La celebración de la Eucaristía y sus partes proporciona, a quien quiere y participa, grandes frutos espirituales. Para ello, es necesario conocerla, entender sus gestos y símbolos y exponerse con humildad y compromiso a participar de ella con reverencia.
Si bien San Isidro (el partido y la diócesis) cuenta con una gran cantidad de colegios con orientación religiosa católica, la realidad de las misas -principalmente las de los fines de semana- en las parroquias y capillas, evidencian una disminución en el número de feligreses.
No es raro escuchar curiosas explicaciones para justificar bancos vacíos: fin de semana largo, mucho calor, mucho frío, encuentros deportivos diversos, compromisos familiares, etc. Pero aunque, en los colegios no se pueda colocar toda la responsabilidad de esta situación, parece que en ellos no se provocan grandes adhesiones a la liturgia y la devoción.
Valga simplemente hacer la cuenta de cuántos chicos egresan de los todos los colegios católicos de San Isidro año tras año, multiplicar esa cifra ¿por 10? ¿por 20 años?. Sumémosle los que son bautizados -pero que no asisten a colegios confesionales-, y los que hacen su catecismo en capillas de la zona, sin ir a instituciones educativas religiosas. Seguramente llegaremos a una cifra realmente importante.
Nos resta ahora hacer un ligero recuento de cuántas personas hay en las parroquias y capillas asistiendo a misa los fines de semana, y para tratar de agrandar la cifra, sumarle a los que participan ocasionalmente de alguna celebración devota popular (fiestas patronales, por ejemplo). No hace falta ser un gran matemático ni observador para descubrir que la diferencia numérica es grande. Y si además se cuenta la cantidad de hombres que están formándose en el seminario, el panorama no es alentador.
Es claro que, además de los colegios (en algunos casos, de dudosa coherencia) y las capillas con sus catequistas, los chicos tienen otras enseñanzas, otros mensajes: los padres (principalmente), el resto de la familia, los amigos, el club, la calle, la tele, Internet, etc.
Entonces se arriba a que si la Iglesia, como institución, ha ido perdiendo la participación de la feligresía, puede deberse al descuido de aspectos básicos en la formación que brinda en términos de compromiso y auténtica adhesión a la Fe.
Que la Iglesia ha tenido enemigos concretos en el relativismo moral proveniente de un mundo cada vez más alejado de Dios, no es novedad. Y seguirá teniéndolos. Pero, para intentar ser justos, algunos buscan en la falta de "aggiornamiento" la causa de las ausencias, pidiéndole imposibles a la institución. Y otros están ansiosos de encontrarse con una fortaleza que nadie le acerca con claridad y coherencia.
Vale mencionar que, al mismo tiempo que ocurre en otras partes, los "males del mundo" están dentro de la santa institución. La misma que genera nobles y sacrificados sacerdotes y religiosas, también produce demasiados hombres y mujeres que, desatendiendo el magisterio de la Iglesia, imponen sus puntos de vista personales, o dejan de ser ejemplos de humildad, de dedicación, de tolerancia, a imagen de Cristo.
Es así como por un lado cualquiera de nosotros se emociona con vidas como las de centenares de consagrados del pasado y del presente, y -simultáneamente- se sorprende con dichos y hechos de sacerdotes y monjas. Y hasta de obispos.
Frente a todo esto (tan diverso y complejo) no hay muchas salidas: O se está afuera, con los riesgos que eso implica para la propia espiritualidad, o está adentro. Y desde adentro no hay otro camino que la participación, la oración, señalando el error fraternalmente (pero con claridad), aportando lo que cada uno pueda de su tiempo, sus capacidades, sus recursos. Y, como si fuera poco, llevar al Dios que todo lo puede al seno del trabajo, del barrio, de la escuela, o donde uno se mueva, evitando a conciencia lo que hace daño: el insulto, el cálculo, la desesperanza, la trampa...
Mientras tanto, y para quienes nunca lo aprendieron o lo olvidaron, a continuación van las partes de la Santa Misa. Para que si surge la necesidad de entrar a una iglesia, uno pueda saber qué está pasando mientras Dios le pide permiso para entrar en su vida.
RITOS INICIALES
Son ritos introductorios a la celebración y nos preparan para escuchar la palabra y celebrar la eucaristía. Comprende: Entrada - Señal de la cruz - Saludo - Acto penitencial - Gloria - Oración colecta.
Procesión de entrada Se llega al templo y los fieles se disponen para celebrar el misterio más grande de nuestra fe. Se acompaña la procesión de entrada cantando con alegría.
Saludo inicial Después de besar el altar y hacer la Señal de la Cruz, el sacerdote bendice a la asamblea.
Acto penitencial Pedimos humildemente perdón al Señor por todas nuestras faltas.
Gloria Alabamos a Dios, reconociendo su santidad, al mismo tiempo que nuestra necesidad de Él.
Oración Colecta Es la oración que el sacerdote, en nombre de toda la asamblea, hace al Padre. En ella recoge todas las intenciones de la comunidad.
LITURGIA DE LA PALABRA
Se escucha a Dios, que se da como alimento en su Palabra, y se responde cantando, meditando y rezando. Comprende: Primera Lectura - Salmo Responsorial - Segunda Lectura - Aleluya - Evangelio - Homilía - Credo - Oración universal.
Primera lectura En el Antiguo Testamento, Dios habla a través de la historia del pueblo de Israel y de sus profetas.
Salmo Se medita rezando o cantando un salmo.
Segunda lectura En el Nuevo Testamento, Dios habla a través de los apóstoles.
Evangelio El canto del Aleluya nos dispone a escuchar la proclamación del misterio de Cristo. Al finalizar los fieles dicen: "Gloria a ti, Señor Jesús".
Homilía (sermón) El sacerdote explica la Palabra de Dios.
Credo Después de escuchar la Palabra de Dios, confesamos nuestra fe.
Oración de los fieles Se reza pidiendo por las necesidades de todos.
LITURGIA DE LA EUCARISTÍA
Tiene tres partes: Rito de las ofrendas, Gran Plegaria Eucarística (es el núcleo de toda la celebración, es una plegaria de acción de gracias en la se actualiza la muerte y resurrección de Jesús) y Rito de comunión.
Presentación de dones Se presenta el pan y el vino que se transformarán en el cuerpo y la sangre de Cristo. Se realiza la colecta en favor de toda la Iglesia. Se reza sobre las ofrendas.
Prefacio Es una oración de acción de gracias y alabanza a Dios, al tres veces santo.
Epíclesis El celebrante extiende sus manos sobre el pan y el vino e invoca al Espíritu Santo, para que por su acción los transforme en el cuerpo y la sangre de Jesús.
Consagración El sacerdote hace "memoria" de la última cena, pronunciando las mismas palabras de Jesús. El pan y el vino se transforman en el cuerpo y en la sangre de Jesús.
Aclamación Aclamamos el misterio central de nuestra fe.
Intercesión Se ofrece este sacrificio de Jesús en comunión con toda la Iglesia. Se pide por el Papa, por los obispos, por todos los difuntos y por todos nosotros.
Doxología El sacerdote ofrece al Padre el cuerpo y la sangre de Jesús, por Cristo, con él y en él, en la unidad del Espíritu Santo. Todos responden: "Amén".
Padrenuestro Preparándose para comulgar, todos los fieles rezan al Padre como Jesús mismo lo enseñó.
Comunión Los feligreses se acercan a recibir a Jesús, pan de vida. Antes de comulgar -si se está confesado con un sacerdote- se hace un acto de humildad y de fe.
Oración Se da gracias a Jesús por haberlo recibido, y se le pide ayudea para vivir en comunión.
RITOS DE DESPEDIDA
Son ritos que concluyen la celebración.
Bendición El sacerdote da la bendición a todos.
Despedida y envío Alimentados con el pan de la Palabra y de la Eucaristía, todos vuelven a sus actividades, a vivir con Jesús en el corazón.