[2018] - Este martes 12 de Junio fueron entregadas a los diputados que rechazarán el proyecto de aborto 240.000 firmas más para sumarlas a las 417.000 presentadas el martes 5 de Junio. Un total de 657.000 firmas recogidas en todo el país por organizaciones provida movilizadas como una demostración más del repudio de los ciudadanos a los intentos de convertir el delito del aborto en un "derecho".
Este miércoles 13 de Junio la Cámara de Diputados tratará en el recinto el proyecto de despenalización del aborto, sobre la base del dictamen del plenario de comisiones que se elaboró luego de la exposición de más de 700 oradores (algunos científicamente respetables y otros imposibles de tomar en serio).
Hemos escuchado sorprendidos cómo periodistas, escritores, actrices y filósofos han tenido el atrevimiento de decirles a los legisladores que un embrión o un feto no es humano, o que lo es a partir de varias semanas, o que han insinuado que "eso" es parte del cuerpo de la mujer, su madre. Mucho más insólito fue escuchar a médicos asegurar que no está claro aún… cuando comienza la vida humana, y que el aborto es un tema de "salud pública".
En un recorrido comparativamente breve, el diverso movimiento provida, sin los recursos ni los incondicionales apoyos de los medios de comunicación de más consumo, ha podido poner en evidencia un rechazo natural a cualquier pretensión de establecer caprichosas categorías entre las personas, algunas merecedoras de protección y otras condenadas a muerte.
Un despertar de ciudadanos -algo tardío pero contundente- que, al parecer, no habían encontrado la chispa necesaria para salir a las calles a expresar sus convicciones provida. Hombres y mujeres de familia, de trabajo, de valores que, ante el peligro de una legislación totalitaria, se vio motivada e impulsada a unirse para reclamar la defensa del niño por nacer y, eventualmente, un tratamiento justo de las urgencias que puedan presentar mujeres con embarazos de riesgo.
Gente que no necesita muchas argumentaciones científicas o jurídicas para defender la vida. Gente que no precisa alambicadas explicaciones filosóficas para saber que de la incruenta unión de un hombre y una mujer, en el momento oportuno, nace un hijo –que es un ser humano- y que a los hijos se los ama, se los cuida y se los protege.
Aunque, valga decirlo, el proyecto abortista se escuda en la situación de las mujeres que acuden al aborto de sus hijos en procedimientos "inseguros", cuando en realidad se trata imponer el homicidio prenatal irrestricto y la privatización de la práctica, como ha sucedido en otros países. La salud de la mujer, en verdad, no es importante para sus impulsores.
El aborto no es, por lejos, la principal causa de muerte de mujeres, aunque sí de niños, la principal e injusta víctima de todo este innecesario debate, contrario a la Constitución Nacional.
Antes que el aborto, hay cerca de 40 causas de muertes de mujeres que el Estado debe atender porque se pueden erradicar. Esas muertes provocan mucho dolor en muchas personas anualmente y esos dramas sociales son evitables.
El número de abortos no baja en un país con la legalización, aunque se esgrima lo contrario. Por mencionar un ejemplo cercano, en Uruguay desde 2013 a 2016 aumentó un 27% la cantidad de abortos. La facilidad con la que se consigue llevar a la práctica el homicidio prenatal en un hospital o clínica acerca la posibilidad de que una mujer lo realice, sobre todo cuando se amplían las causales. Valga decir también que con eso no se acaba el aborto clandestino, ya que a muchas mujeres les importa que no quede registro alguno de lo que hicieron.
El negocio del aborto, hoy en manos de delincuentes con título de médicos, de enfermeras (como Vilma Ripoll) o parteras, no es combatido como debiera por un Estado ausente de mil formas. Un negocio que es funcional a los abusos intrafamiliares y a otro negocio: la prostitución.
Los proyectos abortistas buscan que el "negocio" lo haga ese mismo Estado ineficiente e instituciones de salud "habilitadas" al efecto para honrar la supuesta "libertad" de la mujer a decidir. Un negocio brutal que atiende a una clienta convenciéndola de que le hace un favor y la condena al vacío, al tiempo que comercia con el cuerpo de su hijo.
No importa la verdad, importa el negocio.
Es mentira que la mujer sufre la penalización del aborto, porque no hay mujeres presas por abortar. Excepcionalmente nos enteramos que algún médico -tal vez un poco más ambicioso que otros- va a la cárcel por hacer abortos en un consultorio.
Es mentira que se mueren mujeres a diario por abortos "inseguros". El aborto es siempre inseguro (basta recordar a Keila Jones y a su hijo muertos por un aborto "legal), lo es siempre para el niño ("Niño es todo ser humano desde la concepción", dice nuestra Constitución) y lo es para la mujer. Aunque sea verdad que un yuyo puesto por la vagina es mucho más riesgoso que elementos quirúrgicos esterilizados, el procedimiento del aborto es una cirugía a ciegas que puede dejar daños irreparables en la mujer e incluso matarla.
Como relatara la española Esperanza Puente Moreno, las mujeres mueren por abortos legales en su país. En las clínicas privadas, cuando se complica un aborto a la mujer la despachan a un hospital público para que la atiendan. Privado o público, legal o ilegal, el aborto es la muerte segura de un ser humano y tal vez de dos. Uno muere sin dudas y su madre pagar un sinnúmero de consecuencias físicas, emocionales y psíquicas.
Como lo han dicho abiertamente miembros del poder económico internacional, lo importante es que la mujer produzca, que sea parte de la maquinaria del trabajo, que deseche las "ataduras" que provoca la maternidad (o que la postergue unos cuantos años), que descarte por un tiempo esa "antigüedad" de formar familia.
Para ello se valen, desde hace muchas décadas, de todos los recursos posibles para convencerlas de que una mujer en su casa es "un desperdicio", que es algo que le permite al hombre someterla, que ocuparse del hogar es para mujeres inferiores, que "salir a la calle" le permite tener vida social, estar informada, obtener dinero para sus gustos, etc.
La paulatina decadencia en la Argentina ha ido provocando que los hombres que antes con un trabajo –o dos- podían sostener a su familia, ya no puedan hacerlo. El trabajo de la mujer fuera de su casa no es para satisfacer una vocación, sino porque es imprescindible para sostener el hogar, y pagar escolaridad y salud privatizadas, ante las devaluadas propuestas estatales. Eso las lleva no a optar por trabajos que deseen, sino los que se puedan. Muchísimas horas fuera seis días a la semana en agotadoras jornadas que no concluyen al regresar, hijos a cargo de abuelos irremediablemente, cansancio y malhumor.
La Argentina no necesita evitar hijos sino promoverlos. Un país enorme, de apenas 200 años, con una riqueza que muchos envidian (y codician), envejeciendo como si fuera europeo es inverosímil. La Argentina fue hace ¿100 años? un país de referencia en el mundo en muchos aspectos, puede dar de comer a 400 millones de personas y no cesa de fabricar pobreza e inmoralidad. Y está claro que lo que hay que eliminar es la pobreza… no a los pobres.
La educación pública en la Argentina forjó grandes profesionales de renombre, incluso en exterior, y hoy los jóvenes no completan el secundario y el 25% que lo hace no comprende lo que lee. Ni hablar de que sepan dónde están parados.
Que cada uno tenga los hijos que quiera y cuando quiera, que el dinero para poder alimentarlos y educarlos no sea el obstáculo.
Que la educación en valores, el respeto y apego al propio país y el fomento de oficios vuelvan a ser cosas de todos los días.
Que los púberes no sean estimulados a tener vida sexual como un "derecho", porque ni saben lo que hacen, ni están en condiciones de asumir la responsabilidad de lo que ocurra.
Que el consumo de alcohol y drogas sea combatido con firmeza y sostenidamente. Un niño, adolescente o adulto alcoholizado o drogado puede cometer no pocos "errores" y uno de ellos es concebir un hijo.
Que el trabajo social entre los sectores más humildes sea intenso y constante para erradicar de las opciones las actividades delictivas.
Que las cárceles sirvan para reinsertar a los condenados, extendiendo las buenas experiencias de socialización como las de Los Espartanos.
Los problemas de la Argentina están relacionados con lo económico, sin dudas. Pero muchas de las soluciones se deben emprender desde la política. Una visión anticipada y a largo plazo, que reconstruya desde las ruinas que sucesivos gobiernos, demasiado atentos a los próximos comicios y al propio beneficio, nos han dejado.
Planes a largo plazo que NO se atan a lo económico, sino a los valores, al país, al esfuerzo y a la familia.