Mientras muchas personas hacen el bien a diario, otros eligen todo lo contrario. Todo muy desagradable, sin dudas. ¡Tanto bien se puede hacer y tanto mal se piensa, se dice y se hace!

Pero si todo eso que se hace es grave, no lo es menos el "no hacer".

Para los católicos existe el "pecado de omisión" una falta que, en la mayoría de los casos, es producto o va acompañada de otras.

"Yo nunca le hice mal a nadie" hemos escuchado decir miles de veces. Y eso, por supuesto, puede ser cierto (en ocasiones hay gente que hace cosas que perjudican a otros y, en su “ombliguismo” no sabe lo que está provocando). Pero aunque sea realmente así, está incompleto. El mundo es mejor cuando, además de no dañar a otros, se hace algo bueno por ellos.

El mundo está en problemas porque, además del perjuicio que le hacen los que organizan guerras, por ejemplo, hay demasiada gente apática, que se queda de brazos cruzados en situaciones pequeñas, cotidianas. Y quien no mueve un dedo para hacerle un bien o evitarle un mal pequeño a otro, difícilmente haga algo en casos más graves.

La tristeza evidente en el rostro de una persona en el colectivo o en el tren debería animarnos a preguntarle si se siente bien, pero decidimos "no meternos".

El obstáculo que nos encontramos en el piso y que podemos esquivar, debería hacernos pensar que otro puede tropezar y lastimarse.

La sonrisa que evitamos hacia el trato en el comercio, por los mil problemas que tenemos con el empleador o con nuestra familia, le hace el día un poco peor al cliente.

La rápida excusa que buscamos para "despegarnos" de quien se acerca a nosotros para contarnos sus problemas lo priva de un consuelo o un buen consejo.

El dinero que no aportamos a la probada y noble entidad de bien público local que se ocupa a diario de hacerle la vida mejor a otros, le quita comida, abrigo o medicación a quien lo necesita.

La oración que no rezamos para pedirle a Dios para resolver un problema nos aleja de Él y nos convence de que "no nos hace falta".

El esfuerzo que no hicimos para restablecer una relación distante con familiares o vecinos, mella el vínculo y aumenta el egoísmo.

No hacer algo por otros pensando que no somos nosotros los que deberíamos ocuparnos, que debería el Estado hacerlo, que la culpa es de los peronistas, los radicales, los militares, los kirchneristas, los..., seguirá justificando el hambre y el abandono.

Hace muchos años un hombre me sorprendió en la radio cerrando su programa de música diciendo que "¡Cómo te vas a quedar de brazos cruzados, si hubo uno que hasta murió por vos y lo hizo con los brazos abiertos"!

Para no fallar por omisión será necesario, simultáneamente, pelear con nosotros mismos para dejar de hacerlo con malos pensamientos, con malas palabras y con malas acciones. Y estando atentos a lo que nos rodea para ver en cuántas ocasiones se puede marcar la diferencia haciéndole la vida mejor a otro, conocido o desconocido.

Tal vez nos de la sensación de que nadie nos esté mirando como para vernos "obligados" a actuar de ese modo.

Pero será sólo una sensación.

-> Alberto Mora