querías más y se lo sacó de encima. Como si fuera una cosa. Maurito quedó a cargo del abuelo, un señor muy mayor que “vive” en un rancho inexplicable, a 700 metros del colegio. En la práctica, el bebé vive en colegio, come en el colegio, juega en el colegio, tiene su lugar en el colegio y se educa en el colegio.

A las tres maestras les dice “mamá”. Además, Felisa y Juan, los más antiguos del paraje, lo crían también. Maurito es muy bueno, pero muy bueno. Es un bebé extremadamente cariñoso, necesita contacto físico (besos, darle la mano, abrazos) y pide jugar todo el tiempo. Cada vez que llegamos se pone feliz y ayuda a descargar las chatas.

En diciembre, al irnos del colegio al atardecer, lo ví irse solito, caminando a lo de su abuelito. Llevaba las manos repletas de juguetes que le habíamos regalado. Con apenas tres añitos caminaba despacito hasta perderse en la oscuridad inmensa del Impenetrable. Como si esa imagen fuera una metáfora de su vida.

Me partió el corazón de tristeza. Si un cuadro puede pintar la palabra abandono, era ese.

De todas las historias que conozco, y de las cosas más horribles que vi, la imagen de Maurito caminando solo, entrando en la oscuridad me toca en lo más profundo de mi corazón, por razones que sólo los que me conocen saben bien.

Esa imagen es la suma de todos los miedos de la Humanidad.

Ahí fue. Ese fue el momento que adentro mío decidí hacer un jardín para esos bebés y Maurito. Ya lo había pensado, pero esa imagen reventó mi corazón y puso en marcha mi cabeza y los procesos junto con el grupo de La Chata Solidaria, que hacen que ustedes hoy tengan las fotos publicadas.

Por eso, cuando al día siguiente se me quemaba mi Ranger, mi llanto era porque no quería fallarle a Maurito y sólo nos quedaba la Azul. Yo la miraba a mi amada chata y pensaba“lo hacemos con la Azul sola”. Mi llanto era la desesperación de quedarnos rengos para cumplirle a Maurito.

Este viaje, el último día, llevé a Claudia y Nicolás –los médicos que nos acompañaron en este viaje-, de noche, a ver dónde dormía Maurito con su abuelo. Lo que vieron fue tan pavoroso que tuvieron que salir y sentarse. Yo ya lo conocía, pero quería que ellos lo vieran.

Jamás olvidarán esa imagen. El bebé durmiendo tapadito en un lugar donde nadie dormiría. Y el abuelo haciendo de padre y madre, lo mejor que puede.

Esta historia necesito contarla para que ustedes, que nos siguen sin condiciones, entiendan el nivel de abandono al que La Chata Solidaria se enfrenta y da pelea. Por eso el jardín: porque Maurito representa la suma de todas las historias. La suma de todos los miedos. La suma de todos los olvidos.

Menos nuestro olvido. Para La Chata Solidaria y sus seguidores, Maurito existe. Y le hicimos un jardín. Aquí va cómo.

Viaje 14 de La Chata Solidaria
Jardín de infantes en el Impenetrable

El proyecto de la obra es de nuestro amado arquitecto Tadeo Shiira, rosarino de alma. En este viaje no pudo venir, por lo cual la ejecución corrió por cuenta de Marcelo Bresci (el mítico Cóndor), que se cargó la obra al hombro, junto con la gente de fierro del paraje: el también mítico Elder, junto a Ramón y varios ayudantes más. De nuestro lado fueron, además de Cóndor y yo, Claudio (ya es el que más viajó después mío, un tipo que si está a mi lado me le planto a ISIS, los 2 solitos), Tommy y SebastiánMarcelo “El Nuevo” y Gastón de La Plata, que fue el primer “fan” de La Chata Solidaria con el que trabé una amistad inquebrantable.

Además, para aprovechar el viaje, vino NicolásTissone (odontólogo, MN 33232) y Claudia Machado (médica, MP 115062) para brindar atención gratuita a todo el mundo, mientras hacíamos la obra.

Pero, además, llevé a Matías (mi hijo de 6) y Valentina (mi hija mayor, de 12). Como bien saben, La Chata Solidaria no lleva turistas. Morta, con la misión de enseñar rugby y Valen, para enseñar hockey, para lo cual compramos palos y bochas nuevas para dejarles, si les gustaba el deporte.

La decisión de llevar a mis hijos fue porque ellos querían volver a ir a estar con sus amigos del Impenetrable, pero yo les enseñé que jamás hay que ir con las manos vacías. Hay que ir con las manos cargadas de amor y tiempo para poder compartir de igual a igual. La híper-racionalidad de Valentina me bombardeaba a preguntas de “cómo” les iba a enseñar si no había nada de lo que hay en su club (arcos, cancha, conos, almohadillas, etc).

Mi respuesta fue terminante. “Hija, si sos de La Chata Solidaria, vas a encontrar la forma”.

Bueno, dio clases tres días seguidos. Las nenas y los nenes, incluso algunas mamás adolescentes, terminaron jugando al hockey con un entusiasmo increíble. Incluso jugaban sin ella, antes que llegáramos a la mañana.

Hoy, mi hijita dejó su pequeña marca allá en el medio del monte chaqueño. Incluso, el segundo día, me dijo: “No vinieron las hijas de Elder, ¿podemos ir a buscarlas?” “Bueno, pero manejás vos hija, la Azul”. Ella maneja realmente muy bien, pero chatas chicas, como la Ranger vieja y la Explorer.

Por eso, encaró a las Rangers y le dije que no porque no eran nuestras. “Pero no voy a chocar, papá”. “Ya sé, pero no son nuestras”. Listo. Se subió a la Azul, la acomodé y su cara era de espanto total. La camioneta es gigante y cuando la ponés en marcha, el mundo se apaga.

“Tranquila hijita, la única diferencia es que arranca en segunda”. Bueno, los primeros kilómetros su cara era de asombro, como si estuviera manejando un transatlántico por la selva: “Papá, hay camioneta por todos lados”, para luego, una vez que se dio cuenta de lo simple y noble de semejante aparato, transformó su cara en confianza plena y dominio absoluto, incluso en un arenal dónde se le puso apenas de costado (íbamos despacito) para terminar con la cara de indestructibilidad que te invade al manejarla.

En la Azul no “sentís” que pasás por arriba de todo. Pasás por arriba de todo. Ella solita manejó los varios kilómetros hasta lo de Elder, cargamos a las chicas y volvimos para dar clases. Con sus 12 años, un ejemplo de compromiso.

Morta dio clases también. Duraron 35 segundos. Los juntó a los varones, les mostró la pelota y les dijo “vos agarrás la pelota con las dos manos y vas a chocar a alguien, lo tiras de culo y seguís hasta apoyar atrás de esa raya. Si viene mi papá corriendo con la pelota, lo tackleás abajo, porque de arriba está prohibido, lo sentás de culo, le agarrás la pelota y corres a la línea a meter try”. Listo. Nadie entendió un pomo, pero corrían sin saber bien qué hacer, se chocaban entre sí y apoyaban la pelota en algún lado.

Después jugaron al futbol con la de rugby, con la de fútbol, con una botella. Lo que jugaron entre ellos los más pequeños no tiene nombre. Pocas veces vi a Matías divertirse así. Todo el santo día hasta caer derretido a la noche. Para no ser menos, manejó (a upa de papá, con cambios y acelerador, yo embrague y freno) la Azul.

Al llegar, descargamos lo que traíamos de Bs. As. La Azul todo lo de construcción, grupos electrógenos, herramientas, mezcladoras, las ventanas. Ranger Negra, 1.800 kilos con el piso de granito y comida. Ranger Blanca, 1.600 kilos de comida. Y la Ranger Roja, los juguetes y algo de ropa, no más de 700kilos por las gomas de 18 pulgadas.

Los dos primeros días, son un pandemonium hasta que la obra arranca, ya que hay que armar todo el obrador (no hay nada) para poder construir y abastecerlo.

Ello implica hacer un puente carretero entre el corralón y el colegio, trayendo los materiales necesarios. Nafta para los grupos electrógenos, agua para tomar, todo lo que para la gente es normal, pero en el Impenetrable falta. Para eso, las chatas deben estar entrando y saliendo al pueblo desde el colegio por la Picada 8, que estaba en buen estado, pero con arenales.

En el corralón, el amigo “Pacha” me miraba raro: “Pibe, llevando de a mil kilos vas a tardar un año”. Lo decía por las Ranger.

La decisión que le dije a Ford era pasar el límite de carga. Bueno, somos La Chata Solidaria y las cargamos con topadora.

Salvo la Ranger Roja, que era Limited 0km con gomas 18, el resto a meterle kilos a lo LCS.

Bueno, primer viaje, lo más pesado. Piedra, arena y cemento. La Azul, 2.500 kilos. La Negra y la Blanca, 2.000 kilos cada una. Y la Roja, sólo 800 por las llantas de 18. Los del corralón no lo podían creer.

La gente que pasaba miraba a las Rangers, que tenían la cola casi contra en el piso (casi tocaban los ganchos el suelo).

El Pacha me dice: “Pibe, en un sólo viaje se te desarman”.

Elásticos dados vuelta. Trompas mirando al cielo. Dientes apretados. La Chata Solidaria al 100%. Con ese peso, por la tierra rota y los arenales, hasta el colegio. Despacio (60 km/h). Llegamos sin novedad, descargamos y salimos de vuelta. Al llegar al corralón no lo creían.

“Otra vuelta”, pero ahora con todo. La Azul, 2.900 kilos. Las Negra y Blanca, 2.100/2.200 kilos cada una. Y 800 kilos la nueva. Bocas abiertas. Manos en la cabeza. Miradas atónitas. No hay tiempo, al monte de vuelta. Llegamos otra vez sin novedad. Las chatas estaban reventadas de kilos, pero no acusaban recibo. Ni el chasis, ni las suspensiones y el motor… El motor directamente nos humillaba, pero eso queda para otra nota. Ni yo lo podía creer…

Surge un problema. Un drama. El agua, chicos. No hay agua en el Impenetrable. El colegio tenía el aljibe seco (de ahí toman agua potable), que se abastece con agua de lluvia o la trae el hermano de Rosa en su vieja F100 71 o un 1114 deshecho, cuando es mucha y la bomba manual del pozo rompe. Sin agua no hay vida ni obra. ¿Y entonces?

Entonces sale el espíritu LCS. Hay que conseguir agua, como sea.

Conseguimos un acopladito tanque chico, de 3.000 litros. Lo enganché a la Ranger Negra y salgo con Juan fuimos a los diferentes pozos a ver quién tenía agua. Vamos al primero, seco. Al segundo, no se podía entrar, tranquera con candado. El tercero, seco. Recién en el cuarto, conseguimos sólo 1.000 litros de “no potable”.

La Ranger arrastraba el tanque con los 1.000 litros por los arenales como si fuera con “el cuatri”a la costa. Juan, que anduvo toda su vida en chatas, me dice “cómo empuja esta cosa”.

Llegamos. Perdimos medio día, a laburar de noche, había que hacer las bases. Lo logramos, pero habíamos perdido medio día por el agua.

El Día 2 desayunamos en el corralón. Otra vez, plena carga. Lo miro al Pacha, me sonrío, me dice: “Si seguís así, las devolvés en una caja, pibe…”.

Antes de entrar hablé con Omar “El Loco” Frías, el hermano de Rosa, la maestra en el pueblo.

Le dije lo del agua: “Dejá, Jerito, yo me ocupo” “¿Te dejo una Ranger?”, pregunté. No, no… yo tengo mi “Forcita y consigo el Mercedito”.

El loco es la persona más buena del mundo. Un tipo de una sencillez abrumadora, que es el que lleva y trae a Rosa al colegio, cuando los caminos están imposibles, en su vieja F100 71 con Perkins 4.

Es la columna vertebral del colegio. Se mete cuando nadie se atreve a llevar a Rosa/agua/lo que haga falta para que los chicos tengan todo. Habla poco. Gesticula mucho. Escucha siempre. Te abraza y te duele. Es mecánico de profesión. Es el que entra a buscarnos si nos quedamos. “Donde te hayas quedado, vos mandá a buscarme. No importa dónde estés, yo te voy a buscar”. Está loco. Pero es Dios.

Entramos. Llegamos. Descargamos. Obra a todo vapor. Sin descanso. Todos a pleno. Valentina enseñando. Morta ayudando a descargar y corriendo a un cabrito para agarrarlo. Claudia y Nico planeando dos consultorios improvisados, separados, para atender a la gente el día 3 y clasificando los remedios de Farmacéuticos Sin Fronteras, que nos donaron.

Pero nada es fácil. Se acababa el agua. Quedaban 200 litros. No se podía parar. Juan me dice que al lado de lo de Elder hay uno con un motorcito que debe tener, pero el camino es un arenal imposible.

No importa. Vamos en la Ranger Negra con acoplado tanque. Feo, feo. Llegamos. Nos dan agua. Tenía un legendario motorcito Villa. Nos da los 3.000 litros: dos horas cargando agua.

Yo me imaginaba cómo salir de ahí con ese peso. Me tranquilizaba tener la doble+baja+bloqueo de diferencial. Tiene que pasar, pensaba. Listo. Lleno. Pesaba un huevo: 4.000 kilos total. Encaro en simple en primera, dientes apretados, peino acelerador 1.200 rpm. Se lo comía crudo al arenal, segunda (800 rpm), peino acelerador (1.300 rpm), arrastraba el tanque como un papel. En 4×2, solamente. Bestial. Llegamos a la tranquera. Paro a cero. Abren. Decido hacer una prueba de quiebre para cualquier motor. Arenal terrible. Stop total. En simple. La prueba de quiebre del motor que terminó humillándome el motor a mí, pero esa es para otra nota.

Llegamos al colegio. Habemus agua. Obra a todo vapor, adrenalina por doquier. En eso llega el milagro. El Loco aparece con su mítica F100 blanca y atrás “El Pumpi” (su hijo) con el 1114 con un tanque de 6.000 litros arriba.

Cada vez que escribo que las F100 viejas y los Mercedes viejos construyeron la Argentina, varios los clasifican como trastos viejos e inservibles que habría que hacer desparecer.

Bueno, la prueba más patente de su vigencia, aún casi 50 años después de haber sido fabricados, es que todavía son el sostén de las comunidades más olvidadas e inaccesibles de Argentina. Ford y Mercedes-Benz pueden estar orgullosos de que sus productos, hechos acá, aún hoy, 40/50 años después, siguen salvando vidas. Lo que escribo no es una publicidad. Es real. Hoy los nenes del colegio tienen agua porque El Loco llegó con sus indestructibles y nobles maquinas.

Día 3: obra a full, los doctores empiezan a atender. Que haya medica y odontólogo en el monte chaqueño, gratis y atendiendo con cariño y contenciónes, sencillamente un milagro.

Los invito a averiguar cómo tratan a la gente en el hospital del pueblo. Nosotros llevamos profesionales dispuestos a dejar la piel por la gente. Porque más allá de curar, hay que contener. Dar amor. Escuchar. Y saber explicar. Me saco el sombrero ante Nico y Claudia. Niños, ancianos, bebés, gente de todo tipo… odontología y clínica médica con cariño, en el medio del Impenetrable. En total trataron a unas 100 personas en tres días.

Todo transcurría normal, hasta que tocó volver al pueblo con las tres Ranger para buscar más materiales. ¿Falta? Se busca. La Chata Solidaria construye con calidad. Si no, no construye.
Subo a la Ranger Negra, Valentina y Matías deciden venir conmigo, ya que ya los chicos jugaban solos al hockey. Agarro la Ruta 8. Está ancha, 15 metros, abovedada, luego una zanja, “cordón” de tierra de 40 cms y banquina pelada a ambos lados, unos 20 metros de cada lado y luego los árboles.

Esta muy ancha la 8, los de ahí dicen que es para que aterricen los aviones de los narcos que pasan todo el tiempo (da de sobra el ancho de un Piper o Cessna), pero vaya uno a saber…

Venía a unos 70 km/h, descargado, escuchando música, Valentina mirando pasiaje, Morta durmiendo en su sillita. Viene el arenal de antes de la Virgen, levanto, saco el ESP y encaro, tranqui, se pone de costado (bastante) la voy llevando… y de repente la rueda trasera de mi lado agarra un pozo tremendo y ¡bum! Se destalona.

Fue tan grande la explosión que la chata levantó la cola. Yo sabía que vendría el latigazo en cuando apoyara e iba a salir disparada para izquierda o derecha. Morta se despierta asustado.

La chata apoya y sale disparada para la izquierda, toda desacomodada (no tenía goma atrás). Le pegué al cordón un golpe muy fuerte, le metí un palancazo (puse el cambio sin embrague), la Getrag crujió, pero entró la segunda, moví centímetros el volante y reduje fuerte la velocidad. Logré tranquilizarla y la saqué de vuelta al camino, con la cola del lado que no tenía la goma, queriendo pasarme. Todo eso duro unos (eternos) seis segundos.

Terminó cruzada en la Ruta 8. Avisé por radio a los de atrás. Abrí la puerta. Antes de bajar dije: “Esto no sirve más. Me salvó la vida, la chata, pero no sirve mas”.

Mínimo, pensaba que el tren delantero había roto las parrillas de suspensión y el tren trasero directamente había torcido el eje. Bajé, calmé a Morta, llegaron los demás. Primera inspección a la chata: nada raro, solo un plástico del estribo salido y la goma destalonada. No puede ser.

Me tiré abajo a ver los anclajes del chasis: el eje, los elásticos, después el tren delantero… nada. No me convencía, los golpes habían sido tremendos, pero tremendos.

Rechequeamos todo… y nada. Cambiamos goma y la chata llegó al pueblo sin novedad. Rechequeamos todo en el pueblo y nada: no lo podía y no lo puedo creer.

Ahora, ¿por qué pasó lo que pasó? A las gomas les bajamos la presión a 25 libras en los arenales, porque llevamos mucho peso. En los arenales desconectamos la electrónica para que no joda, ya que es necesario que la chata vaya de costado, para no encajarse. Los arenales son lo más traicionero del Impenetrable, ya que además de “agarrar” la chata y levantar un polvo terrible que no baja, esconden pozos gigantes, que descuelgan ejes en los impactos y parten elásticos.

Tuve la mala suerte de agarrar uno y destalonar. Pero, ¿vieron cuando escribo que Ranger yHilux “informan” lo que uno pisa en vez de aislarte? Bueno, a pesar del impacto tremendo, el salto, las dos ruedas laterales en el aire y el posterior salto nuevamente, siempre, siempre supe lo que la chata iba a hacer, aún en tres ruedas. En ningún momento me sorprendió. Esa nobleza me salvó, porque me permitía decidir y anticiparme en microsegundos a la maniobra siguiente para dominarla.

Eso que el usuario nuevo califica de “incómodo” o “duro” es lo que me salvó la vida. Una chata que me avisa qué le pasa, qué estoy pisando y me mantiene informado cada segundo. Así debe ser una chata. Igual, Dios protege a La Chata Solidaria. Fue Él quien quiso que sólo fuera una anécdota.

Ahora, los golpes que se comió la chata fueron espantosos. Y no se rompió ni se desalineó siquiera.

Día 4: Todo normal, salvo que hubo que ir a buscar a Ramón a la casa, que queda en el infierno, por arenales de huella angostos (los peores), porque dejó su vieja F100 con las luces prendidas y se quedó sin batería. Fue Claudio con la Ranger Blanca y la trajo de tiro, por los arenales, porque chupaba aire el Perkins 4 y no arrancaba.

Al llegar, Claudio me dice “da miedo este motor, cuando la otra soltaba el embrague para arrancar, que el Perkins comprime y traba las ruedas traseras, lo arrastraba frenado como si nada por los arenales”.

Todo se desarrolló con normalidad, médicos atendiendo, obra casi terminada y muchos juegos de los chicos.

Día 5: Se amuró el techo, se puso el piso de granito y terminación fina. Los médicos siguieron atendiendo. Terminamos de noche, como todos los días, con una cena en el colegio para todos los involucrados. Yo miraba el jardín terminado y me invadía la felicidad.

Antes de volver, debíamos llevar a dos familias a sus casas, para evitar que fueran caminando de noche. Sus “casas” son por senderos inexplicables, con ramas que rayan las chatas, de huella con arenales profundos, y vegetación tan cerrada que es como ir en un túnel todo el tiempo. Después de dejarlos, yo iba con los doctores y mis hijos.

Para que ellos tomaran dimensión de dónde estábamos, paré la chata, apagué las luces y apagué el motor. Cuando la oscuridad nos invadió, pregunté si alguien se animaba a bajar. Y ahí tomaron real dimensión de dónde estábamos. La oscuridad del Impenetrable abruma.

Conclusiones

Es nuestra tercera obra en el Impenetrable. Ya estamos “aceitados”. La primera fue el dormitorio y tardamos siete días. Esta demoró cinco días, que hubiesen sido cuatro si no hubiésemos tenido el drama del agua. Pero este viaje fue especial porque pudimos llevar las Ranger prestadas por Ford Argentina.

Realmente, luego del incendio, quedamos muy preocupados. Al tener más chatas, hay más lugar, más capacidad de transporte y más La Chata Solidaria.

El desafío era hacer valer ese apoyo llevando más y mejor. Por eso los médicos, por eso los alimento y los juguetes. Por eso tardamos menos y nos ahorramos el costo del camión que entrara y llevara los materiales.

Porque teníamos capacidad de transporte fuera de camino. Amén que ir (y sobre todo volver) los 1.500 kilómetros cómodos y calentitos, escuchando música. Es impagable. Todos ustedes quieren saber de las Rangers. Pero eso será en una nota aparte.

A las chatas las presionamos dónde nadie las llevó, especialmente a la Negra, que era vieja y estaba muy usada. El Pacha, dueño del corralón, el día que volvimos (es usuario de otra marca, que volcó, y ahora tiene otra marca) me dijo: “No puedo creer lo que le tiramos encima y que estén andando. Te compro la Ranger Roja”.

Lo volvimos a hacer. Gracias a ustedes que pusieron el dinero. La Chata Solidaria es un gran equipo que se propuso un objetivo. El equipo empieza con ustedes, nuestros seguidores, sigue con las empresas que nos apoyan aún sin ser ONG (todavía) y termina con los héroes anónimos de allá: Elder, Ramón, Rosa la maestra, Anahí la maestra jardinera, Omar “El Loco” Frías, Felisa, Juan, y varios más que cierran el círculo.

Ustedes no los conocen a ellos en persona, sólo por medio de mis relatos, pero ellos conocen a todos ustedes y les agradecen con la piel que confíen en nosotros para ayudarlos.

Hoy hay una generación de bebés que se van a alimentar cuatro veces por día y educarse como corresponde en un lugar adecuado. El jardín es mucho más que un simple jardín.

Es un Hogar para Maurito.

Porque Maurito no tiene nada. Pero nada de nada. Ni mamá ni papá que lo amen. Solo su viejo abuelito, la gente del paraje que lo quiere y, ahora, su Jardín.

Nada reemplaza a los padres. Nada.

Pero Maurito no está solo. Tiene una carta. Tal vez sea su última esperanza, su última frontera para no caer en el olvido, su último recurso para crecer sanito, su última opción en la vida.

Maurito tiene a La Chata Solidaria atrás, que lo viste, lo calza, lo alimenta y le da la posibilidad de educarse.

Maurito de mi alma, hay luz al final de la oscuridad, es tu jardincito.

Maurito de mi alma, nunca esperes poco de nosotros.

Porque LCS no se va a rendir nunca, pero nunca jamás, para que seas feliz.

Jerónimo Chemes

Las tres Ranger prestadas por Ford Argentina, junto a la Azul y el jardín terminado. Una vez más… ¡Misión cumplida!

 

Agradecimientos

Nuestros Seguidores, por creer al punto de poner vuestro propio dinero.
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Calello Hnos (por el piso de granito del colegio).
Colegio Manuela Pedraza (por estar siempre y mandarles cartas a los chicos del Impenetrable).
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Fensterhaus Aberturas (por las ventanas).
Ford Argentina (por no tener miedo).
Jardín de Infantes del Colegio Santa Teresa de Jesús.
Megatrans (por los satelitales, la Azul salió antes y se equivocó de camino, gracias a que me di cuenta por el satelital, los llamé y evité que hicieran 400 kilómetros de más).
Materia Hnos. (por los productos y Víctor especialmente, por honrarme con su amistad).
New Balance Argentina (por las zapas increíbles)
Provincia Seguros (por cubrirnos).
U15 (son los custodios de LCS y ponen su tiempo).
Sucursal Rosario de LCS (a cargo de Tadeo, que siempre aporta de todo).


[Fuente: Autoblog]

 
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