"La economía necesita de la ética, como lo demuestra la imposición de
una finanza ética y de los sistemas de microcrédito y microfinanciación. En las
intervenciones para el desarrollo se debe considerar en primer lugar la
centralidad de la persona humana, mientras las organizaciones internacionales
deben cuestionarse la eficacia de su propio equipo de cooperación en relación a
los fines que persiguen."
Este es uno de los pasajes centrales de la nueva encíclica de
Benedicto XVI, Caritas in Veritate, que ha sido
publicada el martes 7 de Julio y firmada por el Papa en
los días anteriores.
Ante los sufrimientos de la humanidad, observó el Papa Benedicto
XVI, la ONU se demostró incapaz de afrontar las sacudidas de la
globalización. El Papa acusó a las agencias de la ONU de querer imponer planes
de control de los nacimientos a los países pobres, incluso con el
aborto.
En la Sala de Prensa de la Santa Sede fue presentada la
tercera encíclica de su pontificado y la primera de carácter social, donde el
Papa Benedicto XVI plantea una nueva síntesis humanista que
permita superar los desafíos de la globalización y explica cómo la caridad es el
pilar sobre el que debe reedificarse la sociedad.
Al referirse a los desafíos que plantea la situación global actual, el
Pontífice indica que “los aspectos de la crisis y sus soluciones, así
como la posibilidad de un futuro nuevo desarrollo, están cada vez más
interrelacionados, se implican recíprocamente, requieren nuevos esfuerzos de
comprensión unitaria y una nueva síntesis humanista”.
“Se sigue produciendo ‘el escándalo de las disparidades hirientes’.
Lamentablemente, hay corrupción e ilegalidad tanto en el comportamiento de
sujetos económicos y políticos de los países ricos, nuevos y antiguos, como en
los países pobres. La falta de respeto de los derechos humanos de los
trabajadores es provocada a veces por grandes empresas multinacionales y también
por grupos de producción local. Las ayudas internacionales se han desviado con
frecuencia de su finalidad por irresponsabilidades tanto en los donantes como en
los beneficiarios”.
El Papa recuerda que “no basta progresar sólo desde el punto de vista
económico y tecnológico. El desarrollo necesita ser ante todo auténtico e
integral. El salir del atraso económico, algo en sí mismo positivo, no soluciona
la problemática compleja de la promoción del hombre, ni en los países
protagonistas de estos adelantos, ni en los países económicamente ya
desarrollados, ni en los que todavía son pobres, los cuales pueden sufrir,
además de antiguas formas de explotación, las consecuencias negativas que se
derivan de un crecimiento marcado por desviaciones y
desequilibrios”.
El Santo Padre resalta asimismo que “desde el punto de vista social,
a los sistemas de protección y previsión, ya existentes en tiempos de Pablo VI
en muchos países, les cuesta trabajo, y les costará todavía más en el futuro,
lograr sus objetivos de verdadera justicia social dentro de un cuadro de fuerzas
profundamente transformado”.
“La invitación de la doctrina social de la Iglesia, empezando por la
Rerum novarum, a dar vida a asociaciones de trabajadores para defender sus
propios derechos ha de ser respetada, hoy más que ayer, dando ante todo una
respuesta pronta y de altas miras a la urgencia de establecer nuevas sinergias
en el ámbito internacional y local”.
Benedicto XVI señala luego que “la movilidad
laboral, asociada a la desregulación generalizada” es un desafío que
exige una adecuada respuesta para que no suceda que “la incertidumbre
sobre las condiciones de trabajo a causa de la movilidad y la
desregulación” se haga “endémica” generando “formas de
inestabilidad psicológica, de dificultad para crear caminos propios coherentes
en la vida, incluido el del matrimonio”.
Por ello, recalca el Santo Padre dirigiéndose especialmente a los
gobernantes, “el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es
el hombre, la persona en su integridad: ‘Pues el hombre es el autor, el centro y
el fin de toda la vida económico-social’”.
Al hablar del desafío del hambre en el mundo, el Pontífice precisa que hace
falta un sistema de instituciones capaces de asegurar el alimento, así como la
maduración de una “conciencia solidaria que considere la alimentación y
el acceso al agua como derechos universales de todos los seres humanos, sin
distinciones ni discriminaciones. Es importante destacar, además, que la vía
solidaria hacia el desarrollo de los países pobres puede ser un proyecto de
solución de la crisis global actual, como lo han intuido en los últimos tiempos
hombres políticos y responsables de instituciones internacionales”.
El Papa precisa también que existe un aspecto de la vida de hoy “muy
estrechamente unido con el desarrollo: la negación del derecho a la libertad
religiosa”. “La violencia frena el desarrollo auténtico e
impide la evolución de los pueblos hacia un mayor bienestar socioeconómico y
espiritual. Esto ocurre especialmente con el terrorismo de inspiración
fundamentalista, que causa dolor, devastación y muerte, bloquea el diálogo entre
las naciones y desvía grandes recursos de su empleo pacífico y
civil”.
Ante estos desafíos urgentes, el Santo Padre explica que “el saber
humano es insuficiente y las conclusiones de las ciencias no podrán indicar por
sí solas la vía hacia el desarrollo integral del hombre. Siempre hay que
lanzarse más allá: lo exige la caridad en la verdad. Pero ir más allá nunca
significa prescindir de las conclusiones de la razón, ni contradecir sus
resultados. No existe la inteligencia y después el amor: existe el amor rico en
inteligencia y la inteligencia llena de amor”.
“Las grandes novedades que presenta hoy el cuadro del desarrollo de
los pueblos plantean en muchos casos la exigencia de nuevas soluciones. Éstas
han de buscarse, a la vez, en el respeto de las leyes propias de cada cosa y a
la luz de una visión integral del hombre que refleje los diversos aspectos de la
persona humana, considerada con la mirada purificada por la caridad”,
dice Benedicto XVI en la Caritas in veritate.
El Papa subraya también la “convergencia entre ciencia económica y
valoración moral. Los costos humanos son siempre también costos económicos y las
disfunciones económicas comportan igualmente costos humanos” y explica
que “reducir el nivel de tutela de los derechos de los trabajadores y
renunciar a mecanismos de redistribución del rédito con el fin de que el país
adquiera mayor competitividad internacional, impiden consolidar un desarrollo
duradero”.
“Más de cuarenta años después de la Populorum progressio, su
argumento de fondo, el progreso, sigue siendo aún un problema abierto, que se ha
hecho más agudo y perentorio por la crisis económico-financiera que se está
produciendo. Hemos de reconocer lo difícil que ha sido este recorrido, tanto por
nuevas formas de colonialismo y dependencia de antiguos y nuevos países
hegemónicos, como por graves irresponsabilidades internas en los propios países
que se han independizado”.
“La novedad principal ha sido el estallido de la interdependencia
planetaria, ya comúnmente llamada globalización”, resalta el Papa y expresa que
“una de las pobrezas más hondas que el hombre puede experimentar es la soledad.
Ciertamente, también las otras pobrezas, incluidas las materiales, nacen del
aislamiento, del no ser amados o de la dificultad de amar”.
Luego de precisar que “el desarrollo de los pueblos depende sobre
todo de que se reconozcan como parte de una sola familia, que colabora con
verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto
al otro”, Benedicto XVI afirma que el
“desarrollo coincide con el de la inclusión relacional de todas las
personas y de todos los pueblos en la única comunidad de la familia humana, que
se construye en la solidaridad sobre la base de los valores fundamentales de la
justicia y la paz”.
Al hablar entonces del papel de las religiones para el desarrollo integral,
el Pontífice reitera que “la religión cristiana y las otras religiones
pueden contribuir al desarrollo solamente si Dios tiene un lugar en la esfera
pública, con específica referencia a la dimensión cultural, social, económica y,
en particular, política. La doctrina social de la Iglesia ha nacido para
reivindicar esa ‘carta de ciudadanía’ de la religión cristiana”.
Benedicto XVI se refiere luego a la necesidad de que el
principio de subsidiaridad se mantenga íntimamente unido al principio de la
solidaridad y viceversa, porque “así como la subsidiaridad sin la
solidaridad desemboca en el particularismo social, también es cierto que la
solidaridad sin la subsidiaridad acabaría en el asistencialismo que humilla al
necesitado. Esta regla de carácter general se ha de tener muy en cuenta incluso
cuando se afrontan los temas sobre las ayudas internacionales al
desarrollo”.
Al hablar sobre las migraciones y su relación con el desarrollo, el Papa
considera que la política que sirva de la mejor manera a responder a este
desafío “hay que desarrollarla partiendo de una estrecha colaboración
entre los países de procedencia y de destino de los emigrantes; ha de ir
acompañada de adecuadas normativas internacionales capaces de armonizar los
diversos ordenamientos legislativos. Ningún país por sí solo puede ser capaz de
hacer frente a los problemas migratorios actuales”.
El Papa también plantea, en términos económicos, una regulación “del
sector capaz de salvaguardar a los sujetos más débiles e impedir escandalosas
especulaciones, cuanto la experimentación de nuevas formas de finanzas
destinadas a favorecer proyectos de desarrollo, son experiencias positivas que
se han de profundizar y alentar, reclamando la propia responsabilidad del
ahorrador”.
“Ante el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también
en presencia de una recesión de alcance global, se siente mucho la urgencia de
la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la
arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción
real al concepto de familia de naciones. Y se siente la urgencia de encontrar
formas innovadoras para poner en práctica el principio de la responsabilidad de
proteger y dar también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones
más pobres”.
“El tema del desarrollo de los pueblos está íntimamente unido al del
desarrollo de cada hombre”, prosigue el Papa; y señala que “la técnica –conviene
subrayarlo– es un hecho profundamente humano, vinculado a la autonomía y
libertad del hombre. En la técnica se manifiesta y confirma el dominio del
espíritu sobre la materia. La técnica, por lo tanto, se inserta en el mandato de
cultivar y custodiar la tierra, que Dios ha confiado al hombre, y se orienta a
reforzar esa alianza entre ser humano y medio ambiente que debe reflejar el amor
creador de Dios”.
“El verdadero desarrollo no consiste principalmente en hacer. La
clave del desarrollo está en una inteligencia capaz de entender la técnica y de
captar el significado plenamente humano del quehacer del hombre, según el
horizonte de sentido de la persona considerada en la globalidad de su
ser”, alerta luego el Santo Padre.
La técnica nunca es suficiente para lograr el desarrollo, precisa
Benedicto XVI, y asegura que “el desarrollo es
imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que
sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común”.
El Pontífice también habla del lugar de los medios de comunicación ante el
desarrollo y explica que estos deben estar “centrados en la promoción de
la dignidad de las personas y de los pueblos, que estén expresamente animados
por la caridad y se pongan al servicio de la verdad, del bien y de la
fraternidad natural y sobrenatural”.
Luego de indicar que “la fuerza más poderosa al servicio del
desarrollo es un humanismo cristiano, que vivifique la caridad y que se deje
guiar por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de
Dios”, Benedicto XVI advierte que, al contrario,
“la cerrazón ideológica a Dios y el indiferentismo ateo, que olvida al
Creador y corre el peligro de olvidar también los valores humanos, se presentan
hoy como uno de los mayores obstáculos para el desarrollo”.
“El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano. Solamente
un humanismo abierto al Absoluto nos puede guiar en la promoción y realización
de formas de vida social y civil –en el ámbito de las estructuras, las
instituciones, la cultura y el ethos–, protegiéndonos del riesgo de quedar
apresados por las modas del momento”, prosigue.
Por eso, explica, “el desarrollo necesita cristianos con los brazos
levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de
verdad, cáritas in veritate, del que procede el auténtico desarrollo, no es el
resultado de nuestro esfuerzo sino un don. Por ello, también en los momentos más
difíciles y complejos, además de actuar con sensatez, hemos de volvernos ante
todo a su amor”.
“El desarrollo conlleva atención a la vida espiritual, tener en
cuenta seriamente la experiencia de fe en Dios, de fraternidad espiritual en
Cristo, de confianza en la Providencia y en la Misericordia divina, de amor y
perdón, de renuncia a uno mismo, de acogida del prójimo, de justicia y de
paz”, agrega.
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