San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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No estamos preparados
   
Tu cuerpo y el mío no están preparados para muchas cosas, y no me refiero a realizar proezas deportivas dignas de una medalla de oro o acciones parecidas.

Sometido a abusos de toda clase, el cuerpo de cada uno debe soportar, acomodarse, tolerar, sobrellevar las más difíciles exigencias y, en algún momento, pasará factura.

Ahí van, por sólo mencionar algunos, ejemplos fáciles de entender:


No está preparado para que fumes

Tus pulmones esperan recibir aire para conseguir el oxígeno que necesitan tus células para cumplir con sus funciones. Sin embargo, se nos ocurre enviarle humo de cigarrillos con todos sus químicos y aditivos.

Los “fuelles” deberán sobrellevar esta tragedia y, de a poco, se irá obstruyendo sin remedio el exacto lugar en que se produce el intercambio gaseoso que te permite vivir.

No interesa si el humo que le enviás es de cigarrillos baratos de tabaco, de carísimos habanos cubanos o de la por demás nociva marihuana. En todos los casos es humo y en abundancia para un órgano increíble… que espera aire. Y cuanto más puro mejor.


Tu cuerpo no está preparado para no descansar

Jornadas interminables de trabajo, pocas horas de sueño, salidas de fin de semana sin freno al movimiento, dormir de día, son exigencias que mientras sos joven no parecen tan terribles, hay energía y entusiasmo.

Pero el precio se paga igual en el rendimiento, la concentración, la calidad de vida.

En los ya adultos la falta de un correcto descanso provoca desequilibrios de toda índole y en los lugares más disímiles del cuerpo: dolores de cabeza, contracturas, sueño interrumpido, molestias musculares, mal humor, etc.

Trabajamos mucho y pensamos que con una o dos noches por semana podemos reponer las energías para seguir. Un error propio de estos tiempos de estrés y presiones varias.


Tu cuerpo no está para someterlo a perforaciones y heridas controladas en busca de ser un trasgresor "en contra del sistema" o embanderándose a favor de efímeras causas.

El piercing (toda esa gama de metales que atraviesan brutalmente lóbulos, narices, cejas, labios, pezones, etc.) y los tatuajes son, literalmente, formas “controladas” de agresión al cuerpo. El piercing atraviesa, se produce una herida y el cuerpo debe cicatrizar (en no pocos casos sufrir una infección) para que ese metal permanezca en ese lugar.

El tatuaje, por su parte, es una lastimadura controlada, realizada con una herramienta que va hiriendo al tiempo que pinta. La piel –el órgano más grande que tenemos y que envuelve el cuerpo protegiéndolo- debe sobrellevar estos caprichos de identificación o travesura adolescente cerrando las heridas como recurso para seguir cumpliendo su función.


Tu cuerpo y el mío no están preparados para comer lo que comemos

Cantidades increíbles de grasas, azúcares y alcohol, por sólo mencionar tres de los elementos que parecen no faltar en la “dieta” de muchos.

La obesidad -que se registra desde la corta edad de un niño y hasta la entrada en Buenos Aires- responde claramente a una mala calidad en la alimentación y el abandono de normas básicas de vida: una sociedad sobre estimulada para el consumo de productos alimenticios innecesarios o con conservantes, exceso de golosinas y gaseosas, y hábitos no controlados frente a las bebidas alcohólicas, componen un escenario de gran complejidad que atenta contra el conjunto de la población, ya que los males que estas ingestas producen terminan afectando el mundo laboral y la salud pública.

Por distintas razones, se come mucho y de lo que no conviene, se mastica poco, se hace poco ejercicio y se bebe en exceso, asumiendo que la diversión y “la buena vida” necesitan siempre de esos componentes.

Mientras tanto, el cuerpo va pasando facturas: “rollos” por doquier, desequilibrios metabólicos de toda clase, malestares digestivos frecuentes, descontrol y no pocos “accidentes”.*

Tu cuerpo no está preparado para las drogas

Ronda desde siempre la creencia de que hay quien puede consumir cocaína, marihuana u otras drogas y mantener la cordura, el equilibrio, dejarlas periódicamente y… llegar a viejo.

Se mencionan “ejemplos” de músicos, cantantes, actores, etc. que han consumido y consumen drogas y ahí andan… haciendo de las suyas en el escenario y ganando dinero en abundancia.

Algunos aseguran que no la pasan mal porque los estupefacientes que usan son de alta calidad (“de la buena”) y es la máxima de las fantasías: Tu vías respiratorias no están preparadas para recibir ningún polvo, ningún humo, sea de la calidad que sea. Y tus neuronas o tu corazón no tardarán en acusar los daños que provoca el consumo de un estimulante en pastillas junto al alcohol, que siempre deprime, de cocaína o marihuana.

Tus piernas están preparadas para caminar, para saltar, para correr, para bailar, no para tenerlas inmóviles mientras tu cuerpo está apenas inquieto frente a una computadora o un videojuego donde aparecen recreaciones de jugadores de fútbol.

El juego, la diversión, el festejo, el encuentro, merecen que pongamos nuestra energía en cosas que no son de todos los días, es cierto. Juntarnos con amigos y familia a celebrar un cumpleaños o una despedida, puede significar que la mesa tenga variedad, pero estará en cada uno ser dueño de su vida y ponerle privadamente un tope a aquello que no hace bien y quita la libertad o la salud.

El cuerpo -una maravilla de la creación-, equilibrado por naturaleza, donde cada pieza está en su lugar sabiamente ubicada y nos permite cobijar nuestra humanidad y nuestra trascendencia, trabajar, abrazar, divertirnos y construir… merece cuidado.

Los que creemos en que Dios nos regaló esta asombrosa maquinaria que es el cuerpo y que la hizo templo del alma, tenemos una razón adicional para cuidarla. Quienes carezcan de esta mirada siguen teniendo motivos para mantenerla en buen funcionamiento: los proyectos, la familia, los hijos, el bienestar.

Frágil -a pesar de la fortaleza a la que puede llegar-, nuestro cuerpo espera un mejor trato y agradecerá tarde o temprano todos los NO que les digamos a los excesos, a las acciones inoportunas y a los ritmos peleados con la naturaleza.


-> Alberto Mora

 
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