• seguir el camino del socialismo,
• defender la dictadura democrática del pueblo,
• defender el liderazgo del Partido y
• defender el marxismo-leninismo y el pensamiento de Mao Zedong.

Desde Wuhan el coronavirus COVID-19 sembró el pánico por el mundo y ha hecho que, por primera vez, se suspenda el culto católico público en multitud de diócesis de Europa y América y hasta que se cierren las iglesias.

Pero no es la primera vez que Wuhan aparece en un lugar en la historia de la Iglesia. Allí fue que se ordenaron los primeros obispos chinos "patrióticos", es decir, los primeros que habían sustituido la obediencia al Papa y a la Iglesia por el sometimiento al Partido Comunista chino.

El 13 de Abril de 1958, dos franciscanos chinos, Bernardin Tong Guang-quing y Marc Yuan Wen-hua, fueron consagrados obispos de la Asociación Patriótica Católica China, creada en 1957 por la Oficina de Asuntos Religiosos del gobierno con el objetivo de domesticar el catolicismo y convertirlo en un órgano más del Partido Comunista.

El Partido, interesado en no permitir opiniones distintas de las suyas, creó también asociaciones similares para protestantes (el Movimiento de las Tres Autonomías) y musulmanes (la Asociación Islámica de China).

Los dos obispos ordenados sin permiso en Wuhan y sus consagrantes quedaron excomulgados automáticamente (latae sententiae). Tres meses después, el Papa Pío XII escribió la encíclica "Ad Apostolorum principis", en la que recordaba cómo había florecido la Iglesia en China y decía que la Asociación Patriótica "arranca a las almas de la necesaria unidad de la Iglesia", con el objeto de que "los Católicos den progresivamente su adhesión a las falsedades del materialismo ateo, con las cuales se niega a Dios y se rechazan todos los principios sobrenaturales". Calificó las ordenaciones realizadas de sacrílegas, abusivas, gravemente ilícitas y pecaminosas, y recordó que su efecto era la excomunión para los consagrados y los consagrantes.

Con el tiempo se crearon, entonces, dos catolicismos en China. Uno que seguía a los obispos consagrados ilícitamente, y otro fiel al Papa y a la Iglesia Católica, que tuvo que permanecer oculto y que consagraba a sus obispos en secreto con mandato pontificio.

La vida de la Iglesia fiel al Vaticano se hizo muy dura y el gobierno chino utilizó todo lo que quiso (desde los "campos de reeducación", a los arrestos y condenas) para acabar con ella. Son numerosos los mártires y confesores chinos desde la implantación del comunismo.

Un par de décadas después del cisma, numerosos obispos "patrióticos" comenzaron a buscar canales de contacto con el Vaticano para estar en comunión con el Papa. En muchos casos, esos obispos fueron reconocidos por el pontífice y pasaron a ser considerados obispos católicos legítimos.

Esto complicó la situación, porque esos nuevos obispos seguían perteneciendo a la Asociación Patriótica y dependían del Partido Comunista. A la vez, seguían existiendo los obispos de la Iglesia clandestina y también otros obispos "patrióticos" que no habían buscado reconciliarse con Roma. Las fronteras entre los católicos cismáticos y los católicos fieles a Roma se hicieron menos claras.

El Vaticano reconoció que los fieles podían asistir a las celebraciones de los obispos y sacerdotes patrióticos, porque sus sacramentos eran válidos, siempre que no deseasen con ello separarse de la obediencia debida al Papa. Eso hizo aún más borrosas las fronteras entre la Iglesia clandestina y la patriótica. Muchos fieles clandestinos se negaban a tener algo que ver con los clérigos sometidos al Partido Comunista, pero otros se resignaban a recibir de ellos los sacramentos al no poder conseguirlos de otro modo.

El Papa Benedicto XVI, en su carta a los católicos chinos de 2007, expresó sus esperanzas de un acuerdo con el gobierno chino, pero también el convencimiento de que, para llegar a eso, no era posible traicionar los principios de la Iglesia Católica. El entendimiento con las autoridades chinas no se podía lograr a cualquier precio, especialmente si ese precio era la sumisión de los obispos al Partido Comunista en lugar de al Papa y a la doctrina católica. Las autoridades chinas prohibieron la publicación de la carta.

En el pontificado de Francisco se ha producido un acercamiento al gobierno chino, que puede resumirse en las sorprendentes afirmaciones de Mons. Sánchez Sorondo de que los chinos eran los que "mejor realizan la doctrina social de la Iglesia" y de que China estaba "defendiendo la dignidad de la persona" y mantenía un "liderazgo moral" en cuanto al seguimiento de la encíclica ecológica Laudato Si.

Valga recordar que fue Mñor. Marcelo Sánchez Sorondo quien ofició una misa en el Vaticano el 31 de Enero de 2020, durante la cual le dio la sagrada eucaristía al presidente proaborto argentino Alberto Fernández y a su concubina. En el altar de aquella misa estaba la imagen del sacerdote Carlos Mujica, militante de la izquierda revolucionaria asesinado por una fuerza parapolicial de Juan Domingo Perón.

El 22 de Septiembre de 2018, como culminación de su acercamiento, la Santa Sede y China firmaron un acuerdo provisional, en el que se establecía que el gobierno chino seguiría nombrando obispos, pero dando al Papa la "última palabra" sobre las designaciones.

El contenido de ese acuerdo se ha mantenido en secreto, lo que impide valorar sus consecuencias y ha suscitado considerables temores tanto entre los católicos de la Iglesia clandestina como fuera de China, especialmente por el hecho de que se pidió a varios obispos fieles al Papa, como Mons. Guo Xijin, que renunciaran a sus puestos en favor de obispos anteriormente cismáticos.

El Papa Francisco envió una nueva carta a los católicos chinos el 26 de Septiembre, en la que señalaba que se levantaba la excomunión a los últimos 7 obispos cismáticos de la Asociación Patriótica y se pedía a todos los católicos chinos que se mantuvieran unidos y superaran las "contradicciones del pasado". Para ello, debían dejarse "sorprender por la fuerza renovadora de la gracia"...

Para algunos, el acuerdo secreto es un hito de esperanza que marca el fin de una época de persecución del catolicismo en China y de división entre católicos fieles al Papa y los adherentes al Partido Comunista. Para otros, como el cardenal Zen, arzobispo emérito de Hong Kong, el acuerdo es una rendición en toda regla ante un régimen ateo y una traición a los numerosos mártires y confesores de la Iglesia fiel.

Desde la firma del acuerdo, las autoridades chinas han recrudecido sus políticas de "sinización", es decir, de adaptación del cristianismo a la visión de China, eliminando todo aquello que se considere una "influencia indebida" del exterior.

Como parte de la política del gobierno chino que busca imponer sus criterios rechazando influencias del exterior, se han cerrado cientos de iglesias que se niegan a convertirse en "patrióticas", se prohíben actos públicos, los obispos patrióticos deben defender la anticoncepción, el aborto y la eutanasia, en algunas zonas se impide la presencia de jóvenes en los actos religiosos e incluso se sustituyen imágenes religiosas en las iglesias por fotografías del Presidente chino y lemas políticos.

Asimismo, la Asociación Patriótica ha reafirmado su adhesión a los principios del socialismo y su independencia de "otras iglesias católicas". De hecho, el obispo presidente de la Asociación Patriótica, Mons. Fang Xingyao (ahora en comunión con el Papa), ha llegado a afirmar que "el amor por la patria debe superar el amor hacia la Iglesia". Según informan varios medios, los clérigos clandestinos sufren presiones, arrestos y expulsiones para convencerlos de que se hagan miembros de la Asociación Patriótica, porque eso es lo que manda el acuerdo, a pesar de que, según el Vaticano, el acuerdo solo permite la pertenencia a esa Asociación, pero en ningún caso obliga a ella.

En Octubre de 2015, luego de 30 años de que el Estado prohibiera que las personas tuvieran los hijos que quisieran, la agencia oficial Xinhua informaba que el Partido Comunista declaraba que China abandonaba la "política del hijo único" y pondría "en marcha otra que permita a cada pareja tener 2 hijos como respuesta proactiva al envejecimiento de su población".

Se estima que, desde que se puso en marcha a finales de los '70, el Partido Comunista Chino evitó el nacimiento de 400.000.000 de personas, recurriendo en múltiples ocasiones a la violencia para acabar con los embarazos, y son miles los casos de esterilizaciones, abortos forzosos e infanticidios sufridos por su población.

Ahora, con alrededor de 158.000.000 de personas mayores de 65 años, China tiene la población envejecida más grande del mundo. Estudios realizados por Naciones Unidas proyectan que en 2050 habrá más de 400.000.0000 de jubilados, aproximadamente el 25% de la población, lo que supondría una enorme presión para los recursos del Estado.

En China existe un desequilibrio poblacional por sexos, con una diferencia de 33.590.000 a favor de los varones. La preferencia hacia los varones existente en la cultura china es una de las causas que, junto con la existencia de tecnología que identifica el sexo del feto, han producido un incremento exponencial de los abortos de fetos femeninos, el infanticidio femenino y el abandono de niñas o su entrega a los orfanatos.

Aquellas familias que tuvieron más hijos de los que les permitía el Estado Chino han tenido que sufrir multas muy elevadas y los niños se vieron privados de su documento de identidad, algo que los dejó luego sin acceso a los servicios y prestaciones públicas, la educación, la asistencia médica, pasaporte y un trabajo legal.

Se calcula que un 6% de la población china padece algún tipo de discapacidad.

En ciudades como Pekín o Shanghái es fácil encontrar lugares sin acceso que contemplen las necesidades de personas con discapacidad. Los carriles especiales para ciegos pueden terminar fácilmente contra una valla o una baliza.

En China, el tratamiento a las personas con discapacidad puede acabar fácilmente con los ingresos de una familia, lo que impulsa en demasiadas ocasiones a abandonarlos.

Cada año, llegan a los orfanatos aproximadamente 10.000 niños abandonados. La gran mayoría, hasta el 98% según algunos cálculos, están enfermos o tienen alguna discapacidad.

[Fuentes: Infocatólica - BBC – El País- Otros]