Mientras hay muchos profesionales de la medicina, además de hombres y mujeres que desean tener biológicamente un hijo, que consideran a la fertilización artificial como un método para superar esa incapacidad, se desprenden consideraciones que no siempre ven la luz cuando se habla de ella.
Por un lado está la estimulación ovárica para que la mujer -alterando lo que la Naturaleza ha previsto- produzca más de un óvulo durante un período menstrual.
Si bien este fenómeno –la ovulación múltiple- puede suceder sin la intervención de un médico, lo cierto es que la medicina lo impulsa para "garantizar el éxito del tratamiento": cuantos más óvulos fecundados haya, más posibilidades hay de una fecundación, y cuantas más fecundaciones haya más posibilidades habrá de -por lo menos- un bebé naciendo unos meses después.
Este procedimiento, que ya no tiene nada de nuevo, luego de que el mundo se sorprendiera con la primera niña nacida de la fecundación "in vitro", Louise Brown, el 25 de Julio de 1978 en Inglaterra, y la Argentina recibiera la noticia de que el 30 de Agosto de 1984 nació Dolores Aceto la primera local con la misma técnica.
Indudablemente los hombres y mujeres que buscan dejar de ser solo un matrimonio para ser una familia necesitan la llegada de un hijo. Y asumen -con algo de lógica- que ese hijo debe ser gestado en el vientre de la mujer, la que se convertirá en madre con este hecho. Y esto no es un concepto impuesto, es lo que sabemos naturalmente: un hombre se une a una mujer y si las circunstancias son propicias, de esa unión nacerá -si Dios quiere- la descendencia. Así es desde siempre y así seguirá...
Pero hay cuestiones culturales, individuales y económicas que empujan para que la opción de un hijo adoptado sea la última, la que deba desecharse toda vez que haya un resquicio de posibilidad de parir.
Todos vemos -con cierto asombro aún- que hay mujeres que desean tener hijos sin estar casadas e incluso sin pensar en tener un hombre al lado, que hay matrimonios que buscan la adopción de un bebé para que la composición de la escena Padre-Madre-Hijo sea lo más cercana a la que debió ser naturalmente, y que son muchos miles los pesos destinados a los tratamientos artificiales de fecundación.
Pero mientras es humanamente comprensible desear tener un hijo, no es de personas sanas tenerlo "a cualquier costo", sea este: eligiendo cuáles de los embriones "de buena calidad" se implantarán (desechando a los otros), ignorando que solo el 20% de los tratamientos de fertilización asistida tienen "éxito", y que la mujer debe recibir diferentes tipos de estimulación hormonal y someterse a un procedimiento físico y emocional a veces muy estresante.
Los dilemas que se presentan son múltiples, pero casi todos están basados en que transgresiones que cruzan el umbral de la ética desde hace mucho tiempo y que están instalados, a la vez que ocultos: Para que una mujer tenga un hijo con un método de fertilización asistida es imprescindible estimular a su ovario para que fabrique más óvulos de lo habitual, fecundar esos óvulos e implantar los que un médico considere "viables" y asumir como un error de la naturaleza o "un costo menor" los sobrantes (entre 3 y 6 seres humanos en estado embrionario).
Si a este tema se le suma su consecuencia, los embriones que son congelados porque no fueron implantados, el problema se hace cada vez más grande.
Y hay más, los casos recientes de "vientres de alquiler" implican deliberados homicidos intrauterinos para garantizar que el niño nacido no tendrá una discapacidad, por ejemplo. Fuera de estos casos, las leyes en varios países aceptan matar a los propios hijos si se están gestando con una deficiencia.
Un ejemplo para recordar: los 3.300 embriones que en 1996, después de 5 años de congelados en Inglaterra fueron destruidos en apenas 2 horas porque no podían legalmente permanecer en nitrógeno líquido más tiempo. En aquel momento el gobierno británico ignoró los reclamos de particulares, de instituciones y de la propia Iglesia Católica que se manifestaron en contra de lo que fue un particular aborto masivo.
El análisis de este tema ciertamente no es fácil ya que se liga con la visión parcial de toda la problemática. Como dijera Arthur Caplan, un especialista de bioética de la Universidad de Pensilvania (EE.UU.), "Tu no puedes comprar un bebé en los Estados Unidos. Pero puedes comprar esperma, los óvulos y puedes rentar el útero".
El broche de oro de esta película de terror (porque ya superó la categoría de ficción) lo podemos ubicar nuevamente en Gran Bretaña donde en el año 2006 una mujer y su marido, que no tenían problemas de fertilidad, quisieron utilizar este método para que de todos los hijos en estado embrionario, solo se eligiera al que no fuera a desarrollar la enfermedad de su madre (cáncer de retina) para ser implantado en su útero.
No hace falta ser demasiado instruido para establecer -bajo la excusa de un supuesto bien- una vinculación directa con la locura nazi de la raza superior.