Si hiciéramos una encuesta en la calle, seguramente encontraríamos que a la mayoría le interesa vivir en un mundo mejor. Tal vez está conforme con cómo vive en San Isidro o cualquier punto de la zona norte, aunque siempre es posible encontrar cosas para mejorar.
Si no es la seguridad –tema insoslayable desde hace años-, será el estado de las calles, la educación, los espaciosverdes, la salud o la pobreza. Es lógico, vivimos en un país con muchas materias pendientes.
Pero sacando esos temas, cuya solución o mejora está en manos del Estado en cualquiera de sus instancias, hay otros que nos tienen como auténticos protagonistas, verdaderos dueños del cambio.
Todos, en más o en menos, tenemos a nuestro cargo cada vez que pisamos los espacios públicos la gran posibilidad de cambiar la historia, de mejorar el mundo.
Cada vez que corremos para alcanzar un colectivo, es posible tener presente que no debemos tocar ni siquiera levemente a quienes estén en nuestro camino.
Cada vez que vemos a alguien correr el colectivo, podemos dejarle paso.
Cada vez que manejamos un auto, una bicicleta o una moto, podemos evitar accidentes anticipando nuestras maniobras con las luces adecuadas.
Cada vez que nos damos cuenta que alguien puede estar más cansado que nosotros, podemos quedarnos firmes frente a la insistencia de otro… y cederle el asiento.
Cada vez que vamos a hablar con alguien, podemos darnos cuenta de que el saludo es lo primero que debe salir de nuestra boca, aunque estemos apurados.
Cada vez que estacionamos, tenemos la gran oportunidad de preguntarnos si el colectivo que deberá parar cerca, podrá maniobrar lo suficiente para acercarse al cordón y que los pasajeros suban sin bajar a la calle.
Cada vez que circulamos en días de lluvia, podemos estar atentos a no hacer “olas” hacia la vereda cuando hay gente esperando colectivos o caminando.
Cada vez que nos realizamos una compra, podemos agradecer a quien nos atendió y saludarlo antes de irnos.
Cada vez que atendemos a un cliente, podemos saludarlo y mostrar interés a su consulta.
Cada vez que barremos la vereda o podamos, podemos poner los restos sobre la vereda y no en la calle.
Cada vez que nos detenemos a conversar en un centro comercial, podemos estar atentos a no entorpecer la circulación del resto de la gente.
Cada vez que terminamos de consumir una golosina, una gaseosa, un paquete de cigarrillos o de galletitas, podemos dejarlo en el auto, en un bolsillo o en una cartera, hasta encontrar un cesto de basura y no tirarlo por la ventanilla.
Cada vez que sacamos a pasear al perro, podemos llevar lo necesario para juntar sus desechos.
Y así, infinidad de oportunidades diarias en las que nuestra acción cambia la realidad.
Sí, es cierto. Los corruptos en la función pública y la privada, seguirán estando, la inseguridad no se va a detener, y muchas guerras, lamentablemente, seguirán diezmando a la sociedad, pero aunque no se quiera creer, como somos parte del mundo y cada vez que algo cambia en nuestras acciones, cambia el mundo, es decir, mejora.
En San Isidro, si una sola persona –y en esto todas las piezas del engranaje son importantes- se propone aprovechar esta capacidad de cambio, cambia el mundo. Si no es una sino que son diez, cambia el mundo. Si son cien, el mundo cambia más aún.
¿Qué tal si somos mil quinientos? Para empezar digo.
¿Nos reconoceremos en la calle?
Alberto Mora Director de Contenidos Portal UNO Argentina