León Ferrari, cuyas obras abundan en la combinación de símbolos religiosos con imágenes bélicas, eróticas, y burlonas de toda clase, será el centro de una clase especial que se dará en la Escuela de Bellas Artes "Regina Pacis" (Reina de la Paz, en latín), una institución nacida en la década del '60.
No se precisa en la gacetilla de prensa si la actividad -que tiene un costo de 50$ y estará a cargo de Germán Caporale, Germán Cunese y Ramiro Ladrón de Guevara- abordará con algún criterio inteligente y equilibrado las brutales ofensas a la fe católica que destila Ferrari.
Según se sabe Ferrari se lo reconoce como un "artista", aunque una simple observación de su producción lo muestra como un deliberado provocador, agresivo, vulgar y monotemático. Su aversión a Cristo, su Santísima Madre y la fe lo lleva a buscar hasta los más infantiles recursos para ofender a los creyentes que, a pesar de Ferrari, son muchos y fieles.
No obstante ello, cuando León Ferrari anuncia una muestra en algún lugar no son pocos los que reaccionan, aunque sus seguidores y una extraña tropa de "librepensadores" cuestionan que se lo señale por sus agresiones, disfrazadas de "obras de arte".
La sola exhibición de algunas de sus "obras" provoca, en cualquier persona con buen gusto y algo de civilidad, un natural rechazo ya que, una escultura o una pintura podrá ser un producto opinable. Habrá quienes piensen que es lindo o feo, pero si lo que primero se ve de esa pieza es una ofensa a la fe (aunque no sea la propia) y de modo casi permanente, eso no es arte sino propaganda o agresión gratuita.
Bajo, vulgar, pueril, ignorante, sin tacto y, probablemente, sin demasiada inteligencia, Ferrari subsiste en el circuito "artístico" sobre la base de una anodina forma de ver la "cultura" donde todo, o casi todo, vale: basura amontonada, toallitas íntimas conformando un vestido (como lo que se vio en Arte Espacio), tubos plásticos arrumbados, etc. cualquier cosa puede ser considerado en estos días y en muchos lugares una manifestación de arte o de cultura.
Es así, como a escasos metros de la iglesia catedral de San Isidro, donde una devoción religiosa devino en un pueblo y luego en un pujante partido, referencia de muchos otros, a alguien se le ocurre ubicar a León Ferrari como tema central de una clase especial y abierta.
Es de recordar lo ocurrido hace unos años con una muestra de las barbaridades de este hombre en el Centro Cultural Recoleta que provocó que el cardenal Bergoglio hasta propusiera un día de ayuno y oración en repararación por las ofensas de Ferrari a la grey católica, mientras el secretario de Cultura de ese momento, Gustavo López, defendiera la exposición relativizando las blasfemias diciendo que sólo era un "hecho artístico".
