La Universidad Católica Argentina elaboró un informe según el cual, el 21,9% de los argentinos está en situación de pobreza, mientras que el 5,4% es indigente.
El Observatorio de la Deuda Social de esa universidad señala que en 560.000 hogares de la Argentina, alrededor de 2.000.000 de personas, se pasa hambre con frecuencia.
Las familias pobres son aquellas cuyo ingreso en inferior a 2.225 pesos. Los ingresos de una familia indigente no superan los 1.085 pesos.
Los responsables del relevamiento indican que esta situación se agravó en los últimos meses debido a la desaceleración económica y la persistencia de altos índices de inflación.
Para Agustín Salvia, director del observatorio, la pobreza estructural -aquella que incluye a quienes no tienen posibilidades de ingresar en el sistema-, está más arraigada que en la década del '90.
Sobre las cifras del trabajo, Salvia destaca que los índices muestran una mejoría, especialmente en 2010 y 2011, que está vinculada con "mejoras en los ingresos y a un mayor consumo, lo que no está mal. Pero fue sobre todo a través de la Asignación Universal por Hijo y el aumento del trabajo precario, sin que ello implique un cambio cualitativo de las condiciones materiales y sociales de vida".
La mayor dificultad a la hora de combatir la pobreza estructural reside en que "no se logra ir más allá de ciclos económicos que, en su etapa expansiva, derraman una mayor capacidad de consumo", sin llegarse a atacar de forma integral el problema.
La situación se agrava en el contexto actual, en que "la capacidad de consumo es afectada por la inflación, que erosiona los planes sociales".
Los cambios profundos no vendrán por "la decisión de un gobernante de aumentar la asistencia social". Por el contrario, sostiene, se alcanzarán a gracias a "políticas integrales y articuladas en materia de educación, vivienda, salud, desarrollo urbano…".
Según el Observatorio, los programas integrales para mejorar el estado de la pobreza y la indigencia toman entre cinco y 20 años. Así, "es posible, entonces, que en 20 años se derrote la pobreza; en 10, que no haya indigentes y en cinco, que no haya hambre".
Es necesario, aclaran, que el Gobierno reconozca la realidad y no que calcule el índice de pobreza sobre la base de "una canasta con precios que no existen y que llevan a concluir que la indigencia está por desaparecer".