La mujer debe ser protegida, defendida, acompañada. Nadie debe someterla de ninguna forma. Debe cobrar lo mismo que un hombre si realiza la misma labor y de la misma forma. Debe encontrar una salida digna a la prostitución, para no ser considerada un objeto.
Debe poder ejercer, cuando así lo desee, su maternidad y poder criar a sus hijos adecuando el trabajo fuera del hogar. Debe poder formarse y estudiar, para lo cual no debe ser obligada a trabajar fuera de su casa y postergarse. Debe ser agasajada, cuidada y valorada en su condición natural de dadora de vida, que nadie le puede quitar.
Enemigos del sentido común
Cerrados, obtusos, extremistas, hábiles argumentadores de la mentira más brutal, elucubradores de visiones maquiavélicas, egoístas. Tal vez no alcancen los calificativos para referirse a los que buscan -con gran ingenio, recursos y colaboraciones por doquier- imponer su limitada concepción de que ser hombre o mujer no es un hecho natural, sino una "construcción" y que quien así no piense es un retrógrado, un arbitrario cultor del sometimiento de la mujer (principalmente) o un simulador que obtiene ventajas con este dogmático orden...
Quienes piensan que la familia es enemiga del respeto y fomentadora del sometimiento, que el mundo es opresivo porque está en manos de hombres, que la naturaleza se equivoca sistemáticamente, que es posible transitar el error de la antinatura como un juego de experiencias divertidas, no admiten dobleces o medias tintas. La única actitud respetable es la de ellos.
Si el mundo del trabajo tiene más hombres, dicen que es injusto. Si la política tuviera más mujeres sería una sociedad... más justa. Si una mujer no puede matar al hijo que lleva en el vientre, es que no la dejan ser libre...
Ridículo, cruel, extremista, inacabable.
Según esta loca concepción totalitaria, una joven no debe quedar embarazada, pero nadie le deber decir que NO debe tener relaciones íntimas, todo lo contrario. Debe tenerlas, debe "experimentar", y deben facilitársele todos los medios para que goce sin enfermarse, ni traer hijos al mundo. Y si llega a concebirlos "en un descuido" deberá el Estado y perversas ONG abroquelarse para que la joven pueda ejercer su "derecho" a borrar de un plumazo la vida en su seno...
Una mujer no puede ser golpeada o maltratada (y en eso TODOS COINCIDIMOS), pero si su marido llega a hacerlo, no hay retorno posible. El hombre, para el feminismo, es irrecuperable, su naturaleza es violenta y no podrá nunca arrepentirse de verdad. Si la situación fuera a la inversa, probablemente habría recursos para justificar el ejercicio de la fuerza.
El hombre y la mujer están preparados por la naturaleza para unirse genitalmente (un ensamble naturalmente perfecto, atractivo, incruento y completo), no así en el caso de dos mujeres o dos hombres. Y sin entrar en detalles innecesarios, en ambos casos deben recurrir a argucias diversas -incluso la autosatisfacción- para compensar tal desatino.
Sin exagerar será un acto de inteligencia también ver qué mensajes reciben nuestros hijos, incluso en la propia familia, sobre el concepto de autoridad, sobre las tareas de un ama de casa, de dónde está el "éxito" en la vida. Proteger a nuestros hijos no es sólo evitar que vuelvan sanos de la cancha o de estudiar.
El tema es extenso y al mismo tiempo agobiante. Cuesta creer que haya tanta gente organizada promoviendo de mil modos la antinatura. Pero es cierto y no basta con mirar para otro lado.
Sin igualdad ante la ley
Con la figura de 'femicido' se viola el principio de igualdad ante la ley ya que una mujer que mata a otra mujer recibe menos condena que si lo hace un hombre.
Mientras que un hombre recibe una pena de prisión o reclusión perpetua si mata a una mujer, el castigo máximo a un hombre o a una mujer por matar a un hombre -incluso un anciano- es sólo de 25 años.
El castigo de prisión o reclusión perpetua -según el artículo Nº 80 del Código Penal- también recae para quien asesine "a su ascendiente, descendiente, cónyuge, o a la persona con quien mantenga, haya mantenido, o haya infructuosamente pretendido iniciar una relación de pareja, mediare o no convivencia". También recibe la misma pena quien mate por "placer, codicia, odio racial, religioso, de género o a la orientación sexual, identidad de género o su expresión". También se determinó en 2012 la misma pena a quien asesinara a un tercero "con el propósito de causar sufrimiento a una persona con la que se mantiene o ha mantenido una relación de pareja".
En cambio -como lo establece el artículo Nº 81- se pena con reclusión de 3 a 6 años, o prisión de 1 a 3 años a quien asesine en estado de emoción violenta, y lo mismo a quien, con el propósito de causar un daño en el cuerpo o en la salud, produjere la muerte de alguna persona, cuando el medio empleado no debía razonablemente ocasionar la muerte.
Finalmente, quien mate a un ser humano en gestación (aborto), recibe una pena de reclusión o prisión de 3 a 10 años, si el acto no tuviera el consentimiento de la madre. Esa pena podrá elevarse hasta 15 años, si el hecho fuere seguido de la muerte de la madre.
Y si al asesinar al ser humano en gestación tenía el consentimiento de la madre, la pena se reduce a reclusión o prisión de 1 a 4 años. En este caso la pena se eleva a 6 años, si a la primera muerte -la del ser humano en gestación- se le suma el fallecimiento de la madre.
El asesinato de recién nacidas o el aborto selectivo de fetos del sexo femenino (barbarie presente en países como China o India) también serían femicidio. En China existen más de 200 clínicas dotadas de tecnología suficiente para determinar tempranamente el sexo para proceder al homicidio intrauterino de mujeres, como ocurre en España, por ejemplo, para detectar personas en gestación con Sindrome de Down que también tienen el mismo triste fin.
El término femicidio
La palabra femicidio está relacionada con "Gendercide" o "genericido" que fue utilizada en 1985 por Mary Anne Warren en su obra "Gendercide: The Implications of Sex Selection".
El término habría empezado a usarse en los años '60 a consecuencia del asesinato de tres mujeres dominicanas por parte del servicio de inteligencia militar de su país. Quien parece haberlo usado públicamente por primera vez -en una reunión feminista en Bruselas, en 1976- fue Diana Russell. En su discurso, Russell reconoció que el término femicidio ya existía, pues había sido utilizado en la obra "A Satirical View of London" de J. Corry en 1801.
Russell, junto a Jane Caputi, justificó el término como "el asesinato de mujeres realizado por hombres motivado por odio, desprecio, placer o un sentido de propiedad de las mujeres". En 1992, junto a Hill Radford, definió el femicidio como "el asesinato misógino de mujeres cometido por hombres".