Grandes titulares anuncian una nueva locura vestida de avance. "La Corte Suprema reconoció el derecho de todo paciente a decidir su muerte digna", replican los diarios on line dándole crédito de sabiduría a la absurda decisión de los jueces que apoyaron el pedido de las hermanas de Marcelo Diez, un neuquino que desde 1994 permanecía internado y que vivía gracias a una sonda por la que recibe alimentación. Curiosamente, el fallo firmado por Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco y Juan Carlos Maqueda, los jueces que dieron el sí para que se proceda al cruel exterminio, no se pudo concretar ya que el paciente falleció de causas naturales y no de hambre como se planeó.
Los términos en los que describo estas acciones pueden parecer que desentonan pero sucede que es demasiado frecuente que los eufemismos, los rodeos en las definiciones, no muestren la realidad como es.
Decir que a Marcelo Diez había que "dejarlo ir" era suponer que él se quería ir, era sostener que se tenía autoridad suficiente sobre la vida y la muerte de las personas, es no decir con claridad que lo que se pretendía hacer era matarlo. Y de a poco, como muere alguien cuando le dejan de dar alimento. Aunque tampoco cambiaría mucho la brutalidad del acto si fuera más rápido.
Ridículos eufemismos como "se fue de gira", "una cruel enfermedad" o cosas parecidas que se suelen publicar en distintos medios son actos de cobardía de quienes sólo quieren ver una parte de los hechos, aquellos que se busca desdibujar protegiendo vaya uno a saber qué sensiblería.
Marcelo Diez nunca consignó en lugar alguno que le gustaría que lo maten de hambre. Pero sus hermanas dicen que alguna vez se los dijo. NO LES CREO. Y aunque fuera, ¿acaso eso da derecho a emprender una larga batalla legal para matarlo, pero no estar a su lado?.
Esta aberración -una mas de las muchas impulsadas, gestadas o justificadas por la justicia argentina-, aunque se señale que no implica aprobar la eutanasia, es una piedra más en la serpenteante senda que nos toca recorrer a los defensores de la vida y el sentido común. La Suprema Corte de Justicia, que ya se manifestó contraria a la Constitución y contra la vida humana, vuelve a las andadas. Ojalá aparezcan hombres de leyes capaces de revertir estos tristes pasos.
Si bien la vida no es un "concepto religioso" sino una comprobable realidad científica, valga recordar lo que señaló un referente de la fe cristiana, monseñor Ignacio Carrasco de Paula, presidente de la Pontificia Academia para la Vida: "el suicidio asistido no es una muerte digna, es algo absurdo. Y la Iglesia está en contra porque no es admisible el acto de quitarse la vida. No juzgamos a las personas, pero el gesto en sí debe condenarse."
Lo dijo en noviembre pasado por el caso de Brittany Maynard, una mujer estadounidense de 29 años con cáncer que se mudó a Oregon -uno de los estados donde la eutanasia esta permitida- para ser asesinada con la aprobación de su esposo Daniel Diaz. La intención de la mujer fue noticia en todo el mundo e incluso motivó que un sacerdote, con el mismo diagnóstico y pronóstico, intentara hacerla desistir. Lamentablemente no lo logró.
"Es muy difícil juzgar el caso personal de esta mujer, debemos reconocer que lo ha hecho en plena libertad, pero, más allá de estos hechos contingentes, hay un punto central que debe ser tomado muy en serio, que es que hizo esto en nombre de una muerte digna. Y hay que preguntarse si se trata de muerte digna", dijo el obispo Carrascode Paula.
Por su parte, en un mensaje a los participantes de la Asamblea General de la Pontificia Academia para la Vida, en febrero pasado, el Papa Francisco condenó en forma directa esta práctica, al afirmar que "la falta de salud y la discapacidad no son una buena razón para excluir, o peor aún, para quitar de en medio a una persona".
Es una batalla perdida, así se siente. Pero la guerra continúa y bajar los brazos no es opción.
