Están recibiendo donaciones de ropa, objetos, muebles, artículos del hogar, etc. Se pueden acercar todos los días de 8:00 a 19:00 a la avenida Del Libertador 16.895, San Isidro.
El Hogar Marín acaba de cumplir 100 años en San Isidro desde que la Congregación de las Hermanitas de los Pobres -fundada en 1839 por Santa Marie de la Croix Jugan- llegó, como a más de 30 países, para asistir a ancianos sin posibilidades económicas o con dificultades para vivir solos o con sus familias.
Además de las religiosas una importante cantidad de empleados trabajan cubriendo las múltiples tareas de atención. A ellos se suman los voluntarios que se acercan para colaborar con distintas actividades, en especial, al momento de las comidas.
La Providencia siempre ha sido generosa con la obra y San José, en quien tanto confían, constantemente les ha dado muestras de cómo Dios no abandona a quienes lo siguen.
Un anciano puede hacer tareas de jardín, ayudar a tender la ropa, repartir cuadernillos para la misa, estar en la recepción del Hogar, lo que cada uno podría hacer si estuviera con su familia en su casa. Es una forma de sentir como propio el lugar y ser útil.
El inmenso edificio y sus jardines, con sus distintos espacios, la capilla, el quincho, requieren una dedicación constante y es evidente la limpieza y el orden que todo tiene.
Las empleadas, además de realizar múltiples tareas en el Hogar, son cálidas acompañantes de los ancianos, pacientes, dedicadas y entusiastas. Es su trabajo y tienen su retribución como corresponde, pero es grato comprobar el cariño que vuelcan en la relación con ellos. Muchas trabajan allí desde hace muchos años y comprenden el valor que tiene su función para la calidad de vida de los ancianos.
Entre los ancianos hay quienes tienen buena salud y energía suficiente para concurrir al comedor, como también otros con dificultades y necesidad de atención especial que están en cama todo el día.
Una visita al Hogar, como lo hacen jóvenes de instituciones educativas, permite comprobar cómo viven los ancianos gracias a las Hermanitas de los Pobres y lo bien que se sienten de estar allí, a pesar de que, como se sabe, para la mayoría no hay mejor lugar que estar en su casa con su familia.
Hay personas que llegan a la ancianidad sin familiares, o que teniéndolos no pueden afrontar los gastos de cuidadores domiciliarios o de un geriátrico. Es ahí cuando el Hogar Marín se ofrece como una opción inmejorable.
Las Hermanitas realizan una selección de quienes buscan ingresar y, superado el período de prueba y adaptación, con el aporte del 80% de la jubilación de quienes la reciben (no todos tienen jubilación, ya que allí sólo entran quienes tienen carencias económicas) y la ayuda de bienhechores.
En el Hogar Marín, los residentes cuentan con habitación propia, TV y lavatorio individual. Hay una biblioteca, una cantina, un salón de actos, una capilla, un área de enfermería de mujeres y otra de hombres, un lavadero, un quincho con parrilla y un jardín inmenso: todo pensado en función del bienestar de los ancianos.
La misión a la que están dedicadas las Hermanitas, con la colaboración de empleados y voluntarios es servir a quienes sufren a causa de la edad, la pobreza, la soledad u otras dificultades.
Ese servicio a los residentes se traduce en muchas acciones cotidianas, desde conversar con ellos, darles de comer, ayudarlos a rezar, brindarles un espacio agradable, ocuparse de ellos ante sus temas de salud, como sucede en una buena familia.