El Papa Benedicto XVI pidió a los sacerdotes que administran el Sacramento de la Reconciliación hacer comprender a los fieles que al recurrir a esta práctica, "se experimenta siempre la alegría pacificadora del perdón de Dios".
Al recibir a los participantes en el curso sobre el fuero interno promovido por la Penitenciaría Apostólica, el Santo Padre señaló que esta época, "por desgracia pierde cada vez más el sentido del pecado. Hoy es necesario hacer experimentar a quien se confiesa aquella ternura divina con los pecadores arrepentidos que tantos episodios evangélicos muestran con intensa emoción".
Refiriéndose a la pecadora perdonada que narra el Evangelio de San Lucas, Benedicto XVI subrayó que "es elocuente el mensaje de este episodio evangélico: a quien mucho ama, Dios perdona todo. Quien confía en sí mismo y en los propios méritos está como cegado por su propio yo y su corazón se endurece en el pecado. Sin embargo, quien reconoce que es débil y pecador confía en Dios y obtiene de El gracia y perdón".
Precisamente, dijo, "éste es el mensaje que hay que transmitir: lo que cuenta es hacer comprender que en el sacramento de la Reconciliación, cualquier pecado que se cometa, si se reconoce humildemente y uno se acerca con confianza al sacerdote confesor, se experimenta siempre la alegría pacificadora del perdón de Dios".
Tras destacar que hoy existe "una cierta aversión" a acercarse al confesionario, el Papa señaló que "cuando se insiste solo en la acusación de los pecados, que también se debe hacer y hay que ayudar a los fieles a comprender la importancia, se corre el peligro de relegar a un segundo plano lo que es fundamental, es decir, el encuentro personal con Dios, Padre de bondad y de misericordia".
El Santo Padre afirmó que los pastores y de modo especial los confesores se deben esforzar por "resaltar el lazo estrecho existente entre el sacramento de la Reconciliación y una vida orientada totalmente a la conversión", de modo que "la gracia del sacramento sostenga y alimente el compromiso de ser discípulos fieles del Señor".
"Si se pierde este anhelo incesante existe, por desgracia, el riesgo de que la celebración del sacramento se convierta en algo formal que no incide en el tejido de la vida cotidiana. Por otra parte, si a pesar del deseo de seguir a Jesús no se confiesa regularmente, se acaba por frenar poco a poco el ritmo espiritual hasta debilitarlo cada vez más y quizá incluso de apagarlo", concluyó.