San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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  .: RELIGIOSAS

 
Fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo en San Isidro
   
El sábado 1 de Junio, como ocurre cada año, la feligresía católica reunida en comunidad participó de las actividades en torno de la solemne celebración de Corpus Christi que incluyó la procesión y la Santa Misa oficiada por el obispo de la diócesis, monseñor Oscar Vicente Ojea, en las instalaciones del colegio "Carmen Arriola de Marín" [Av. del Libertador 17.115, Beccar].

Los distintos grupos y representantes de las parroquias de la diócesis se reunieron y no sólo colmaron las gradas y sillas del gimnasio del colegio sino que también poblaron las calles durante la procesión. La Municipalidad de San Isidro, como es habitual, dispuso que personal de la Dirección de Tránsito facilitara el desplazamiento por calles y avenida.

El obispo diocesano, en su homilía, destacó la necesidad de entender el compromiso cristiano como un camino de encuentro, con Cristo y con el prójimo, y de esperanza. "Jesús nos asegura que nunca más vamos a estar solos", expresó.


Homilía completa de monseñor Ojea:

Queridos hermanos, la Eucaristía es, como punto de llegada, un camino de encuentro y como punto de partida, un camino de esperanza.
 
Es un camino de encuentro. Ustedes han venido desde distintas comunidades en esta hora de la tarde para poder celebrar juntos la fiesta diocesana, para poder encontrarnos como comunidad diocesana y para poder encontrarnos con Jesús, que es el gran convocante de esta tarde. Jesús que se quiere quedar.
 
Este camino de encuentro está perfectamente explicado en el Evangelio de hoy.
 
El Señor está rodeado de una multitud, se ha quedado toda la tarde curando enfermos, se ha quedado toda la tarde predicando la palabra, escuchando los problemas que le traen los hermanos y Jesús se conmueve porque percibe que la gente quiere quedarse con él, que la gente quiere estar con él, más allá de la curación, más allá de la palabra.
 
Con Jesús pasaba algo que estaba muy lejos de lo convencional. El corazón sentía calor cuando estaba cerca de Jesús. Y Jesús se compadece de esa multitud y se va a quedar respondiendo a esa hambre de que Jesús esté con ellos. De esos cinco mil hombres. Más allá del frío del desierto, más allá de que cae la noche, más allá de que los discípulos están apurados y quieren que toda la gente se vaya pronto. Jesús quiere responder a ese deseo de su pueblo de querer quedarse con él largamente y responde a través del pan.
 
El pan que representa todo lo que desea el hombre. El pan que es el hogar, el calor, la pertenencia, la madre, la comunidad, la familia, el trabajo.
 
Pensemos en todo lo que hay detrás del pan, ese pan caliente que tantas veces tenemos deseos de comer rodeados de seres queridos y otros que recordamos haber comido junto con seres queridos.
 
El Señor quiere quedarse en ese pan cálido para hacernos sentir familia. El va a construir esta nueva familia que es el nuevo cuerpo de Cristo que es la iglesia.
 
Por eso la Eucaristía es un punto de llegada y cada vez que como el cuerpo del Señor, como dice San Agustín, ese cuerpo que como me transforma en El.
 
 Es lo único que entra en mi cuerpo que yo no lo transformo en mí mismo a través de un proceso químico sino que me transformo en lo que como si de verdad como el cuerpo de Cristo deseando parecerme a El, contagiarme de El, estar unido a El, estar con El, yo también me transformo en pan, en pan que se parte para los demás, en pan de misericordia, en pan de justicia, en pan de ternura, en pan de verdad. Yo también me transformo en ese pan bueno. Por eso decimos “se bueno como el pan”. Y encontramos el pan como la imagen que representa el ser bueno, el ser noble, el estar a la mano, ese pan que se puede partir.
 
Si de verdad comulgamos bien nos transformamos en ese pan. Por eso la Eucaristía como punto de llegada es un camino de encuentro, pero es un camino de encuentro que nos transforma y por eso como partida, la Eucaristía es camino de esperanza. Es lo que vamos a hacer esta tarde.
 
La iglesia por única vez en el año saca el tesoro más grande que tiene que es el Cuerpo de Cristo y lo saca afuera y lo quiere sacar afuera para que nosotros caminemos un ratito con El y para que al caminar podamos mirarlo, adorarlo. Adorar a Cristo en la ostia consagrada también es un modo de querer parecerse a El, de querer contagiarse de su estilo, de querer que todos puedan comer, que ese chico de la representación del comienzo de la Misa, que estaba perdido, que no sabía qué hacer, que se sentía parte de nada, dijo “yo no soy parte de nada”. Ese chico que se sentía fuera de todo, sin ningún horizonte, cuando se lo invita a participar del grupo de jóvenes, prácticamente no lo puede creer. Es ese pan que tiene hambre del otro. Ese pan que tiene hambre del hermano, del hermano que se pueda integrar, del hermano que pueda comer con él.
 
Es el pan de la esperanza y el pan de la esperanza queridos hermanos es poder comer el Pan de Vida en este encuentro con tantos hermanos nuestros que desearíamos que estuvieran con nosotros y no están, con tantos chicos nuestros, con tantos jóvenes de nuestros barrios que necesitan integrarse con nosotros o que nosotros podamos hacer el esfuerzo de integrarlos y no hacerlos sentir que ya están afuera, que ya son otra cosa.
 
Por eso decimos que la Eucaristía como punto de partida es camino de esperanza. Vamos a caminar con el Señor, vamos a mirarlo, vamos a adorarlo, vamos a recibir su bendición, que es el modo que tiene el Señor de expresar su cercanía, además de la comunión, pero vamos a hacerlo para parecernos a Jesús, para parecernos a ese pan, mirándolo bien, pidiéndolo con toda el alma, renovando el día de nuestra primera comunión y queriendo adorar al Señor, acompañándolo en este camino que es la iglesia, que es camino de esperanza, vamos a pedirle ser, nosotros, parte de un pan que incluya a los hermanos, de un pan que no excluya a nadie, sino de ese pan caliente que sepa dar hogar, familia, pertenencia, casa, a tantos chicos solos.
 
Hablaban los títeres del vacío, de la soledad. Es el gran problema de este tiempo. Tenemos terror de sentirnos solos. Tenemos terror de la soledad. Tenemos terror del vacío. Y quedarse con Jesús y ese pan caliente que es Jesús nos asegura que nunca más vamos a estar solos.
 
El Señor ha venido de esta manera a quedarse con nosotros para que nunca más el hombre esté solo. Pero para que no esté solo nosotros tenemos que trabajar con esperanza, tenemos que ser auténticamente iglesia, auténtica familia, que tenga esa delicadeza del corazón de dar lugar y dar cabida en el barrio, a todos.
 
Que el Señor así nos lo conceda.

 
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