Mary Ann Glendon renunció en Abril del 2009 al galardón que le iba a dar la Universidad de Notre Dame. Con este gesto, la profesora se negaba a avalar la concesión del doctorado honoris causa en la misma ceremonia al presidente estadounidense Barack Husein Obama III. A su juicio, una universidad católica no debería dar honores a un político partidario del aborto y de la investigación con células madre embrionarias.
Por el mismo motivo que rechazó ese premio, Glendon acepta ahora encantada el Proudly Pro-Life Award: “No hay ningún galardón que pueda significar tanto para mí como éste que me entregan mis compañeros de lo que mi amigo Richard John Neuhaus llamó ‘el movimiento de base más grande de nuestro tiempo’”.
Después de trabajar durante más de tres décadas en la causa pro-vida, Glendon tiene claro esto: “No podemos subestimar el poder de la cultura de la muerte. Durante todo este tiempo hemos aprendido que lo que es inimaginable un día, puede ser realidad al día siguiente”.
“Hace treinta años, ¿quién podía imaginar algo semejante al aborto por decapitación (partial birth-abortion)? Cuando me pregunto por qué hay tanta gente que no se da cuenta de que las atrocidades de hoy pueden convertirse en las rutinas de mañana, suelo llegar a una respuesta: en parte, el problema está en no comprender que las decisiones persisten”.
“Cada vez que decidimos hacer una política sobre el aborto, la eutanasia o la investigación con embriones humanos, estamos cambiando la ecología moral de nuestro país. Podemos estar contribuyendo a la cultura de la vida o a la cultura de la muerte. De nada sirve que los elitistas medios de comunicación, las poderosas fundaciones, o las rentables industrias del sexo y del aborto traten de ocultar la realidad”.
Sin el dinero de los ricos
“Lo que convierte al movimiento pro-vida en ‘el movimiento de base más grande de nuestro tiempo’ es su empeño por seguir adelante aunque no tenga el apoyo de los ricos y poderosos. Este movimiento avanza gracias a la dedicación de tantas mujeres y de tantos hombres –procedentes de todos los ambientes–, que nunca han dejado de testimoniar la verdad”.
Para Glendon, la caída del apoyo al aborto que se ha dado este año en Estados Unidos pone de manifiesto que los esfuerzos de la gente corriente en defensa de la vida están dando frutos. “Estamos ganando la batalla de los corazones y de las ideas”.
Glendon atribuye este cambio de opinión hacia la postura pro-vida, el mayor que se ha registrado desde 1995, a la coherencia de las personas que integran este movimiento: “Nuestra defensa del no nacido es inseparable de la compasión con la que ayudamos a las mujeres, que son con frecuencia las segundas víctimas del aborto”.
“A diferencia del movimiento que se considera a sí mismo pro-choice, el movimiento pro-vida ha reflexionado mucho sobre la elección. Sabemos que las opciones duran. Sabemos que las decisiones individuales nos transforman en un tipo de persona, y que las decisiones colectivas nos transforman en un tipo de sociedad”.
[ Fuente: First Things ]