El discurso pronunciado en la basílica de Letrán por el presidente francés Nicolás Sarkozy marca una nueva interpretación de la "laicidad positiva" tanto en Francia como en una Europa que ha tendido a mirar con reservas sus raíces cristianas.
En su discurso del 20 de Diciembre último, Sarkozy -que se divorció luego de 11 años de matrimonio y se unió a una joven modelo- afirmó que Francia solo puede resultar beneficiada por un reconocimiento efectivo del papel de las corrientes religiosas en la vida pública y de su colaboración para iluminar los problemas éticos.
En su toma de posesión simbólica como "canónigo de honor" en la basílica de Letrán, Nicolás Sarkozy hizo una lectura de la historia de Francia asumiendo plenamente "ese lazo tan particular que durante tanto tiempo ha unido a nuestra nación y a la Iglesia".
Esta especial relación se debe, más allá de los hechos históricos como el bautismo del rey Clodoveo, a que "la fe cristiana ha influido con profundidad en la sociedad francesa, en su cultura, en sus paisajes, en su manera de vivir, en su arquitectura, en su literatura". Por eso, "las raíces de Francia son esencialmente cristianas".
A la vez, ha recordado que "Francia ha dado una contribución excepcional a la difusión del cristianismo". A este respecto Sarkozy ha mencionado tanto a los santos franceses (desde San Bernardo a Teresa de Lisieux) como a hombres de cultura (Pascal, Bossuet, Péguy, Claudel, Bernanos, Mauriac, Maritain, Mounier, René Girard y teólogos como de Lubac y Congar).
Después Sarkozy expuso su modo de entender una laicidad positiva en la actualidad. Por una parte, elogió el régimen francés de la laicidad como libertad de creer o de no creer, de practicar y de cambiar de adscripción religiosa, de no ser discriminado por la Administración por motivos religiosos... En una Francia plural, "la laicidad se afirma como una necesidad y una oportunidad. Se ha convertido en una condición de la paz civil".
Al mismo tiempo, advirtió que "la laicidad no puede ser la negación del pasado. No tiene el poder de separar a Francia de sus raíces cristianas. Intentó hacerlo, pero no hubiera debido. Como Benedicto XVI, considero que una nación que ignora la herencia ética, espiritual, religiosa de su historia comete un crimen contra su cultura, contra esa mezcla de historia, de patrimonio, de arte y de tradiciones populares, que impregna tan profundamente nuestra manera de vivir y de pensar". Arrancar esa raíz sería "debilitar el cimiento de la identidad nacional".
Contribución a la moral del país
Frente a los políticos que tienden a enfrentar una moral laica y una moral religiosa, Sarkozy, sin negar su distinción, admitió que "la República tiene interés en que exista también una reflexión moral inspirada en convicciones religiosas. En primer lugar, porque la moral laica corre el riesgo de agotarse o de transformarse en fanatismo cuando no está respaldada por una esperanza que llene la aspiración al infinito. Y también porque una moral desprovista de lazos con la trascendencia está más expuesta a las contingencias históricas y finalmente a ceder a la facilidad".
"En la República laica, siguió diciendo el presidente francés, un político como yo no decide en función de consideraciones religiosas. Pero importa que su reflexión y su conciencia sean iluminadas especialmente por consejos que hagan referencia a normas y convicciones libres de las contingencias inmediatas. Todas las inteligencias, todas las espiritualidades que existen en nuestro país deben tomar parte en ello".
Sarkozy expresó su deseo del "advenimiento de una laicidad positiva, es decir, una laicidad que, al mismo tiempo que vela por la libertad de pensar, de creer y de no creer, no considere que las religiones son un peligro, sino más bien una ventaja".
"No se trata –dijo– de modificar los grandes equilibrios de la ley de 1905", que rige en Francia la separación de la Iglesia y del Estado. "Se trata, en cambio, de buscar el diálogo con las grandes religiones de Francia y de tender por principio a facilitar la vida cotidiana de las grandes corrientes espirituales en vez de tratar de complicársela".
Sarkozy expresó su convicción de que "la frontera entre la fe y la increencia no es y no será nunca la frontera entre los creyentes y los no creyentes, porque atraviesa en verdad a cada uno de nosotros. Incluso el que afirma no creer no puede sostener al mismo tiempo que no se pregunta sobre lo esencial. El hecho espiritual es la tendencia natural de todos los hombres a la búsqueda de la trascendencia."
Sin embargo, reconoció el presidente francés, "la República laica ha subestimado la importancia de la aspiración espiritual". Y aquí Sarkozy ha mencionado algunas limitaciones que todavía subsisten al reconocimiento de la aportación de la Iglesia a la sociedad en Francia, como el valor de los títulos de los centros católicos de enseñanza superior.
Para crear esperanza
Esto es perjudicial para el país, ha dicho Sarkozy. Hay que evitar toda intolerancia contra el no creyente. "Pero un hombre que cree es un hombre que espera. Y el interés de la República es que haya muchos hombres y mujeres con esperanza. La desafección progresiva de las parroquias rurales, el vacío espiritual de los suburbios, la desaparición de los patronatos, la escasez de sacerdotes, no han hecho más felices a los franceses".
Para destacar el valor de la esperanza, Sarkozy ha citado la reciente encíclica de Benedicto XVI. Ha recordado que, desde la Ilustración, Europa puso sus esperanzas en las ideologías o en el progreso técnico y económico. Pero ninguna de estas perspectivas "ha podido llenar la necesidad profunda que tienen los hombres y las mujeres de encontrar un sentido a su existencia". Las cuestiones sobre el sentido de la vida y el misterio de la muerte "son cuestiones esenciales que no han perdido su pertinencia".
En la parte final del discurso, Sarkozy destacó y agradeció, en tanto que presidente de la República, lo que la Iglesia católica hace en Francia. "Vuestra contribución a la acción caritativa, a la defensa de los derechos del hombre y de la dignidad humana, al diálogo interreligioso, a la formación de las inteligencias y de los corazones, a la reflexión ética y filosófica es importante... Al dar en Francia y en el mundo el testimonio de una vida entregada a los demás y colmada por la experiencia de Dios, creáis esperanza y hacéis crecer los sentimientos nobles".
En conclusión, Sarkozy afirmó que "en este mundo paradójico, obsesionado por el confort material, pero al mismo tiempo cada vez más deseoso de sentido y de identidad, Francia necesita católicos convencidos que no teman afirmar lo que son y lo que creen".
[Fuente Aceprensa]
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