Entre 2014 y 2019 la cantidad de nacimientos disminuyó casi un 20% y la tasa de natalidad se redujo un 22%, lo que es insuficiente para mantener la población del país.
La tasa de natalidad -que se había mantenido más o menos estable en los 20 años previos- comenzó a descender abruptamente a partir del 2014.
En ese año hubo 777.012 nacimientos y en 2019 sólo 625.441, mientras la tasa de natalidad descendió de 18,2 a 13,9. En 2014 cada mujer tenía 2,32 hijos y apenas 5 años después 1,81, lo que impide el reemplazo poblacional.
Además de otros factores, los gobiernos se han empecinado en reducir la población. El ministerio de Salud cuando Cristina Fernández era presidente incorporó en 2014 el implante subdérmico (anticonceptivo de larga duración orientado a mujeres de menos de 25 años) como parte de la “canasta de medicamentos” que distribuye el programa Remediar. Y al año siguiente fue ese mismo ministerio -confabulado con la organización genocida internacional I.P.P.F.- redactó el protocolo de abortos “no punibles”.
Dos años después la alianza gobernante con Mauricio Macri en la presidencia implementó el Plan ENIA para reducir el embarazo en adolescentes (consejerías en salud sexual, anticoncepción y aborto). En 2018 impulsó el debate en el Congreso para imponer el aborto legal que logró (con trampas) la media sanción y fracasó en el Senado.
Pero inmediatamente, el gobierno macrista aprobó la dosis abortiva del Misoprostol y compró partidas para distribuir en hospitales.
La Argentina no para de fracasar en el manejo de la economía, en la caída en picada de la educación pública y está peligrosamente despoblada. Es una torpeza política boicotear el natural crecimiento demográfico con programas antinatalistas.
Sin población no hay futuro posible. Y si lo hay, no será bueno.
[Fuente: Notivida]
-> Alberto Mora