San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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Existe un camino: Ponerse de pie y actuar
   
En la brutal y descarnada pendiente hacia abajo que transita la televisión argentina -en especial la de los canales de aire- los espectadores, pasivos por naturaleza, han llegado a la insensibilidad casi total.

No parece haber ofensa, grosería, vulgaridad o tergiversación de conceptos que despierte a la teleaudiencia y la haga reaccionar, rechazar, cuestionar nada con real firmeza, lo cual permite y autoriza a que la espiral de procacidad y torpe decadencia continúe.

Abundancia de insultos, barbaridades, actos privados de mujeres ya no de dudosa honestidad, sino de comprobable promiscuidad, incapaces puestos a conductores, escándalos de bataclanas, insistencia en burdos lugares comunes, homosexualismo omnipresente, relativismo en casi cada pretensión de análisis. Todo un arsenal frente al cual ya pocos o nadie reacciona. En general, se ve lo que hay, sea porque uno ya "compró" o por "poner la cabeza en otra cosa", distinta del trajín diario del trabajo.

Marcelo Tinelli -tal vez el gran ícono de la decadencia de la televisión argentina-, el canal con el que comparte su procaz negocio, Alejandro Fantino y su desfile de marginales y groserías, y todos los programas que repiten hasta la eternidad los dichos, errores y escándalos, en un sinfín de contenidos de bajo vuelo que termina por acostumbrar a los pobres televidentes a la basura, el refrito y la liviandad.

Sin reacción, adormecidos, insensibilidados, destinando horas laxas a ver "mas de lo mismo", sea en los supuestos programas de espectáculos (en realidad de escándalos) o en los noticieros (que en no pocas ocasiones también transitan los mismos caminos del arrabal del buen gusto), los espectadores reciben, absorben, incorporan, repiten y comentan el mismo menú que engorda pero no alimenta.

Frente a este desperdicio de un recurso fabuloso como es la televisión, no hay reacción de ninguna clase. Ni los televidentes, ni las asociaciones de consumidores (que podrían impulsar acciones de rechazo a las empresas que auspician tanta bajeza), ni el Estado se ocupan de frenar con ejemplares medidas lo que los productores, medios y responsables envían a diario al seno de cada hogar.


¿Es censura?

Proteger no sólo a los niños y niñas, sino también a adultos respetables y respetuosos, honestos y educados, debe ser tarea del Estado y en defensa de ellos es que debe actuar sin importar que los medios respondan corporativamente.

Se puede considerar tal protección como censura y no estaría mal. Porque "censuraríamos" que un niño se urgue la nariz y deposite el resultado en un sillón o un mantel, "censuraríamos" que alguien se apropie de lo que no le pertenece, "censuramos" que alguien nos ofenda o nos insulte, "censuraríamos" que alguien ingrese a nuestra casa e irreverentemente nos diga que lo que pensamos o decimos es una estupidez y "censuraríamos" que alguien nos entregue basura dentro de un recipiente de helado.


Inteligencia, estrategia y acción

Se dice que el EE.UU. las asociaciones de consumidores salen a anunciar a las empresas auspiciantes que no comprarán sus productos ni contratarán sus servicios si continúan respaldando programas que atentan contra el buen gusto, la decencia, la familia y las buenas costumbres. Es una buena acción pero, ¿sería posible en nuestro país? ¿Podríamos juntarnos suficientes personas para anunciar eso y hacer que las empresas "sientan" este rechazo? ¿O serían unos pocos los que lo harían y quedaría todo en una anécdota?

Independientemente de lo que ocurra en aquel país del norte, deberíamos pensar en unir voluntades en este sentido:

  • Si un partido político nos ensucia la calle, el frente, los postes, les mandamos cientos de mails para decirle que no los votaremos si siguen haciendo eso.
  • Si cualquiera en un programa de televisión o de radio lanza improperios, insulta, ridiculiza aspectos morales o religiosos, si se estimulan prejuicios, reaccionar enviando y haciendo enviar mails y mensajes a la producción, a las autoridades del medio y a las empresas auspiciantes.
  • Si un programa de televisión nos ofende con sus contenidos, tomamos nota de todas las marcas y empresas que aparecen en las tandas publicitarias y les enviamos cartas y mails a empresas y agencias diciéndoles que NO compraremos sus productos hasta que quiten sus avisos de esa producción.
  • Si una empresa nos quiere vender sus productos o servicios en un aviso televisivo, radial o gráfico, con recursos de mal gusto o donde se "cosifica" a la mujer, se duda del honor de alguien o se asocia la felicidad o la diversión al consumo de alcohol, también les mandamos mails y cartas, comunicádoles nuestro rechazo.

Sólo ejemplos de una ciudadanía activa frente a distintas formas de abuso cotidiano. Tal vez no solucione todo, pero qué interesante sería que quienes se nos ofrecen con sus productos a traves de los medios de comunicación supieran que en los hogares, en los autos, caminando por la calle, hay personas de distinta edad y condición que esperan y necesitan ser tratados como tales, con respeto.

Considerar que "cada uno puede ver lo que quiera" o que "si no te gusta podés cambiar de canal o de radio" no evita el daño que se le hace a la comunidad. ¿Acaso por que a mí no me lastime es menos grave una agresión?

Asumir un concreto grado de activismo cívico -como los españoles lo han hecho recientemente y en otras oportunidades- nos puede transformar a nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes, en un conjunto al que consideren de otro modo los que preparan los contenidos y sus formas en la tele y el resto de los medios.

-> Alberto Mora

 
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