Este domingo 19 de Febrero las imágenes de la Santisima Virgen y Santa Bernardita en la gruta inaugurada hace sólo una semana al costado de la parroquia Nuestra Señora de Lourdes [Posadas 312, Beccar] aparecieron destrozadas, un episodio de odio a la fe que no es raro ni en la jurisdicción de la diócesis de San Isidro ni en el resto del país.
Es claro que quien destruye una imagen religiosa o violenta lo que sabe que representa un valor profundo para la mayoría de la población, está agrediendo a lo que está bendecido para ser una ayuda para dirigise a lo sagrado que, lógicamente, es mucho más que una porción de cemento, yeso o madera.
Los católicos no "veneran" un pedazo de piedra sino a quien representa, por lo que el o los agresores pusieron su odio exactamente ahí, en lo importante, en lo valioso, y no en la construcción de la gruta. No hay modo de calificar lo sucedido de otro modo que como una manifestación de odio a la fe católica.
Las medidas de seguridad que se tomen, posiblemente, limiten la cercanía de los fieles, como ocurre en muchos sitios con rejas o acrílicos.