Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios
El Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina ha actualizado las cifras de la tragedia argentina.
Según el prestigioso organismo, el 55,5% de los habitantes del país son pobres, y el 17,5% indigentes.
Esto significa que el país está hundido en la miseria: unos 24 millones de personas están afectadas por esa condición. El pueblo argentino sufre en su mayoría, y dramáticamente en los más indigentes.
Presento dos imágenes que registran lo que se padece: un cartonero recorriendo varios kilómetros porque la caída del consumo ya no deja cartones, que constituyen para esa persona el medio de vida.
Segundo ejemplo: un niño revolviendo en una montaña de basura para rescatar algún resto utilizable de comida.
¿Qué puede hacer la Iglesia?
A través de Caritas socorre la emergencia en comedores y merenderos. Una actividad necesaria sería preparar a muchos jóvenes, enseñándoles algún oficio: albañil, electricista, pintor, lo cual les permitiría conseguir trabajo si despunta la recuperación de la actividad, o por lo menos ejercer una changa.
Me dicen, en efecto, que ya no se cuenta con gente hábil para esas tareas mencionadas.
Cuando yo era estudiante abundaban los colegios industriales -como se los llamaba- en los que se recibían con título de diversas especialidades. En aquella época era la posibilidad concreta de tener trabajo.
Hoy día, en cambio, uno de los factores de la crisis económica es la desocupación. El gobierno actual se ha empeñado en los problemas macroeconómicos, lo cual no implica aliviar el sufrimiento de la población.
En cuestiones de educación en este momento se discute el asunto de la repitencia en el secundario, que ha sido dispuesta en la provincia de Buenos Aires. En rigor de verdad, lo que se debería discutir es el sistema de la "escuela media", que sólo puede exhibir fracasos. Éste es un problema cultural de principal urgencia.
La Iglesia debe ofrecer respuestas en el ámbito integral de la cultura, y soluciones para la crisis educativa. En su historia existen esas respuestas, que han de actualizarse convenientemente. Un ejemplo es el protagonismo de los salesianos, en otros tiempos, en la formación juvenil para los oficios.
En cambio, lo que se nota es la politización en la función eclesial. Un escándalo mayúsculo es el registrado en la parroquia de la Santa Cruz, de la ciudad de Buenos Aires.
Esta parroquia, a cargo de los palotinos, fue pionera en los años ’70 de la orientación izquierdista. Aquí se verificó, también, un espantoso crimen; que fue el asesinato de varios miembros de la comunidad religiosa. Ahora se ve que esa orientación se convirtió en la identidad de la parroquia.
El domingo 9 de junio, Décimo del Tiempo Ordinario, en el calendario litúrgico, una misa se constituyó en una algarada política contra el presidente Javier Milei.
Esta profanación tuvo un rasgo idolátrico: una estatua de la extinta Nora Cortiñas, de las Madres de Plaza de Mayo, ocupó un lugar en el presbiterio, y a ella se dirigió la devoción de los fieles.
El Arzobispo de Buenos Aires se excusó de intervenir, con las sanciones canónicas que corresponden a los pecados cometidos, pretextando que esa parroquia es de jurisdicción de la congregación religiosa.
Pero, en realidad, está sometida en el orden externo, el cuidado de los sacramentos y la ortodoxia de la predicación y de la catequesis a la autoridad del Arzobispo. También se ha cometido el pecado de escándalo, que ha sido remarcado por los medios de comunicación y las redes sociales. La situación creada es gravísima.
Otro escándalo identifica como protagonista al Arzobispo de Buenos Aires, Mons. Jorge García Cuerva.
Se trata de una comida realizada dentro de la Catedral Primada. Fue tendida una mesa enorme en la nave central, en la cual ocuparon lugar numerosas personas como comensales. Ha sido una profanación expresamente preparada del lugar sagrado, como si fuera una réplica idolátrica de la Eucaristía.
El hecho, además, encerraba un metamensaje: “No existe un lugar sagrado”; “no hay distinción entre sagrado y profano”.
Este tema, desde hace años, ha sido profesado por los sectores progresistas. Puedo ofrecer un caso en el que yo mismo intervine como protagonista.
En una asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, un obispo sostuvo precisamente esa indistinción de órdenes, vale decir: no existe un lugar sagrado, un ámbito distinto del orden mundano.
Yo pedí la palabra y argumenté que "si un hombre de las cavernas, en el origen de la humanidad, oyera la sentencia pronunciada por este obispo, se escandalizaría, ya que siempre los hombres han admitido la existencia de un ámbito sagrado, el de los dioses. La negación de ese ámbito separado del mundo, equivale a la negación de Dios, y del orden religioso".
Monseñor García Cuerva debería clarificar su posición como Arzobispo de Buenos Aires sobre estas dos situaciones: lo ocurrido en la parroquia de la Santa Cruz, y la comida en la Iglesia Catedral; hecho éste que lo involucra personalmente.
Los casos referidos muestran el avance del progresismo en la Iglesia argentina. Llama la atención que las autoridades eclesiásticas no atiendan a las numerosas voces críticas, que reclaman contra las desviaciones de la religión católica. Y que afectan a la realidad de la Iglesia, precisamente, en un tiempo en que el Sumo Pontífice es argentino. Supongo que los dos casos que he comentado son conocidos en Roma.