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No se puede cambiar la historia, pero sí el presente y el futuro
   
La Segunda Guerra Mundial dejó un saldo estremecedor de cerca de 60 millones de muertos entre militares y civiles. El doble que la primera gran guerra (entre 1914 y 1918).

Una tragedia que hemos visto recreada miles de veces en el cine y en documentales, una brutalidad que se gestó hace 80 años y que muchos no podemos tener real noción de lo que significa.

Pensar en 60 millones de personas muertas es como detenerse un instante e imaginar que, de golpe, morimos todos los habitantes de la Argentina y de algunos países vecinos. De un momento al otro, territorio devastado, sangre, destrozos, ni siquiera gente llorando o lamentándose. Todos muertos.

Da escalofríos pensar en semejante locura, en cómo puede ser que todas esas vidas, esos sueños, esos hijos, esos padres, esas mujeres hayan quedado destruidas en un plazo de 6 años.

La Guerra de la Triple Alianza (Brasil, Uruguay y la Argentina luchando juntos contra el Paraguay) duró algo más de 5 años, fue devastadora y dejó un saldo de casi 500.000 muertos cuando concluyó en 1870.

La Guerra de Malvinas nos duele de cerca y "sólo" dejó sin vida a 649 argentinos (323 con el hundimiento del Crucero Gral. Belgrano). Luego, la falta de asistencia y contención que sufrieron los soldados llevó a la muerte ya a más de 500 en 30 años.


¿Por qué estas cifras de muerte?

60 millones de personas aproximadamente murieron durante toda la Segunda Guerra Mundial. Y esa misma cifra -se calcula- es la que muere cada año en el vientre de su madre por el aborto.

En España -donde se aprobó el aborto en la década del '80- se mata a 100.000 españoles cada año en clínicas autorizadas por el Estado para abortar. La potente y adinerada China -con su política de un hijo- provocó ya la muerte de 37 millones de mujeres antes de nacer, desde que fue impuesta esa "selección" hace 33 años.

En China se multa con la retención del salario, la restricción de acceso a los servicios sociales o incluso la cárcel a las parejas con más de 2 hijos. Muchas familias pudientes se "salvan" pagando las multas exigidas. Los padres que siguen la norma estatal, tienen aumentos de salario o sueldos adicionales, consiguen más beneficios para su jubilación, más beneficios en la elección del trabajo o incluso, pueden obtener una casa gratis. Todo por no tener hijos o aceptar matar a uno de ellos, sobre todo si es niña.

Si Stalin, Hitler o Mao nos parecen inhumanos por haber comandado verdaderas masacres en las guerras. Si EE.UU., Francia, Gran Bretaña e Israel y su constante participación (sea directa o indirecta) en cuanto conflicto armado hay en el mundo nos parece incomprensible. ¿Cómo debemos calificar a los legisladores, a los periodistas, a los referentes de opinión, que impulsan o apoyan normas para matar a inocentes?

El candidato y hoy diputado electo del kirchnerismo Martín Insaurralde se autodefinió como "provida" e interesado en que se debata el tema del aborto en el Congreso. Margarita Stolbizer ha apoyado y firmado proyectos proaborto y ha vuelto a manifestarse a favor de esa brutalidad contra un ser humano indefenso, en aras del "derecho" de la mujer a disponer de "su propio cuerpo". Sergio Massa -sin claras definiciones sobre el tema- se enorgullece de que Tigre haya sido el primer municipio donde se realizó un aborto "terapéutico", una contradictoria definición impuesta por la ley para endulzar una brutalidad. La izquierda de Pitrola y Altamira (aún no se entiende por qué este hombre usa nombre de fantasía...) con sus buenos resultados legislativos no se guardó en las declaraciones previas y posteriores a los comicios que impulsa la locura del aborto "libre, seguro y gratuito". Nada extraño que apoyen esto en su natural tendencia a visiones sesgadas, caprichosas, adolescentes y transgresoras.

La cantante Liliana Herrero, el guitarrista Juan Falú, la actriz Alejandra Darín, el economista Alejandro Bercovich, los periodistas Jorge Lanata, Juan Miceli, Débora Plager, Marcelo Zlotowiazda, Daniel Tognetti, Ernesto Tenembaum, Víctor Hugo Morales, las actrices Celeste Cid, Cecilia Roth, Mercedes Morán, Florencia Peña, las activistas Hebe de Bonafini y Estela de Carloto, los escritores Beatriz Sarlo, Martín Caparrós, Juan Pablo Feinmann, entre otros, apoyan, se embanderan con el engaño del aborto libre, seguro y gratuito, ignorando que el desmembramiento de un ser humano no le da libertad a la mujer, no es seguro nunca y siempre se paga un precio muy caro.

¿Es posible considerar importante un slogan, una frase hecha, un recurso publicitario, un traje nuevo, una estudiada informalidad de un candidato, una postura que no resiste un archivo periodístico, cuando se apoya a un político que, tal vez o posiblemente, legisle en contra de la vida más débil?

¿Cómo se entiende que el mundo rechace las acciones de Adolf Hitler o Stalin, pero se una a ellos en impulsar el aborto?

El Estado -conformado por tres poderes- debe poner todo en favor de la población. Si una mujer en su confusión supone que el aborto puede ser una "solución", el Estado debe detectarla, asistirla, ayudarla y contenerla para que desista de tal intención. Se puede. Hay instituciones en la Argentina y en el mundo que logran hacerlo con conocimiento, dedicación y, por supuesto, menos recursos que el gobierno.

El Estado no debe debatir si facilita el aborto. Eso, inicialmente, contradice la Constitución Nacional, la Convención de los Derechos del Niño y los Pactos Internacionales.

El Estado debe poner todo de sí en defensa de la vida: del niño por nacer y de la mujer donde fue concebido. Debe, a mismo tiempo y con igual o más fuerza, buscar el desarrollo de la población para que ni la pobreza, ni la ignorancia, ni el egoísmo o el descontrol generen situaciones donde sea el aborto considerado algo "válido", una "opción".

El Estado gasta dinero y recursos humanos en bajar línea en las escuelas y a través de distintos programas para que la sexualidad -la genitalidad en realidad- sea algo que ejerzan los niños y niñas como "un derecho". Pero no destina esfuerzo alguno en ubicar ese aspecto de la vida en el contexto más sano, más pleno. El embarazo de las adolescentes no es fruto de una "casualidad" como tampoco lo es que una mujer desesperada y confundida crea que abortando -matando a su hijo- evita un problema. Cómo dice una frase que leí hace poco: "El aborto no evita que seas madre, sólo que serás madre de un hijo muerto".

El Estado -que conforman tres poderes- no debe estar ausente y debe ir más allá con políticas integrales en las que los valores permanentes son parte fundamental. Hablar de que conformar una familia debería ser parte del proyecto de vida de cualquiera, no es algo que se enrole en posturas políticas o ideológicas. Un proyecto de país no se basa en políticas económicas, declaraciones oportunistas o endebles uniones políticas. Un proyecto de país requiere entender, y hacer entender, que si la vida humana vale poco, NADA VALE.

¿Cómo llega alguien a ser delincuente? ¿Cómo llega alguien a ser adicto a las drogas? ¿Cómo llega un joven a alcoholizarse y estrellarse con un auto? ¿Cómo se llega ser madre o padre a los 16 años? ¿Por qué pensamos que la realidad del país termina en el conurbano? ¿Por qué hacen falta tantas instituciones desde hace tantos años para mitigar las ausencias de los gobiernos? ¿Por qué miles de adolescentes no cometen delitos, no se drogan, no se estrellan, no se embarazan?

Parece tan simple responder a estas preguntas, que resulta incomprensible que el Estado en la Argentina no participe de la solución real de los problemas.

Mientras ocurre el milagro de que surja una clase gobernante que entienda de Políticas de Estado y pongan las prioridades en el lugar de las prioridades, no hay más alternativas que hacer lo que cada uno puede hacer, desde su lugar, para ver, entender y actuar a favor de la vida y la integridad de las personas.


-> Alberto Mora
Director de Contenidos

 
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