San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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  .: FAMILIA

 
Tres palabras clave
   
"¡Familia, vive la alegría de la fe!" ha sido el lema del encuentro que, dentro del Año de la Fe, ha reunido en Roma en torno al Papa a unas 150.000 personas, de más de 70 países. Y verdaderamente el clima era el de una fiesta de familia.

El sábado por la mañana fue la peregrinación de las familias ante la tumba de san Pedro, y por la tarde una celebración festiva en la plaza de san Pedro, en la que diversas familias dieron su testimonio, alegre o doloroso, pero siempre lleno de fe.

El Papa escuchó sus experiencias e historias, y luego se planteó en su discurso: "¿Cómo es posible hoy vivir la alegría de la fe en la familia?". Aun reconociendo las dificultades por las que pasan muchos hogares, advirtió que lo que más cuesta llevar en la vida no es eso: "Aquello que pesa más de todas las cosas es la falta de amor. Pesa no recibir una sonrisa, no ser recibidos. Pesan ciertos silencios. A veces, también en familia, entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos. Sin amor el esfuerzo se hace más pesado, intolerable".

Recordó que Cristo quiere que nuestra alegría sea plena. "Vengan a mí, familias de todo el mundo –dice Jesús– y Yo les daré alivio, para que su alegría sea plena. Y esta palabra de Jesús, llévenla a casa, llévenla en el corazón, compártanla en la familia. Nos invita a ir hacia Él para darnos y darles a todos la alegría".

La segunda idea se centró en la capacidad de los esposos para mantener la fidelidad que prometieron en el momento del matrimonio, por encima de los avatares de la vida. "Los esposos en ese momento no saben qué ocurrirá. No saben qué alegrías y qué dolores les esperan. Parten como Abraham. Parten en camino juntos, y esto es el matrimonio. Partir y caminar juntos, de la mano, confiándose a la gran mano del Señor, de la mano siempre y para toda la vida, sin hacer caso a esta cultura del provisorio, que nos corta la vida en pedazos".

"Con esta confianza en la fidelidad de Dios se afronta todo, sin miedo, con responsabilidad", aseguró el Papa. "Los esposos cristianos no son ingenuos, conocen los problemas y peligros de la vida, pero no tienen miedo de asumir su responsabilidad delante de Dios y de la sociedad. Sin escaparse, sin aislarnos, sin renunciar a la misión de formar una familia y traer al mundo a los hijos".

Realmente esto es difícil y por esto es necesaria la gracia que da el sacramento: "Los cristianos se casan en el sacramento porque son conscientes de tener necesidad". El sacramento no es la fiesta de la boda, eso es "decoración". "En su matrimonio -dijo el Papa-, rezan juntos, y con la comunidad", porque lo necesitan para "el largo viaje que tienen que hacer juntos. Un largo viaje que no es por partes, que dura toda la vida, y necesitan la ayuda de Jesús para caminar juntos".

"Pedimos permiso para no ser invasivos. En familia: ¿puedo hacer esto? ¿te gusta que haga esto?".

"Damos gracias: gracias por el amor, pero dime, ¿cuántas veces al día le das las gracias a tu esposa? ¿Y tú a tu marido? ¿Cuántos días pasan sin decir esta palabra? ¡Gracias!"

"Y la última, perdón. Todos nos equivocamos, y a veces alguno se ofende en la familia, en la pareja; fuerte algunas veces… Se dicen palabras fuertes, pero escuchen este consejo: no terminen el día sin hacer las paces. La paz se rehace cada día en la familia. Pidiendo perdón: ‘perdóname’ y se recomienza de nuevo".

En la mañana del domingo, el Papa Francisco celebró la Santa Misa ante los miles de fieles quer llenaban la plaza, venidos de todo el mundo. La oración, la fe y la alegría en la familia fueron los tres peldaños de la homilía del Papa.

Un primer rasgo de la familia cristiana es que es una familia que ora. Tomando pie en el texto del evangelio del fariseo y el publicano, explicó que, como el publicano, rezamos porque reconocemos humildemente que tenemos necesidad de Dios. "¡Para rezar en familia se requiere sencillez! Rezar juntos el Padre nuestro, alrededor de la mesa, no es una cosa extraordinaria: es fácil. Y rezar juntos el Rosario, en familia, es muy bello, da mucha fuerza. Y también rezar el uno por el otro: el marido por la mujer, la mujer por el marido, ambos por los hijos, los hijos por los padres, por los abuelos… Rezar el uno por el otro. Esto es orar en familia, y esto hace fuerte a la familia: la oración".

La frase de San Pablo al final de su vida, cuando hace balance y dice "He conservado la fe", sirvió al Papa Francisco para subrayar que solo se conserva la fe que se difunde: "Ha conservado la fe porque no se ha limitado a defenderla, sino que la ha anunciado, irradiado, la ha llevado lejos", sin atrincherarse en posiciones defensivas.

Y a partir de ahí preguntó: "¿De qué manera, en familia, conservamos nosotros la fe? ¿La tenemos para nosotros, en nuestra familia, como un bien privado, como una cuenta bancaria, o sabemos compartirla con el testimonio, con la acogida, con la apertura hacia los demás?".

Como el día anterior en la plaza de San Pedro, entre los testimonios se habían escuchado también experiencias de familias que iban a llevar la fe a otros países, advirtió que todas las familias tiene este cometido de difundir la fe: "Son misioneras también en la vida de cada día, haciendo las cosas de todos los días, ¡poniendo en todo la sal y la levadura de la fe!".

Ese testimonio debe ser también el de una familia que vive la alegría, tercer paso de la homilía del Papa. "Me gustaría hacer una pregunta, hoy. Alguno lleva la alegría en su corazón a casa, ¿eh? Como una tarea que resolver. Y se responde a sí mismo. ¿Cómo es la alegría en tu casa?".

Y apeló a la experiencia de las propias familias para decir: "Ustedes lo saben bien: la verdadera alegría que se disfruta en familia no es algo superficial, no viene de las cosas, de las circunstancias favorables… la verdadera alegría viene de la armonía profunda entre las personas, que todos experimentan en su corazón y que nos hace sentir la belleza de estar juntos, de sostenerse mutuamente el camino de la vida".

"A la base de este sentimiento de alegría profunda, afirmó, está la presencia de Dios en la familia, está su amor acogedor, misericordioso, respetuoso hacia todos. Y sobre todo, un amor paciente (…) Solo Dios sabe crear la armonía de las diferencias. Si falta el amor de Dios, también la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos, y se apaga la alegría. Por el contrario, la familia que vive la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad".

 
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