La declaración Fiducia supplicans y las reacciones que ha suscitado permiten observar la división que late en la Iglesia, de dimensiones continentales: en Europa, la aprobación; en África, y en Asia, el repudio. No es, por lo tanto, algo marginal; de "grupúsculos ideologizados", como afirma el pontífice.
El fenómeno eclesial es el siguiente: en la vieja Europa languidecen la fe y la cultura cristianas. Las familias no tienen hijos, sino mascotas (perros y gatos); los seminarios están vacíos, y los institutos religiosos, despoblados, apenas subsisten con muy pocos miembros, o cierran.
La sociedad y los gobiernos civiles, profundamente secularizados, arrasan los valores del orden natural, como ajenos a cualquier influjo del cristianismo.
De seguir así las cosas, en algunas décadas, las bellas catedrales, reliquias del Occidente cristiano, seránconvertidas en mezquitas. La sede pontificia es una isla que procura ínfimamente seguir gobernando el universo católico.
La realidad vital de la Iglesia se desplaza hacia el Oriente, y florece en África, y en Asia. Lo digo con pena: soy nieto de europeos, y es europea la cultura que he asumido, pero el espíritu de la Revolución ha arrasado a la cultura cristiana; la crisis se expresa en el progresismo eclesiástico, cómplice de una Revolución que liquida el orden natural de la Creación.
Leo en La Prensa: “la Iglesia italiana defiende la bendición a parejas gay”. Efectivamente, el cardenal Matteo Zuppi, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, logró alinear a los obispos en apoyo del documento Fiducia Supplicans, emitido por el Dicasterio de la Doctrina de la Fe, que preside el cardenal argentino Víctor Manuel Fernández, “Tucho” (o como ya lo llaman muchos, “Trucho”), y detrás suyo el mísmísimo Papa.
Zuppi exhibe los remanidos argumentos del “horizonte de la misericordia”, de la “mirada amorosa de la Iglesia sobre todos los hijos de Dios, sin menoscabo de las enseñanzas del Magisterio”.
Otra vez la contradicción: hasta el ejemplo que ofrece Fernández de “bendición”, extiende ésta a “la ayuda mutua que se brindan los miembros de la pareja”, vale decir, que se aprueba la unión homosexual. Sigue Zuppi: “Dios quiere que todos se salven; es por tanto tarea de la Iglesia interesarse por todos y cada uno. No podemos olvidar que todos los bautizados gozan de la plena dignidad de hijos de Dios y, como tales, ellos son nuestros hermanos, y nuestras hermanas”.
Se dice que “no se cuestiona el significado del sacramento del Matrimonio; se mantiene firme la doctrina tradicional de la Iglesia, sobre el Matrimonio, no admitiendo ningún tipo litúrgico de bendiciones, similar a un rito litúrgico que podría crear confusión”.
Otro aporte es el del cardenal Betori, en una intervención en el periódico Avvenire: "no se trata de una ampliación del concepto de matrimonio, sino de una aplicación concreta de la creencia de fe en que el amor de Dios no tiene fronteras, y su obra trata de superar las situaciones difíciles en las que se encuentra el hombre”.
Estos prelados creen que los fieles católicos somostontos. Sin duda, Dios quiere que todos los hombres se salven, y para eso que abandonen el pecado. ¿Es o no pecado la práctica de los actos homosexuales, que son intrínsecamente deshonestos? El amor del Padre no tiene fronteras, y por eso puede bendecir a una persona homosexual, llamándola a vivir la castidad, pero no puede complacerse en su unión permanente con otra de su misma índole, lo cual es la continuidad del pecado.
Se alude a “la estrecha conexión entre la voluntad salvífica de Dios, y la condición histórica del hombre”. Precisamente, esa conexión pide la conversión a Dios, y el abandono del pecado. Dios ama la virtud, e invita al hombre a vivir virtuosamente. Zuppi insiste: “es el valor pastoral de la verdad cristiana, que tiende siempre a la salvación”. Todo al revés.
Contemporáneamente, los obispos africanos han remarcado su desacuerdo con la declaración Fiducia supplicans: “en África no se bendecirá a las parejas homosexuales”. Esta permanencia en la verdad y el sentido común es lo que explica el florecimiento de la Iglesia: familias cristianas con muchos hijos, abundantes vocaciones sacerdotales y religiosas, seminarios llenos, y presencia notoria de la Iglesia en la sociedad.
El confuso devaneo del Papa Bergoglio es aquí repudiado en los hechos; la Providencia del Señor de la Historia ha abierto un nuevo camino a la misión de la Iglesia. En esta realidad consiste el Misterio de la Voluntad divina, que rejuvenece, y embellece el rostro de la Iglesia.
En el continente asiático, el apego a la Tradición eclesial lleva a desconocer, también, el proyecto de Bergoglio – Fernández, de confundir a los católicos con la tristemente célebre declaración. Aquí también la Iglesia florece; es éste el cumplimiento de una ley: la eficacia de la Verdad, y del Amor a Dios, y a los hombres que orienta a la salvación. La Iglesia se ha corrido de Europa al Oriente, donde está el futuro.
En las últimas semanas, se ha redescubierto un libro del Doctor Tuchensis, que hoy éste pretende ocultar. Se llama “La pasión mística”, donde se desconoce la teología mística ilustrada por los Doctores de la Iglesia, los santos que han vivido la unión mística con el Dios Trino, y dejaron escrita la experiencia. Ésta es tergiversada en la reducción sexológica practicada por Fernández, que resulta un testimonio de ignorancia, y confusión. Este trasfondo se oculta en la declaración Fiducia supplicans.
¡Ahora se entiende!
+ Héctor Aguer Arzobispo Emérito de La Plata. Buenos Aires, viernes 2 de febrero de 2024. Fiesta de la Presentación del Señor. Jornada Mundial de la Vida Consagrada.