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Mártires de la libertad y la igualdad...
   
Luego de que fuera aprobado "legalmente" el despiadado método de la guillotina, el 3 de Junio de 1791, la cantidad de gente que perdió la vida por no adherir, no rendirse al régimen totalitario de la Revolución Francesa, fue mucha.

Si bien la propaganda y el ocultamiento, llevan a muchos a pensar que los que fueron "ajusticiados" principalmente fueron reyes, reinas, duques y aristócratas, la verdad es que bajo las consignas de "libertad, igualdad y fraternidad", el régimen se enfocó en destruir, sin miramiento alguno a todo aquel que pensara distinto o no accediera a "libremente" declarar su sumisión. El odio a la fe hizo estragos.

La mayoría de los ejecutados por la Revolución, en especial en los 9 meses del reinado del terror, eran plebeyos, gente que nada tenía de aristócrata o monárquico.

Desde que el 25 de Abril de 1792, cuando un ladrón de nombre Nicolas-Jacques Pelletier tuvo el honor de estrenar la "navaja nacional" (como se apodaba a la guillotina), miles de cabezas cayeron "legalmente" en una canasta. Tal vez muchos no sepan que el último degollado (no públicamente) fue un delincuente común que encontró la muerte con esta bestialidad el 10 de Septiembre de 1977. Antes, el 17 de Junio de 1939, a las puertas de la prisión de Saint-Pierre, en medio de una multitud, la guillotina caía sobre el cuello de un asesino de nombre Eugen Weidmann.

Por citar el momento de mayor uso de este método de materializar el odio, vale mencionar que en los 212 días que unen el mes de Septiembre de 1793 y Marzo de 1794 hubo 17.000 asesinados por el Estado revolucionario francés mediante la guillotina. Un promedio de 80 decapitados por día. Una locura, aunque muy lejos de los 288 abortos diarios que se hacen en la Argentina en 2024.


Mujeres de fe

Las carmelitas se establecieron en Compiègne (Francia) en 1641 y, fieles al espíritu de Santa Teresa de Jesús, con su santidad se ganaron la estima de los lugareños. Sin embargo, el régimen totalitario que impuso la Revolución, persiguió a la Iglesia y sus representantes. El convento en el que vivían las religiosas fue cerrado y sus integrantes forzadas a vivir como seglares, de acuerdo a la ley revolucionaria de 1790.

Luego se les obligó a firmar el llamado "juramento revolucionario", por el que se comprometían a defender los valores de la revolución: libertad, igualdad y fraternidad. Sometiéndose a esa ley evitaron ser deportadas, pero tuvieron que disgregarse y vivir en 4 casas distintas, en la clandestinidad.

Cuando la situación parecía haberse calmado un poco, Teresa de San Agustín, antigua priora del convento, propuso a sus hermanas retomar la disciplina de la vida conventual, aunque estuviesen exclaustradas. De ese modo, pese a vivir separadas, las monjas retomaron la relación de obediencia con su superiora y comenzaron a comunicarse entre ellas a diario.


La libertad, la igualdad y la fraternidad no son para todos

Algunos partidarios de la Revolución en Compiègne se percataron de lo que las hermanas hacían -desafiar el autoritarismo del Régimen del Terror- y las denunciaron ante el "Comité de Salud Pública". De inmediato, se ordenó registrar sus casas y confiscar toda "prueba de vida conventual". Encontraron una estampa del Sagrado Corazón, algunas cartas y escritos.

Esto era más que suficiente para acusarlas de conspiración en favor del "restablecimiento de la monarquía y la desaparición de la República". Lo que les esperaba la cárcel.

Aunque algunas religiosas carmelitas lograron escapar, la mayoría fue apresada. Los revolucionarios reunieron a las prisioneras en un solo recinto. Estando una frente a la otra, las mujeres -que tenían entre 34 y 79 años- se encomendaron a la Virgen del Carmen y acordaron retractarse del juramento revolucionario y no aceptar más imposiciones contra su fe.

Cuando se solicitó que firmaran de nuevo el juramento, las carmelitas se negaron. Por eso fueron acusadas de "conspiradoras contra la revolución".

Las 16 monjas fueron enviadas a París, con las manos atadas, encima de dos carretas con paja. Al llegar a su destino fueron encerradas en la prisión de la Conciergerie, la antesala de la guillotina. Allí las ubicaron al lado de presos comunes, además de presbíteros, religiosos y laicos acusados de conspiradores por no rendirse ante el régimen de odio que significaba la Revolución Francesa.

En la prisión, las carmelitas fueron un modelo de piedad y firmeza. Establecieron una dinámica de oración conventual y la cumplían frente a todos, carceleros y reos, sin ningún temor. Las monjas, incluso, se las arreglaron para celebrar a la Virgen del Carmen el 16 de julio. Aquel fue un día glorioso en la prisión, en el que se pudo respirar algo de serena alegría y solemnidad. Vestidas de blanco, llevando palmas en las manos.

A la mañana siguiente, el 17 de Julio de 1794, las hermanas comparecieron ante el Tribunal Revolucionario. Este sentenció la pena de muerte para todas.

Al pie de la guillotina las carmelitas cantaron el Te Deum, renovaron sus promesas y votos, y subieron una por una a entregar la vida como ofrenda a Cristo. Así se cumpliría lo que hacía 100 años había vaticinado una carmelita de la misma comunidad.


La Iglesia reconoce el martirio

El cardenal arzobispo de París inició el proceso de su beatificación el 23 de Febrero de 1896. El 16 de Diciembre de 1902 el papa León XIII declaró venerables a las Mártires de Compiègne. Fueron beatificadas por el papa Pío X el 27 de Mayo de 1905. Las monjas carmelitas de Cambrai (a unos 200 km. de París) han preservado con devoción las reliquias secundarias de sus mártires, es decir, instrumentos de uso personal, hábitos, etc., debido a que sus cuerpos fueron tirados en una fosa común y no pudieron ser identificados. Su fiesta se celebra cada 17 de Julio.

En 2022 el Papa Francisco autorizó su proceso de canonización por equivalencia, que se da cuando se reconoce, acepta y ordena el culto público y universal de una persona sin pasar por el procedimiento ordinario, dada la extensión o antigüedad de la veneración, condición que se cumple en el caso de las mártires de Compiègne.

Las 16 carmelitas mártires de Compiègne

  • Teresa de San Augustín (Madeleine-Claudine Ledoine), nacida en 1752. (Priora de la comunidad)
  • Madre San Luis (Marie-Anne Brideau), nacida en 1752.
  • Enriqueta de Jesús (Marie-Françoise Gabrielle de Croissy), nacida en 1745.
  • María de Jesús Crucificado (Marie-Anne Piedcourt), nacida en 1715.
  • Carlota de la Resurrección (Anne-Marie-Madeleine Thouret) nacida en 1715.
  • Eufrasia de la Inmaculada Concepción (Marie-Claude Cyprienne) nacida en 1736.
  • Teresa del Corazón Inmaculado de María (Marie-Antoniette Hanisset) nacida en 1740.
  • Julia Luisa de Jesús (Rose-Chrétien de la Neuville), viuda, nacida en 1741.
  • Teresa de San Ignacio (Marie-Gabrielle Trézel) nacida en 1743.
  • María Enriqueta de la Providencia (Anne Petras) nacida en 1760.
  • Constanza de Jesús (Marie-Geneviève Meunier), nacida en 1765.
  • María de Santa Marta (Marie Dufour), nacida en 1742.
  • María del Espíritu Santo (Angélique Roussel), nacida en 1742.
  • María de San Francisco Xavier (Julie Vérolot), nacida en 1764.
  • Catherine Soiron, externa, nacida en 1742.
  • Thérèse Soiron, externa, nacida en 1748.

 
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