“Haced que yo no busque tanto ser consolado, como consolar; ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar”, esto es lo primero que escuché al entrar al apoyo. Ahí estaban todos los profesores y, por supuesto, los chicos. Todos juntos, formados en el patio. Un silencio primaveral de fondo, mientras el murmullo de esta oración recitada llenaba el patio entero. Me quedé atrás. No me animaba a dar ni un paso, no quería quebrar el hechizo. Finalmente ese hechizo nunca se quebró, muy por el contrario, se instaló, me envolvió.

Si me pidieran elegir una imagen del apoyo escolar elegiría ésta: el día que conocí al apoyo, al verdadero apoyo escolar, ése que está lleno de voces, ruidos, cuadernos, aromas ricos, mucho trabajo, juegos, risas, retos, mimos, ése que está lleno de chicos pidiendo y dando amor, y de “profes”. En medio de ese contexto trabajan ellos, “los de ciencias”. Primero se encargaron de las capacitaciones a los profesores, se plantearon objetivos, estrategias, se planificó el trabajo y se aprendió mucho. Luego pasaron a la acción, fueron a las aulas con lo planeado, a proponerles actividades a los chicos.

Fueron construyendo sobre lo aprendido, vieron que los chicos empezaban, de a poco, a usar términos y conceptos que habían escuchado en clases anteriores. Empezaron a diseñar cambios ellos mismos: “No, seño, esta tinta no se disuelve, mejor usemos esta otra” o “Seño, mirá hice una solución con té, lo hice con té frío, tardó más que el caliente, pero pude”. Esta experiencia ha sido la más completa de todas mis tareas. Por un lado ha sido un gran desafío. Es enseñar ciencias por amor a las ciencias. No hay notas. Hay sólo amor por saber, por hacer. El gran incentivo es la curiosidad, la capacidad de asombro, la satisfacción de descubrir. Estos pequeños científicos se me metieron en el alma… y me la han llenado.

Un centro de atención integral, de Caritas San José Obrero, para chicos de los barrios San Cayetano y La Cava que ha ido creciendo desde 1994, y hoy atiende a 80 niños de 1er a 9no del EGB que asisten a escuelas públicas de la zona.

En el Apoyo Escolar San Francisco acompañan a niños de bajos recursos en su desarrollo educativo. Para ello se trabaja en conjunto con las escuelas a las que asisten brindando un servicio complementario.Lo hacen porque los niños permanecen solos mientras sus padres trabajan, porque necesitan herramientas para crecer en un medio difícil, porque les ofrecen un complemento para la escuela, porque está claro que se merecen igualdad de oportunidades. Allí les brindan desayuno y almuerzo diario, atención psicopedagógica y social, apoyo escolar, salidas recreativas periódicas y de socialización, educación religiosa, física y artística mediante talleres, a partir de valores como el amor, el respeto con él mismo, los demás.