En el mediodía del domingo 28 de Septiembre miles de fieles y peregrinos se reunieron en la Plaza Central de Castelgandolfo para rezar el Angelus dominical con el Papa Benedicto XVI, quien en sus palabras iniciales recordó que la humildad es fundamental para poder acoger el don de la salvación y caracteriza lo esencial en la vida cristiana.
El Papa hizo una reflexión sobre el pasaje evangélico del día, recordando que con la parábola en cuestión “Jesús reafirma su predilección por los pecadores que se convierten, y nos enseña que se necesita humildad para acoger el don de la salvación”.
Así mismo hizo notar que también San Pablo nos exhorta a vivir la humildad: “Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo”. “Son estos –continuó el Papa- los mismos sentimientos de Cristo, que, despojado de la gloria divina por amor a nosotros, se hizo hombre y se rebajó hasta morir crucificado. El verbo utilizado - ekenôsen – significa literalmente que Él ‘se vació a sí mismo’ y resalta claramente la profunda humildad y el infinito amor de Jesús, el Siervo humilde por excelencia”.
Más adelante recordó también al Papa Juan Pablo I quien tuvo como lema episcopal Humilitas. “Una sola palabra que sintetiza lo esencial de la vida cristiana e indica la indispensable virtud de quien, en la Iglesia, está llamado al servicio en la autoridad”.
Citando al Papa de la sonrisa dijo: “‘Me limito a recomendar una virtud, tan querida por el Señor: quien dijo: aprended de mí que soy manso y humilde de corazón’… La humildad puede ser considerada su testamento espiritual”.
“Mientras agradezco a Dios por haberlo donado a la Iglesia y al mundo, hagamos un tesoro de su ejemplo, esforzándonos a cultivar su misma humildad, que lo hizo capaz de hablarle a todos, especialmente a los pequeños. Invoquemos a María Santísima, humilde Sierva del Señor”.
Seguidamente rezó el Angelus, saludó en diversos idiomas a los presentes e impartió su Bendición Apostólica.