Corrupción en ámbitos políticos, policiales y legales, sumada al estímulo del dinero fácil que proponen los planes sociales y la militancia paga, sólo puede presentar un panorama futuro de destrucción social.

Es posible rescatar adictos de las garras de la droga y del alcohol, pero ese trabajo casi artesanal pierde escandalosamente frente a la organización delictiva del narcotráfico y su facilidad para fabricar nuevos consumidores y suculentos negocios.

Las gravísimas graves consecuencias sociales, sanitarias, culturales y económicas que provoca el tráfico de drogas no pueden detenerse si desde el poder se le hacen guiños o se mira para otro lado.

Del mismo modo que, como varios políticos están señalando la necesidad de unirse para que concluya el ciclo kirchnerista en la Argentina porque separados sólo le garantiza su continuidad e impunidad, con las drogas y el alcohol sucede lo mismo. Si se mira para otro lado, si no se hace algo que abarque todas las voluntades posibles (no sólo del poder político) el narcotráfico se va a llevar la vida y la dignidad de muchos.

El narcotráfico, como se sabe, tiene altísimos niveles de rentabilidad y requiere para ello un entramado producción, distribución, venta de sustancias ilícitas y el lavado de dinero.

En la Argentina entre 2004 y 2010 aumentó la prevalencia de consumo de drogas ilícitas a nivel nacional en la población de entre 16 y 65 años. El consumo de marihuana pasó de una incidencia de 1,9% a 3,5% y el de cocaína de 0,3% a 1%.

La dependencia o adicción severa afectaría a casi el 50% de los consumidores de cocaína, a menos del 17% de los que consumen marihuana y al 13% de los que consumen bebidas alcohólicas.

En cuatro años (del 2010 al 2014) creció un 50% la percepción de la sociedad referida a la venta o tráfico de drogas. En 2010 el 30% señalaba que sabía que había droga en su barrio y en 2014 lo aseguraba el 45%. De acuerdo al nivel socio-residencial esta percepción creció casi un 60% (del 53 al 84%).

La venta y tráfico de drogas creció un 56% (con presencia policial) y un 54% (sin presencia policial). Teniendo en cuenta la condición socio-residencial más del 80% de la población de villas y asentamientos registra venta y tráfico de drogas (con y sin presencia policial).

Estos porcentajes surgen de un informe comparativo "Barómetro del Narcotráfico y las Adicciones en la Argentina" que elaboró la Universidad Católica Argentina

"En los barrios pobres la presencia policial es más ineficiente", observó el rector de la UCA, monseñor Víctor Fernández, y recordó que el papa Francisco había advertido sobre el riesgo de la "mexicanización" de la Argentina y la necesidad de medidas para prevenir el avance narco.

El registro de venta de drogas creció en todos los tipos de barrio, pero el aumento no fue simétrico, dado que mientras para los barrios de nivel socioeconómico medio alto fue cercano a un 30%, para el nivel bajo-vulnerable y en villas y asentamientos se ubicó entre el 50 y el 60%.

El informe sostiene que el narcotráfico tiene mayor poder de penetración en barrios con mayor presencia de actividades laborales precarias o de inactividad entre personas en edad activa que no estudian, y de condición socio-residencial más vulnerable.

Monseñor Fernández presentó el informe junto con el coordinador del Observatorio de la Deuda Social Argentina, Agustín Salvia, quien detalló los resultados de la investigación en un acto en el campus universitario de Puerto Madero.

Salvia dijo que el agravamiento del narcomenudeo "no es un problema nuevo, sino de las dos últimas décadas", aunque aseguró que en los últimos años la situación pasó a ser de "desborde".

El consumo problemático del alcohol es el principal flagelo en las familias (2,7%), seguido de la adicción a las drogas ilegales, que se registran en el 1,9% de los hogares urbanos (242.759 casos).

El alcohol, por su parte, no es un tema menor. Cuanto más humilde es la condición social y mayores los problemas de subempleo o desocupación, mayor cantidad de casos de alcoholismo.

No obstante ello, vale tener en cuenta que el consumo de alcohol no es preocupante sólo en clases sociales bajas o villas. Informes médicos revelan la constante de jóvenes de clase media y alta que, todos los fines de semana, se alcoholizan severamente mientras sus padres... miran para otro lado.

La pérdida de valores y proyecto de vida, una realidad social golpeante, un país donde los dirigentes políticos y judiciales impulsan, amparan o están inactivos frente a la corrupción, el constante declive de la educación y los confusos mensajes a la sociedad que brindan los medios de comunicación, no son elementos que permitan imaginar una salida victoriosa de esta situación preocupante.

¿Se pueden generar anticuerpos sociales para rechazar el narcotráfico si se alimenta la corrupción pequeña, cotidiana? ¿Si se acepta o se ofrece un soborno para salir de una situación incómoda o para lograr una ventaja no se aceita la maquinaria del narcotráfico? ¿Si se piensa que el problema lo tiene que arreglar el gobierno -y vemos que sólo lo alimenta- no hay nada más para hacer? ¿No tengo nada a mi alcance para hacer algo en mi barrio que le "quite clientes" a las drogas y al alcohol?

El cuentapropismo, el "ombliguismo", nunca se asocia con las soluciones. Mas bien todo lo contrario.

Alberto Mora
Director de Contenidos
Portal UNO Argentina