María del Valle González López había nacido y crecido en Arroyito, cerca del desierto norte de Desaguadero. Tenía 23 años al morir este domingo 11 de Abril en el Hospital "Alfredo Italo Perrupato", en San Martín (Mendoza). Su hijo sólo algunas semanas cuando falleció la semana anterior. Ella presidía la Juventud Radical de La Paz y estudiaba licenciatura en Trabajo Social en la Universidad de Cuyo.
Según trascendió, la joven quiso terminar con la vida de su hijo haciendo uso de la legislación impuesta en Diciembre de 2020 que permite el aborto a demanda, es decir, por el sólo deseo de su madre.
El miércoles 7 de Abril habría recibido en el Hospital de La Paz "Arturo Illia" la droga Misoprostol para llevar a cabo su cometido, el viernes se sintió mal y con sangrado, el sábado debió ser trasladada 100 km hasta San Martín, donde fue internada y al día siguiente falleció, aparentemente por un cuadro de septicemia (una infección generalizada con caída severa de la presión arterial, formación de coágulos y falla multiorgánica)
La investigación judicial iniciada por intervención del fiscal Héctor Gustavo Rosas y el resultado de la autopsia realizada por el Cuerpo Médico Forense pondrán claridad sobre lo sucedido. Según fuentes judiciales la muerte podría ser el resultado de una "mala praxis".
Duele pensar en la muerte de una persona joven, vital, en su plenitud. Pero su hijo, inocente, indefenso, de pocas semanas, quedó en un segundo plano. Despreciado.
Si la muerte de María del Valle González López es consecuencia del Misoprostol que le prescribieron -y todo parece indicar que así fue-, será otra víctima más de la locura política argentina. La misma que, desoyendo a la Constitución, a la mayoría del pueblo, a la realidad, a la decencia, acercó la posibilidad de la muerte "legal" de esta joven y de su hijo.
La droga suministrada -el método que mayoritariamente se está usando en hospitales y centros de atención primaria- hace que la madre sea testigo presencial de la muerte de su hijo, a quien ve entre la sangre de las pérdidas en su casa. Una escena que queda en la memoria de la mujer, aunque le hayan "vendido" la idea de que sólo se es madre al querer serlo o al parir.
María del Valle González López pensó que el hijo que se gestaba en su útero era un problema, una circunstancia inoportuna, un obstáculo para sus proyectos, algo no planeado que debía desaparecer. En cualquier caso, podemos descartar que eso la convirtiera en mala persona pero sí es preciso definir lo sucedido como la consecuencia de una estrategia maquiavélica, promovida por un poder internacional, aceitada por la política local, fogoneada por organizaciones locales y naturalizada por los medios de comunicación.
No sabemos si Mari -como la llamaban- celebró la aprobación del aborto a demanda, pero es imaginable que sí. Su pertenencia partidaria, su edad y su ida al hospital a pedir la eliminación de su hijo, nos hace pensar que habrá militado por la falsedad del aborto "seguro y gratuito".
Definitivamente no debió morir y quien piense eso está equivocado. Ni debió buscar la muerte de su hijo ni ella debió perder la vida. Y todo se hubiera evitado si hubiera encontrado quién la aconseje y acompañe adecuadamente.
Porque de eso se trata: La ley genocida existe, pero muchas mujeres no irán a la salita del barrio o al hospital a pedir un aborto. Y muchas ante la "propuesta" del médico dirán que no.
El trabajo de cada integrante del polimorfo movimiento provida está en ser activos promotores de lo que dicen defender en su barrio, su edificio, su club, su colegio. Una mujer en problemas (y una que considera pedir un aborto lo está) necesita encontrarse con alguien que haga todo su esfuerzo para que desista, para que vea que un hijo jamás será un problema tan serio, para que comprenda que matarlo no es bueno, para que entienda que no está sola.
Esta mendocina y su hijo fueron víctimas del odio a la vida que desde hace muchas décadas busca la destrucción de la Argentina. La batalla continúa.