San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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Maleducados
   
Da vergüenza realmente. Invitan a no escuchar. Es tan constante e innecesario que si se está con chicos, o con gente mayor (educada en el respeto), o en un lugar público uno se siente algo avergonzado.

Uno no es "pacato" ni ha vivido en un frasco, aislado de la realidad de la calle, del barrio. Cualquiera, cuando se golpea un dedo descalzo al salir del baño, lanza el primer insulto que se le ocurre y, posiblemente, como casi cualquier insulto esté diciendo algo que en verdad no piensa.

¿Qué tendrá que ver la hermana de vaya uno a saber quién con la propia torpeza? ¿Acaso recordar la mala vida llevada por alguna mujer me calmará el dolor?

Los insultos no tienen mucho sentido. Están instalados como forma de agresión, de ofensa a otro, o intentan canalizar la bronca de algún episodio fortuito que nos gobierna.

Pero no vamos a analizar los insultos y su sinsentido. Son lo que son y, tal vez, tengan su lugar y su momento donde hasta es posible justificarlos.

Pero, por consiguiente, se entiende que si están mas o menos bien ubicados alguna vez, seguramente no lo están en otras ocasiones.

En la calle, en el colectivo, cerca de algún colegio, en una reunión de jóvenes una palabra parece insoslayable. Como dijo alguna vez mi madre, parece que todos son de la misma familia porque todos se llaman igual: “B…”

El lenguaje de la calle es la manera de llamar a la forma de hablar con descuido, algo brutalmente, con cierto descontrol, sin demasiado razonamiento o consideración.

Está claro que no todo el que “anda por la calle” necesariamente habla de ese modo, pero es una forma que cualquiera comprende: el lenguaje de la calle no es algo elevado, académico, correcto o considerado. Va al grano con razón o no.

Suponer que hablar como el hombre de la calle es hablar el idioma del pueblo es una severa confusión de muchos que tienen un micrófono adelante. Aunque también es posible incluir a quien tiene un teclado de computadora o celular. No nos olvidemos de la sarta de vulgaridades de la presidente en su carta al Papa Francisco (Hasta un chico de esos que hablan mal y dicen “B…” a cada rato hubiera puesto mas criterio al escribir).

Si las formas vulgares, irreverentes, insultantes pueden ser propias de ámbitos de incultura, ¿Por qué las utilizará un hombre que se dice culto, educado? Es como si alguien pretendiera ir con ese jogging viejo, zapatillas sucias y una remera con agujeros que usó para pintar en casa, a una fiesta de casamiento

Lamentablemente, desde hace ya demasiados años la vulgaridad es la dueña y señora de muchos que se ubican frente a un micrófono.

Sea en el burdo recurso de las “consignas” para promover que los oyentes llamen a la radio o en la forma de comentar, definir o interactuar de conductores, locutoras, columnistas, etc., los insultos y vulgaridades se vuelcan al aire de las radios más competitivas sin miramiento alguno.

Jorge Lanata –que vive un importante cuarto de hora más allá de su larga trayectoria periodística- es uno de los que sistemáticamente insulta al aire de su programa en radio Mitre y, tal vez en menor medida, en su programa de TV.

Hace pocos días tuve la idea de contar la cantidad de insultos y vulgaridades que se dijeron en 1 minuto en su programa de radio. La cuenta fue de 6. Lo que da 360 por hora y 1.440 por programa. 7.200 por semana. 28.800 por mes.

Este insoportable promedio de vulgaridades no le cabe a Lanata. Lo ayudan a mantener ese “nivel” sus colaboradores en la mesa.

Pero, para que no sea solo Lanata el destinatario de estas observaciones (no sea que alguien piensa que quien escribe estas líneas pertenece al gobierno nacional o simpatiza con él), es posible ubicarlo en la misma línea a Marcelo Longobardi, otrora periodista prolijo y ajeno a insultos al aire y convertido en mas de lo mismo. Longobardi define realidades con insultos y sus colaboradores (locutora, columnistas y humorista) lo acompañan en sus vulgares esfuerzos.

Otros conocidos conductores de radio no se quedan atrás en las vulgaridades: Chiche Gelblung come mientras habla e insulta al aire y también sus colaboradores vuelan igual de bajo en lo referido al cuidado y al respeto.

Fernando Bravo, hombre de “vieja escuela” en lo referido a la forma de conducir su espacio en Continental hace tiempo que se da permiso para insultar –siempre innecesariamente- al aire. Posiblemente en menor grado que otros, pero también lo hace.

Esta forma de “hacer radio”, posiblemente, tenga que ver con que mucho ya dejó de ser como siempre entendimos que debía ser: Un hombre con un micrófono, llegando a miles de oídos (de chicos, grandes, ancianos) debía ser un hombre culto, correcto, respetuoso, equilibrado, mientras informaba, bromeaba o entrevistaba. Estaba comprendida la idea de que un hombre o una mujer de radio debía (como los periodistas gráficos) utilizar una vara alta. Es sabido que los primeros locutores fueron hombres formados y cultos (Desde el Dr. Enrique Susini y durante muchos años). En la gráfica los que escribían se hacían en el oficio aprendiendo de otros que marcaban la senda del buen gusto y el respeto, más allá de los puntos de vista.

En aquellos tiempos y en los actuales también, el natural condicionamiento que aún muchos sostienen (posiblemente la mayoría de la gente profesional o no en cientos de radios en la Argentina) para que no “se les escape” una vulgaridad o algo “de entrecasa”, es más que autocensura, es un acto de respeto al prójimo.

Se puede ser un hábil productor como Chiche Gelblung, un periodista con mucho conocimiento de economía y política como Marcelo Longobardi, un periodista con un gran equipo de investigación como Jorge Lanata, o un gran bastonero de la realidad como Fernando Bravo, sin caer en algo tan berreta como considerar que si se insulta, si se define con vulgaridades y escaso vocabulario “se está más cerca de la gente”.

Tal vez no es eso lo que piensan pero, ¿habrá otra explicación?.

Finalmente, algunos caprichosos e inmaduros suelen tratar de justificar los insultos con un lugar común señalando que “malas palabras” son otras: discriminación, abuso, maltrato, etc.

Malas palabras” son todas y deben ser evitadas porque conllevan maltrato, abuso, discriminación, falta de respeto a otro.


-> Alberto Mora
Director de Contenidos
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