San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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Situaciones ¿sorprendentes? en una sociedad golpeada
   
Es increíble cómo cada tanto nos vemos invadidos por situaciones y términos que se nos instalan desde las noticias, en los análisis, en las charlas informales.

Tal vez no sean términos nuevos, pero se nos aparecen repetidos y citados hasta el cansancio y uno termina sumándolos a sus propios comentarios.

Ahora la palabra es linchamiento. No tiene nada de nuevo ya que la mayoría sabe de qué se trata y podíamos suponer que eso era sólo una cruda realidad en sociedades donde el fanatismo gobierna. Cualquier curioso navegador de Internet podrá escandalizarse fácilmente si se anima a buscar mujeres y hombres apedreados o ajusticiados públicamente para escarmiento de todos. Hasta hace unos días, cualquiera hubiera dicho que estábamos lejos de eso...

Hubo quien se ocupó de buscar la etimología de la palabra linchamiento (parece que viene de un personaje llamado Charles Lynch), otros que revolvieron hasta encontrar episodios del pasado, literatura que ubica al pueblo haciendo "justicia" y cientos de notas al paso y entrevistas consultando sobre qué se pensaba al respecto.

"Es causado por la ausencia del Estado" dijeron algunos políticos y observadores y otros adhirieron. Tal vez, sólo tal vez, puede ser parte de la razón de semejantes actos brutales. ¿Qué diferencia a los que destrozaron a delincuentes en la Argentina -o amenazan con hacerlo- con los terroristas de Hamas, los seguidores del Ku Klux Klan o  los linchadores de Ecuador, Brasil, Guatemala, México o Bolivia? ¿Ahí también es por ausencia del Estado?

El linchamiento es un delito, no hay dudas, y lo seguirá siendo si se llegara a aprobar la reforma del Código Civil. Es una forma de homicidio y no una forma de justicia pero ¿por qué un grupo de personas llega a eso?.

El gobierno argentino -entendido correctamente como la suma de tres poderes, no sólo el Ejecutivo- ha demostrado su ausencia en el abordaje profundo de los problemas de país, desde hace muchos años, no sólo desde que se inició el ciclo kirchnerista. Porque, tratemos de ser criteriosos, los inconvenientes de la Argentina no nacieron con la llegada de Nestor Kirchner al sillón presidencial, como tampoco arribaron todos con Menem y ni siquiera con Martínez de Hoz.

Todos, seguramente, han hecho su parte para que hoy estemos como estamos, nuevamente en una situación crítica, aunque la historia profunda no empezó hace 40 años.

Si la brutalidad tremenda que significa destruir a un ser humano a patadas en la cabeza se la pretende justificar por un Estado "ausente" en la resolución de la creciente inseguridad, estamos en más problemas de lo que parece.


Los valores, aquellas virtudes que sostienen en su integridad a una persona y, por traslación, a una comunidad, están desde hace mucho quebrados, con fisuras, descuidados y sometidos. "El otro" es siempre el destinatario de los valores. Es con "el otro" que soy honesto, amable, cuidadoso, generoso. Si los valores no se evidencian en mi relación cotidiana con "el otro" es legítimo dudar de su existencia.

Pero, para tener una mirada más amplia de los hechos, vale tener presente que al igual que ocurre con la violencia doméstica, se llega al golpe físico luego de muchos golpes psicológicos.

Esta manifestación de bestialidad grupal, extrañamente repetida en pocos días, no sólo es fruto del hartazgo, de la saturación de una comunidad acosada por delitos que reclama vivir en paz, sino que pone en evidencia hasta qué punto algunos han perdido la noción profunda de los valores trascendentes que nos llevan a cuidar del prójimo, incluso del prójimo que se equivoca.

¿Acaso nadie observó cómo opinan algunos lectores de las noticias en los portales de los diarios? ¿Nadie se percató de cómo la gente -amparada en el anonimato de redes sociales y usuarios registrados- opina ante hechos de violencia que habría que matar, quemar, degollar, etc.? Yo me he sorprendido cómo alguien que no está emocionalmente ligado a un hecho es capaz de escribir semejantes conceptos. Aunque esté mal, cualquiera podría entender la bronca de quien dice algo luego de haber sido violentado...


El valor del otro, el valor de la verdad

El futuro del país no está en las manos de economistas, analistas, encuestadores, políticos, asesores de imagen o periodistas, si no están realmente impregnados de auténticos valores y no abandonan el oportunismo propio del que busca el rédito rápido de la mirada corta.

Nos hace falta -a todos- retomar con seriedad el camino de la generosidad silenciosa, del gesto cotidiano, del priorizar al otro en desmedro de la propia comodidad, si queremos que la sociedad no vaya de mal en peor.

Necesitamos cultivar la verdad por encima de nuestra conveniencia, la nobleza del desprendimiento, el heroismo del silencio, en busca de un contagio de lo positivo, de lo que construye. Dejar lo efímero, lo banal, la liviandad del todo vale (en las palabras y los hechos), empezar a llamar a las cosas por su nombre y a evaluar si, algunas veces, no conviene cerrar la boca o dejar de opinar rápidamente en redes sociales.


-> Alberto Mora
Director de Contenidos

 
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