La celebración del Día del Niño por Nacer en tiempos de odio a la vida
Hay razones en abundancia para considerar el respeto por la vida de un ser humano en cualquier instancia. Las principales razones que pueden atender todos, sin distinción de posturas políticas o religiosas, es que, como la ciencia lo ha demostrado desde hace mucho tiempo (aunque hay ministros de Salud que lo desconozcan), la unión de un espermatozoide y un óvulo, en las condiciones propicias genera -indiscutiblemente- un nuevo ser y de la misma especie.
Sin embargo, las sinrazones de la ola abortista buscan convencer con sistemáticas mentiras que "eso" que surge de esa unión... no es vida humana.
Hablan muy livianos de cuerpo de semanas, de anidación, de independencia, desatendiendo los conceptos básicos de la biología. No cuenta si los defensores del homicidio prenatal son médicos, abogados, periodistas o actrices de telenovelas: todos tienen la realidad frente a sus ojos pero no quieren mirar.
Repiten como tontos las cifras de mujeres que mueren en abortos "inseguros" (sugiriendo que hay forma segura de matar a un ser humano sin arriesgar la de su madre), reclaman "igualdad" entre "las ricas" y "las pobres", aspiran a un debate "adulto" como en países desarrollados (como España o Canadá donde se liquida a casi todos los niños que nacerán con Síndrome de Down), exigen el derecho a matar sin morir.
La Nación Argentina defiende la vida desde la concepción y así está establecido en la Constitución y por los pactos internacionales. El Código Civil también protege la vida humana en gestación, aunque incluye cuestionables excepciones.
Las mentiras son, con seguridad, los caminos utilizados por quienes fogonean la campaña abortista: ni la cantidad de mujeres que muere es cierta, ni el origen de la vida es "incierto", ni hay beneficio masculino o religioso en penalizar la aberrante práctica.
La despenalización, valga recordarlo, refiere a que no tenga condena ninguno de los que participan del negocio del homicidio prenatal: Institución de salud, médicos, enfermeros, parteras, financistas y la madre.
"Ante la tragedia del aborto siempre hay dos víctimas: la primera es el niño por nacer, que pierde el derecho más importante que tenemos todos los seres humanos, que es el derecho a la vida; la segunda es la mujer, que muchas veces lo hace por presión del entorno, del marido, de la familia, y muchas veces padece el síndrome postaborto, un calvario que le destroza el alma y la acompaña el resto de su vida", señaló el Dr. Ernesto Beruti, especialista en clínica obstétrica. "Hay que ayudar, aliviar, acompañar y no juzgar –con un concepto de total comprensión– a esas pobres mujeres que han tenido la desgracia de haber abortado".
Los proyectos en danza para despenalizar o legalizar el aborto no buscan defender a la mujer de un posible riesgo de muerte por una improvisada práctica casera para deshacerse de su hijo no querido, sino que pretenden establecer que el Estado realice y financie la desaparición forzada de menores, atendiendo a convertirla en "derecho" de la mujer.
Por donde se los mire los proyectos abortistas son totalitarios: instigados por organismos internacionales, propuestos por feministas, promovidos por medios de comunicación cómplices y justificados por oscilantes legisladores que no ven más que su propia conveniencia política.
España mata a unos 120.000 seres humanos antes de nacer, Canadá es capaz de costearle un aborto a una ciudadana aunque esté fuera del país, Islandia sacrifica a todo niño que se gesta con Síndrome de Down, las empresas de vientres de alquiler "garantizan" niños sanos desechando los embriones "inviables". El mundo tiene muchos malos ejemplos a seguir con relación a la defensa de la vida y la Argentina no debería sumarse a la lista de países inseguros para un niño en gestación y una madre en problemas.
Este 25 de Marzo las marchas por la vida se multiplicaron y llegarán a 204 en todo el país (en algunos casos más de una en la misma ciudad), demostrando cómo la ciudadanía rechaza las intenciones estatales de someter a un indigno debate el primer derecho humano. Sin banderías políticas y sin protagonismos religiosos (habrá participantes católicos, evangélicos y sin creencia definida), las marchas sólo buscan decirle a la dirigencia del país que la vida debe ser defendida desde la concepción y hasta la muerte natural.
Si este día es visto con inteligencia por el Estado y sus tres poderes, algo bueno debería ocurrir ante las injustas pretensiones de la campaña abortista. Aún así los partidarios del negocio promuerte no se detendrán. Volverán con proyectos, insistirán en inexistentes derechos y harán lobby para imponer sus mentiras.
Habrá que seguir alertas, activos y juntos por la vida.
Más de 200 marchas por la vida de la mujer y su hijo: