Cuidar, escuchar y acompañar, la misión del Hospice San Camilo
La Asociación Civil Hospice San Camilo es una organización no gubernamental que sustenta su accionar en la filosofía del cuidado Hospice, la que considera a la muerte como un acontecimiento natural dentro del proceso de la vida, por lo cual todo enfermo terminal merece hasta el último momento el trato conforme a su dignidad de persona.
El acompañamiento Hospice es presencia, acercamiento, cuidado y escucha y en San Camilo se prioriza a los que están solos y con menos recursos, brindándoles un clima de seguridad para poder encontrarse consigo mismos en el momento más trascendentes de sus vidas.
San Camilo tiene un equipo multidisciplinario de trabajo, que busca cuidar con compasión y competencia todas las necesidades del enfermo y su familia, con el clima de un hogar interactúan y crecen juntos los voluntarios, agentes de pastoral de la salud, religiosos, enfermeros, psicólogos, médicos, trabajadoes sociales, kinesiólogos y todos aquellos que desde su profesión ayudan a gestionar, difundir y administrar esta obra.
Están en el último tramo, acompañando al que está solo, conteniendo a su familia. Ellos llegan cuando muchos ya abandonaron al enfermo, para transitar juntos esos últimos pasos.
"Esta es una casa de amor. Acá se crean vínculos muy fuertes... Es que uno se va haciendo familia", aseguró Elsa Vescina. A los 70 años, encontró una vocación que no cambia por nada: vive pared de por medio con la casa y el hospice es su segundo hogar. La palabra hospice representa toda una filosofía de trabajo con el paciente terminal. Implica los cuidados paliativos que intentan aliviar el sufrimiento de las personas que padecen una enfermedad incurable o simplemente su envejecimiento. Pero es mucho más que eso. También implica cuidar con amor, escuchar con respeto y ser una compañía silenciosa para que la muerte sea un momento de paz.
No siempre hay dolor físico. "Es tiempo de reconciliarse, de resolver temas pendientes, sanar viejas heridas y poder morir en paz. Tuvimos historias hermosas, de personas que se reencontraron con familiares después de muchos años, o la de Ana, que pudo casarse en esta casa y cumplir el sueño de su vida", dijo emocionada Elsa.
El primero en llegar a la casa fue Antonio. "El fue nuestro gran maestro; nos enseñó mucho", recordó Elsa. Antonio tenía cáncer de garganta y no pronunció una palabra en los ocho meses que estuvo en la casa. "Con él vivimos, realmente, el lenguaje del amor. Murió acompañado de sus seis hermanos, que viajaron desde parajes lejanos del Chaco. Fue un momento de muchísima paz", agregó.
"La muerte es parte de la vida; es el último hito trascendental... y en una sociedad en la que estamos en la contraria, buscando la juventud eterna, es importante que pensemos en el final", afirma Elsa.
Son conscientes de que nacieron en el seno de la Iglesia Católica, pero cualquiera puede multiplicar esta filosofía. El movimiento quiere ser un aporte a la cultura de la dignidad de la persona y un complemento al sistema de salud.